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Grageas surtidas

Las vigas maestras que sostienen a un mundo crecientemente desigual permanecen ocultas porque son absolutamente visibles. Actuamos como si ignorásemos que la configuración de las sociedades que cubren la mayor parte del planeta basan su existencia en un capitalismo basado en el despojo, que es garantizado por una estructura jurídica; y que cuando no alcanza emerge su cara más descarnada y chorrea sangre y lodo.

Que los países que teóricamente deben garantizar la paz, son los principales fabricantes de armas. Que la pregonada racionalidad económica lleva a que "el mundo" compre bonos del tesoro norteamericano a tasa tendiendo a cero a pesar que es el epicentro de la peor crisis del capitalism en su historia. Las grageas que nos obligan a ingerir directamente o subliminalmente son infinitas. Aquí van sólo algunas de ellas, porque en dosis elevadas sus efectos son letales.

El Mercado

Hay conceptos genéricos que en su vulgarización terminan constituyendo entelequias. Los analistas económicos afirman: "Reaccionaron los mercados"; "Hay desconfianza en los mercados"; "Los mercados reaccionaron positivamente a las medidas de ajuste". Da la sensación de un gigante invertebrado caracterizado por una extrema sensibilidad. Y el mercado está constituido fundamentalmente por inversores, especuladores, grupos económicos, banqueros, empresarios, etc. Es decir todos aquellos que piensan en el libre mercado como una forma de llegar a ser monopólicos, en la libre circulación de los capitales como una forma de considerar a los países como albergues transitorios, en donde se invierte uno y se retira cinco. El mercado tiene un solo parámetro: la optimización de la tasa de ganancias. Por eso necesita de poco Estado, baja sindicalización y mucha despolitización de la ciudadanía. La lucha por la distribución del ingreso muchas veces adquiere la forma de inflación que es la fiebre de aquella puja. Cuando la gula llega a poner en cuestionamiento el mismo sistema, "los mercados" piden ajustes en el Estado en los rubros que hacen a la vida de la población, desde salud hasta educación, desde las jubilaciones a la legislación laboral.

Neoliberalismo

Iniciado con anterioridad, pero potenciado después de la caída del Muro de Berlín, el neoliberalismo ha arrasado con los países periféricos y hoy carcome a los países centrales. Grecia tiene una deuda externa del 160% de su PBI, EE.UU ya supera el 100%, Japón el 225%, y los países que mejor funcionan macroeconómicamente, como Alemania y Francia, sus deudas ya superan el 80% del PBI. Todos tienen déficits fiscales que bordean el 10% con algún caso extremo como Irlanda que alcanza el 32%.

El Tratado de Maastricht firmado por los países que constituyeron la Comunidad Económica Europea sólo admitía un déficit máximo del 3% y un endeudamiento tope del 60% del PBI. Hoy nadie lo cumple. El mundo asiste a una crisis inédita de los países más desarrollados, consecuencia de aferrarse a un dogma económico que en una rara alquimia convierte la prosperidad en miseria. Y en lugar de renunciar al mecanismo depredador, encuentran la farmacopea en mayores dosis del veneno. Así se privilegia el salvataje de los bancos, se despide personal de la administración pública, se recortan los beneficios sociales, se achica el tiempo del seguro de desempleo, etc, etc.

Se sigue enterrando a Keynes y se mantienen activos los principios de la Escuela de Chicago, del que es emblema Milton Friedman, al lado del cual Al Capone, que vivió en la misma ciudad, fue un principiante en las consecuencias de su accionar delictivo.

El acuerdo obtenido por el presidente norteamericano en el Congreso para evitar el default, mereció la siguiente opinión del premio Nobel de Economía Paul Krugman: "Muchos declararán que se evitó un desastre. Pero estarán equivocados. El acuerdo en sí es un desastre y no sólo para el presidente Obama y su partido. Dañará la ya deprimida economía del país. Lo peor que se puede hacer en estas circunstancias es recortar los gastos del gobierno, dado que ello deprimirá la economía aún más. No presten atención a quienes invocan a las hadas, clamando que una dura acción en el presupuesto fortalecerá a las empresas y a los consumidores, impulsándolos a gastar más. No funciona de esa manera. Está demostrado".

Otro premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, expresó: "El problema real surge de otro tipo de contagio: las malas ideas cruzan fácilmente las fronteras, y las nociones económicas equivocadas a ambos lados del Atlántico se han estado reforzando entre sí. Esto también será válido para el estancamiento que esas políticas conllevan".

La concurrencia simultanea de déficit, endeudamiento extremo, soluciones recesivas basadas en ajustes bestiales y nuevos endeudamientos, abre un interrogante sobre el momento del estallido.

La teoría del derrame económico

Dejando en libertad a las fuerzas del mercado, cuya apoteosis es bajar la carga impositiva de los ricos e incrementar la referida a los menores ingresos, se sostiene que los estímulos económicos serán tan apetecibles, las tasas de ganancias enormes, que los capitales competirán para invertir y como consecuencia de todo ello el maná de la prosperidad rebalsará la copa y los que están fuera de ella recogerán también en otra escala, muy inferior, el sacrificio que hicieron para la prosperidad de los poderosos. En la realidad la teoría económica resultó básicamente errónea porque la copa no derramó o cuando lo hizo fueron apenas algunas gotas.

Panorama latinoamericano

Buena parte de América Latina está de vuelta de los aspectos más lesivos de las políticas neoliberales. Más Estado y menos mercado, es un marco de terapia general que ha mostrado signos revitalizadores. Volver a Keynes y desterrar a Milton Friedman y sus secuaces vernáculos ha producido efectos vigorizantes. Que el Estado intervenga, regule, fomente el mercado interno, mejore la distribución del ingreso y se desendeude ha cambiado el contorno económico de la región. El fuerte accionar hacia una unidad continental, la evidente sintonía y afecto de presidentes con diferentes pasados de luchas pero con una clara orientación de lo que debe hacerse y lo que debe evitarse, retomando banderas derrotadas y por lo tanto inconclusas del siglo XIX, es un sueño en vías de realización.

Argentina. Mucho hecho

En los 8 años de kirchnerismo, es mucho lo que se hizo y mucho más si se considera la debilidad con que se llegó al gobierno, con un país que parecía salir de una guerra.

Las sociedades se caracterizan por absorber lo reconquistado y mejorado y reclamar por lo que falta. Hay unas 30 medidas que cambiaron el rostro del país. Algunas serán dentro de un siglo el equivalente a la batalla de Ayacucho como el no al ALCA. Otras, como la disminución significativa del peso de la deuda con relación al PBI, un barajar y dar de nuevo, al desterrar el principal motivo de las crisis de los últimos cuarenta años.

Pero no alcanza con solazarse y propagandizar lo realizado. Lo recuperado se incorpora como un derecho nunca perdido. Por eso un gobierno para no perder el equilibrio y trastabillar, debe actuar como un ciclista que para mantenerse firme no puede dejar de pedalear.

Argentina. Mucho por hacer

En los próximos cuatro años se debe ir contra el núcleo duro de la pobreza y la indigencia. Transformar el crecimiento en un desarrollo armónico. Con el impulso activo de un perfil industrial. Con una política agropecuaria que desactive la tendencia depredadora al monocultivo de soja y a dejar una hipoteca devastadora de las condiciones de la tierra a las generaciones futuras. A la recuperación de la minería que es hoy un escándalo. A un mejoramiento profundo de la salud y de la educación. A inversiones significativas para volver a tener ferrocarriles atravesando todo el país. A la creación de mercados centrales orientados por el Estado en cada ciudad y en cada barrio. A ir contra la oligopolización de la economía en cada rama de la producción. A la reversión de la primarización de las exportaciones que es una herencia de los noventa. La reforma financiera que ponga a los bancos al servicio de la producción, con financiamiento accesible para el acceso a la vivienda de las clases medias bajas y demás franjas populares.

¿De dónde saldrán los recursos? De tres fuentes principales. De una reforma impositiva que permitirá incrementar la recaudación y mejorar la distribución del ingreso, del monopolio del comercio exterior, y de la reorientación de los subsidios. Gas y luz deben subsidiarse hasta un determinado consumo definido técnicamente, superado el cual se debe pagar la tarifa real.

Según Marcelo Zlotogwiazda escribió en Revista XXIII del 26 de mayo, "20.000 millones costarán las compensaciones que conllevan las tarifas baratas de gas y electricidad, fundamentalmente en la zona metropolitana de Buenos Aires".

Los recursos liberados pueden ir a cualquiera de las metas propuestas.

Remanentes del neoliberalismo. La antipolítica

El modelo de rentabilidad financiera iniciado en junio de 1975 implosionó el 19-20 de diciembre del 2001. Realizado desde la antipolítica, marcó un clivaje en la historia argentina.

A diferencia del 17 de octubre que dio nacimiento al peronismo, o del Cordobazo que intentaba ir más allá del peronismo, pero por la relación de fuerzas existentes recién concretó tres años después un anhelo largamente esperado en sectores mayoritarios del pueblo argentino como fue el regreso de Perón; el 19-20 de diciembre del 2001, en las elecciones de abril del 2003, catapultó en primera vuelta a dos símbolos de lo que teóricamente quería dejarse atrás como Menem y López Murphy, quienes recogieran el 41% de los votos.

De los idus de diciembre surgieron dos ramas: una, el kirchnerismo que representó el contenido último de aquellos días que con algunas continuidades y fuertes rupturas con la década del noventa y la otra el envase de las históricas jornadas que fue la antipolítica, cuya esencia es el menemismo con fotoshop, y que se encarnó en Blumberg, De Narváez, Del Sel y Macri.

Por supuesto que esto no es original de la Argentina. Es conocido el caso italiano del "qualunquismo" promovido por Guglielmo Gianinni, en el período que va de la caída del fascismo al advenimiento de la República.

Como dice la socióloga María Pía López en la revista "Debate", refiriéndose al PRO: "Aparece como una puesta en tensión de las lógicas mismas de la política y como una ruptura de la idea de lo público, en nombre de la primacía de la eficacia de lo privado. En ese esquema, la política aparece siempre como parasitaria. El gran acto de cierre de campaña de Miguel del Sel, en el programa de Susana Giménez, giró sobre el argumento: "Nosotros sabemos cómo ganaste vos el dinero". Es decir, no es un politico ni alguien que deba depender de los recursos estatales, sino alguien exitoso en la actividad privada. Por tanto, si se dedica a lo público es una suerte de misión, algo que se hace por los otros. El PRO es la fuerza que expresa con más claridad esa nueva situación de la política que tiende a borrar sus fondos políticos...Así se arma esta escuadra de los recién llegados paro aparecen bajo las galas de los que no hablan de política cuando hacen política".

Y acá se desarrolla así una paradoja contradictoria; los que levantan un discurso lavado, descafeinado y globos por doquier, donde el publicista delinea el relato, por abajo realizan un trabajo territorial interesante y eficaz basado en punteros ex peronistas y ex radicales. En cambio los que han puesto el discurso político en el centro del escenario político, han abandonado o disminuido la militancia barrial incrementando su presencia en los medios.

Por otra parte, suscriben inconscientemente una carta peligrosa: el derrame político. Es decir que la figura de Cristina Kirchner producirá un derrame hacia candidatos partidarios que reemplace la indolencia militante.

Es un error y hasta ahora una falacia como en su momento fue la peregrina idea del derrame económico.

El lenguaje reforzador de la antipolítica

El periodismo en general, sociólogos en particular, incluso los mismos políticos, suelen referirse a los representantes elegidos democráticamente como la clase política. Es una claudicación ante la antipolítica. Los políticos no constituyen una clase que por otra parte se define en función del lugar que se ocupa en el aparato productivo o fuera de él. Si fueran una degeneración de la representación otorgada, constituirían lo que la en la Unión Soviética se caracterizó como "nomenklatura" para designar a la burocracia que se favorecía con la administración del gobierno.

Otra claudicación en la que caen todos los postulados para diferentes cargos en la Ciudad de Buenos Aires es la degradación del ciudadano capitalino a la categoría de vecino. Parece entonces que los candidatos a jefe de gobierno son los administradores de un consorcio y sus representados meros consorcistas. El vecino es al ciudadano, la capitis diminutio que en la versión pasteurizada de pueblo se denomina "la gente".

Proceso inverso se ha seguido cuando se traducía el conflicto entre el gobierno y las patronales del campo. Si al ciudadano se lo baja a la condición de vecino, al pueblo a la situación de la gente, aquí había que elevar al opositor al gobierno a la imagen del paraíso perdido. La expresión "campo" simbolizaba un lugar paradisíaco sin conflictos sociales, en que los diferentes actores sociales eran la versión real de la familia Ingalls. Sobre ella se alzaba la amenaza de un gobierno que venía a romper el equilibrio conseguido, apropiándose de una renta que se distribuía equitativamente.

Con igual resultado, algún periodista imaginativo pero poco informado, se le ocurrió denominar "bunker" al centro informativo de los partidos politicos en los días de elecciones. Hoy es un lugar común reiterado hasta un hartazgo difícilmente soportable.

Es ocioso decir que bunker es un lugar subterráneo, de inalcanzable acceso para los que no se encuentran en él. Nada que ver con el lugar donde los candidatos esperan el resultado para celebrar una victoria o asimilar una derrota. Pero al mismo tiempo se da la idea de una separación abismal entre los votantes y sus representantes que tienen que abroquelarse en un lugar hermético. Eso sí sucedía en aquellos lejanos días del 2001 donde los políticos no podían salir a la calle porque eran insultados y muchas veces golpeados. Incluso se llegó a pensar en construir un túnel que uniera los dos edificios del Congreso para evitar salir a la calle. Eso sucedió en un tiempo cercano cronológicamente pero lejano políticamente.

Grageas surtidas

Hasta aquí llegamos con algunas grageas surtidas. El relevamiento indica que hay muchas más, pero su desarrollo produciría saturación y atosigamiento. El aparato cultural y educativo nos lleva a consumir muchas de ellas como si fueran verdades, cuando en realidad son falacias presentadas como grageas del sentido común, que muchas veces no son nada más que prolongación de la ideología dominante.

Por eso es bueno tener a mano, para evitar degustar las grageas, una frase de Jean-Paul Sartre: "No nos convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros".