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Mi problema con Clarín

Desde hace muchos años que tengo opinión formada en torno a «Clarín». He denunciado algunas de sus prácticas, varios años antes del enfrentamiento público entre el kirchnerismo y el grupo empresarial mediático, tanto como periodista,  como en acciones legales a título personal por engaño al público consumidor.  

Si bien ninguno de los antecedentes que aquí referiré posee la gravedad de episodios sangrientos como la apropiación de parte de Papel Prensa por el grupo Clarín, en cambio muestran un patrón de conducta, que se prolonga y profundiza en la actualidad.
    
La disputa «Clarín» y oposición vs. Gobierno y medios oficialistas es tema en casi cualquier charla política. Si diera mi opinión al respecto sólo con eje en la Ley de Medios y en los puntos «cuasi bélicos» actuales en debate, estaría soslayando información. Y omitiendo mis propios fundamentos, basados en experiencias personales muy anteriores a los presentes acontecimientos, que me parece útil aportar.

Comienzo entonces por lo periodístico, vinculado a temas de especial interés en la colectividad judía argentina, para mencionar luego algunos episodios como mi propia demanda judicial contra Arte Gráfico Editorial Argentino, editora de «Clarín».

Desde antes del atentado contra la AMIA, entonces desde el periódico «Nueva Sión», en muchas oportunidades critiqué el tratamiento ostensiblemente falaz o engañoso de información relacionado con Oriente Medio. En ese sentido, la indignación con «Clarín» en la colectividad era generalizada. Cabe aclarar que «Nueva Sión», medio judeo-argentino laico, progresista y pacifista, denunciaba sin contemplaciones a la derecha judía y los sectores fundamentalistas de Israel.

Pero lo de «Clarín» era otra cosa, un constante recorte mentiroso y malintencionado de los hechos, que me hizo comprender cómo se puede manipular la opinión pública. Hoy sobre el conflicto en Oriente Medio; mañana sobre la coyuntura política argentina.  

Algunas de las notas que publiqué y ahora pude rescatar son, entre otras: «Un Clarín Desafinado» (12.04.94); «La Vara Con Que Se Mide» (31.03.93);  «Animosidad o Inadvertencia» (23.11.90). En este último artículo señalaba que «la línea editorial de un medio gráfico se ve expresada no sólo por medio de columnas analíticas sino también - y especialmente - a través de la selección y presentación de las notas. Así es como el centimetraje concedido a determinados hechos, la diagramación, las ilustraciones, la tipografía, el titulado, el armado de tapa, representan permanente elecciones y juicios de valor acerca de la realidad y de los mensajes a transmitir, más allá de la mentada objetividad del periodismo. Y también aquellos hechos que inevitablemente se omite informar suponen una concreta decisión fundada en determinadas concepciones».  

Y entonces, concretamente, refería respecto de «Clarín» que, por ejemplo, bajo el título «Jornada de violencia en Israel: otros tres palestinos muertos», «el 31 de octubre el copete que acompañaba la nota decía: 'Ayer, Israel y los territorios ocupados vivieron una nueva jornada de violencia en la que murieron tres personas (todas palestinas) y otras  seis quedaron heridas». Pero lo que no aclaran ni el grueso titular ni el copete referido, es que - según se lee en escasas líneas perdidas entre distintas noticias - de las víctimas señaladas, un palestino murió cuando intentaba colocar una bomba en una frutería junto con dos que quedaron heridos, y otro fue asesinado por un comando palestino que lo acusaba de colaboracionista.

A poco de analizar las otras crónicas, se advierte el mismo fenómeno. Así, por ejemplo, el día 24, el «copete» explica que «en la tercera jornada consecutiva de enfrentamientos entre árabes y hebreos se produjo la muerte de 6 palestinos». Sin embargo, al leer detalladamentela extensa narración (páginas 18 y 19 de la sección «Internacionales») se puede encontrar expresado en sólo tres renglones y medio, que en realidad tres de las víctimas fueron muertas por estar sindicadas como colaboracionistas con los israelíes.    

El día anterior (título: «Escalada de Violencia y Tensión en Israel: Otros 4 Palestinos Muertos»), perdida en una crónica de una página entera pueden encontrarse 5 renglones de una columna donde se dice que «murieron tres palestinos a manos de nacionalistas árabes, que los asesinaron tras acusarlos de colaborar con las autoridades israelíes».   

En todos los casos referidos, los titulares armados no dan cuenta del verdadero contenido de las noticias, las cuales son tomadas de cables de distintas agencias internacionales.

El periodismo serio puede - y debe - tomar posición frente a los acontecimientos de importancia en el mundo. Pero lo que no resulta admisible es la manipulación de los hechos o noticias, en base a los cuales se forma opinión. Y esa manipulación se puede realizar no sólo adulterando datos de la realidad, sino también presentando aquéllos de manera que induzcan a una interpretación falsa. Tal como lo ha hecho el diario «Clarín».

Estos y otros muchos ejemplos fueron publicados hace 20 años en «Nueva Sión»,  periódico que junto al partido socialista israelí con el que se identificaba, eran  vanguardia en el diálogo con los palestinos, en apostar a  tierras a cambio de paz, etc. Sin necesidad de mentir, y de presentar los hechos en forma maniquea como lo hacía «el gran diario argentino». El mismo que más recientemente omitía informar sobre los cientos de katiushas y otros cohetes explosivos lanzados día tras día sobre edificios, escuelas y poblaciones civiles israelíes, mientras sólo publicaba, y con título catástrofe, la reacción de Israel.

Más cerca en el tiempo, tuve oportunidad de comprobar y señalar cómo «Clarín» contribuía a escamotear la verdad en un tema central para la justicia argentina en general y para la colectividad judía en particular: la causa AMIA.

En octubre de 2004, la publicación «Diario sobre Diarios» bajo el título de «Diez periodistas que no creyeron en Galeano», dirigió un interrogatorio a Carlos De Nápoli, Juan Gasparini, Jorge Lanata, Gabriel Levinas, Guillermo Lipis, Horacio Lutzky, Fernando Paolella, Juan Salinas, Cristian Sanz y Daniel Schnitman,  consignando que «son diez periodistas que en la última década, la mayoría de ellos, nunca creyeron ni en la investigación del juez Galeano por la AMIA, ni en las versiones periodísticas que consumían día a día los lectores de los principales matutinos argentinos».   

A mi turno contesté: «La cobertura periodística realizada por estos medios me ha parecido en términos generales lamentable, aunque con diferencias entre ellos. Sin lugar a dudas, «Clarín» ha sido el peor y tiene una gran responsabilidad por el lugar que ocupa como formador de opinión. En ese sentido fue algo así como un apéndice del juzgado de Galeano para instalar la «historia oficial», el cual a su vez nutría de «primicias» esas páginas. En múltiples oportunidades tuve ocasión de ver en las audiencias del juicio oral ante el Tribunal Federal Nº 3 a fines del 2001 y principios del 2002, a las que concurrí, declaraciones fundamentales e impactantes que fisuraban mortalmente la versión oficial y que eran completamente ignoradas en la información de los grandes diarios. Eran hechos del día, datos al alcance de la mano. Pero el público no llegó a enterarse de los numerosos testimonios que desbarataban parte del encubrimiento o que aportaban precisiones o pistas en un sentido diverso al instalado. Se trata de una omisión grave, que afecta el derecho a la información».  

La mayoría del resto de los consultados opinó en similar sentido.    

Reservadamente, un periodista que ahora trabaja para el multimedios con Lanata,  decía por entonces que «Clarín» había pactado con Galeano obtener primero las novedades de la causa a cambio de sostener la historia oficial.

Lo cierto es que «Clarín», sistemáticamente - al igual que Galeano, los fiscales y la querella oficial del establishment judío - arrojaron fuera de la investigación o descalificaron todo lo que involucrara al grupo de personajes de ascendencia siria sospechados de participación en el crimen, vinculados al presidente Menem y su familia política. La llamada «pista siria» (Kanoore Edul - Haddad, etc.). Y la despreciaron incluso después que fuera judicialmente reconocida, como objeto de vergonzosas maniobras de encubrimiento. La revelación detallada de esa conspiración no deja bien parado al grupo mediático.
    
Sugestivamente, y hasta tiempos recientes, «Clarín» trataba de instalar la siguiente falacia «made in juez Galeano»: que sostener la pista siria (y las que de ella se derivan), ¡implica negar la pista iraní!. Un ejemplo de ello, lo puse en evidencia en la nota publicada el 5.04.10 en el blog «Puede Colaborar» del periodista Gerardo Yomal, («Clarin y la Causa AMIA - Pista Siria: ni una línea en tapa»):  
«la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal confirmó el procesamiento del ex presidente Carlos Saúl Menem, su hermano Munir Menem, el ex juez Juan José Galeano, los comisarios «Fino» Palacios y Carlos Castañeda, y los ex jefes de Inteligencia, Anzorregui y Anchézar, por las escandalosas maniobras de encubrimiento de la «pista siria» en el atentado a la AMIA, que comprometía a familiares y amigos de Menem. El extenso fallo de los jueces Gustavo Bruzzone, Jorge Luis Rimondi y Carlos Alberto González, al confirmar la igualmente detallada sentencia del juez Ariel Lijo, reconstruye claramente las circunstancias en que el encubrimiento tuvo lugar. Todo lo cual, fue planteado como acusación por el fiscal Alberto Nisman que encuentra en este aspecto una plena reafirmación de esta esencial línea de investigación bastardeada por años por la dirigencia comunitaria judía y por el principal multimedios del país. Tanto la una como el otro sienten una gran incomodidad con estas investigaciones. Lo notable es el modo en que «Clarín» dio a conocer la noticia el 23.03.10, en lo que pareció ser un extraordinario acto fallido: «Supuestas irregularidades en la investigación del atentado», decía a esta altura de los acontecimientos la volanta que acompañaba el título. ¡Supuestas!.

La noticia de la confirmación del procesamiento dispuesto porque el ex presidente de un país y un grupo de sus funcionarios impidieron que se investigara el atentado y la consiguiente masacre más grande contra una comunidad judía después del Holocausto no mereció para «Clarín» ni una línea en tapa, y fue relegada a la parte inferior de la página 12 del periódico, ninguneada entre denuncias contra el kirchnerismo. Y luego de relativizar con entrecomillas el término encubrimiento, la insignificante nota de «Clarín» decía: «Los camaristas respaldaron lo decidido por Lijo quien consideró que a partir de un pedido de Carlos Menem se desactivó judicialmente lo que se llamó «la pista siria» del atentado contra la AMIA y que involucraba a Kanoore Edul. La investigación del entonces juez Galeano se orientó a «la pista iraní» que es la que sostiene que el atentado se planeó con el visto bueno de Teherán. Debido a eso hay varios ex funcionarios iraníes con pedido de captura internacional de parte de la Justicia argentina».

Es decir, «Clarín» persiste en el absurdo de relativizar «la pista siria» presentándola como opuesta o incompatible con «la pista iraní», como si Hezbolá no tuviera sede en Damasco y financiamiento de Teherán, y como si la conexión siria en la Argentina de los '90 se hubiera dedicado a producir festivales de cine y teatro.

El mensaje implícito del medio es que el fiscal y los jueces, al investigar el encubrimiento, se entretienen en politiquerías menores.  El artículo sin firma de «Clarín» - que no fue presentado como «opinión», y por lo tanto se supone que es «información» - finalizaba aceptando así con resignación (y pésima redacción) el fallo de la Cámara de Apelaciones: «…pese a que la denuncia de Nisman no está comprobado» (SIC).
http://puedecolaborar.blogspot.com.ar/2010/04/pista-siria-ni-una-linea-en-tapa.html

En el mes de julio de 2012, sobre esta temática, se publicó mi libro «Brindando Sobre los Escombros - La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento» (Ed. Random House Mondadori-Sudamericana). La obra fue presentada en el Centro Cultural de la Cooperación en un panel integrado por Jorge Urien Berri, periodista del diario «La Nación», el Dr. Beinusz Szmukler, ex integrante del Consejo de la Magistratura, Daniel Goldman, rabino de la comunidad Bet- El y Dardo Esterovich de la agrupación Convergencia. La repercusión fue muy importante, en medios gráficos, radiales y televisivos. Desde una destacada nota en la revista cultural de «La Nación», pasando por tres páginas en el suplemento dominical del periódico «Perfil», a una nota de página entera en «Página 12», y artículos de la agencia de noticias Telam en diarios del interior. En radio y televisión, me realizaron entrevistas y se refirieron al libro los periodistas Mauro Federico, (Radio Splendid y «Duro de Domar» en Canal 9), Carlos Del Frade (Radio Splendid), Raúl Kollmann (Radio Del Plata), Eduardo Anguita y Walter Goobar (Radio Nacional), Hugo Presman y Gerardo Yomal (Radio Cooperativa), Daniel Muchnik (Radio El Mundo), Jonatan Viale (Radio Rivadavia), Horacio Embón (Radio Nacional FM), Gustavo Sylvestre (Canal América 24), Jorge Halperín (Canal Metro), Nora Veiras y Luciano Galende (Radio Nacional), Osvaldo Quiroga (Radio Provincia), Franco Salomone (Informe Confidencial-Conexión Abierta) y numerosos otros colegas más. Como puede apreciarse, una variada coloratura periodística.   

En cambio, en «Clarín», no apareció ni una sola línea sobre este polémico libro de denuncia periodística, que llegó a su redacción, pero que no le sirve para confirmar su pintura de la realidad. Ninguna mención en su revista cultural. Ninguna en el diario. ¿Sorpresa? En absoluto.

Quizás tuviera que ver con la mencionada línea editorial. O quizás con el juicio que promoví en el año 2007 en el fuero civil contra «Clarín» por incumplimiento de sus promesas publicitarias para la promoción denominada «La Generala de Clarín», en virtud de lo cual «Clarín» me indemnizó y modificó las bases de su concurso. La causa se caratuló «LUTZKY, Horacio D. c/ARTE GRÁFICO EDITORIAL ARGENTINO S.A.», Juzgado Nacional en lo Civil Nº 43, Expdte.19361/07. Previamente, una constatación de Lotería Nacional en la sede de «Clarín» efectuada por mi denuncia,  verificó serias irregularidades en la realización de promociones con juegos supuestamente de «azar». La realidad es que, con lo que pude comprobar en ese proceso - que sería largo de referir en esta nota -, me fue quedando más claro aún que la invocada transparencia periodística del grupo, es puro grupo.  

«Clarín» protege celosamente el apellido de su fundador, Noble, que ahora porta su viuda. Así fue que años atrás me tocó responder una curiosa intimación contra un cliente de la agencia de marcas a la que entonces asesoraba: la Fundación Roberto Noble exigía la cancelación de la campaña publicitaria de las casas de empanadas  «El Noble Repulgue», por destacar los términos «El Noble» y «Nobles Recetas».  Porque, claro, Noble hay uno solo. Obviamente, rechazamos de plano el insólito requerimiento.     

El repulgue era noble. Pero la nobleza de Noble, en su historia deja bastante que desear.   

Un origen poco noble   

Roberto Noble fundó «Clarín» en agosto de 1945, pocos meses después del cierre del periódico nazi financiado por la embajada alemana en Argentina «Clarinada»,  salvajemente antisemita, que dejó de salir cuando al finalizar la Segunda Guerra Mundial nuestro país rompe relaciones y declara tardíamente la guerra al eje nazi-fascista.

La elección de un nombre tan similar puede haber sido una infeliz coincidencia, así como la inocultada admiración de Noble por Mussolini. Pero a ello se sumaban otros antecedentes: el 10.04.39, se había realizado una gigantesca demostración en el Luna Park en adhesión al Tercer Reich, con gran despliegue de banderas con la cruz esvástica y abundantes cánticos contra los judíos, los comunistas y los masones.  Fue el mayor acto realizado por el nazismo fuera de Alemania. Allí se hicieron presentes el gobernador conservador Manuel Fresco, acompañado por su ministro de gobierno, Roberto J. Noble, según recordó el periodista Herman Schiller. Antes de ello, Fresco y Noble se habían encargado de clausurar con saña las escuelas obreras judías de la provincia de Buenos Aires. Esta suma de episodios hace creíble la versión no probada del financiamiento del lanzamiento de «Clarín» con fondos nazis.
 
Es cierto que pasaron ya muchos años. Pero por estos días, las renovadas prácticas casi goebbelianas de distorsionar y mentir a sabiendas en nombre de la libertad de expresión, de presentar opiniones disfrazadas de hechos, de omitir las dos campanas, de recortar información antojadizamente, de titular tendenciosamente, me recuerdan que con «Clarín», tengo un problema. Aunque también lo tenga con el estilo periodístico de buena parte de los medios oficialistas que se le oponen. Por más que - en estos tiempos donde el conflicto político nacional Multimedios vs. Gobierno se dirime hasta en los clubes de bochas, y donde todos los grupos sociales son presas a seducir -, las notas judío-friendly sean ahora frecuentes en el «gran diario argentino».

El grupo empresario está aplicando esas prácticas abiertamente en todo su concentrado sistema de medios contra el sector político que hoy gobierna el país, por una fuerte e interesada disputa de poder, a través de una amplia y poderosa red que determina la agenda cotidiana. Y lo volverán a hacer cuantas veces puedan, aunque en un futuro no siga gobernando el kirchnerismo, y cualquiera sea el contendiente que se les cruce en el camino. Si los dejan.

* Horacio Lutzky es abogado y periodista. Autor del libro «Brindando sobre los Escombros».
«Clarinada»