Como en los dibujos animados, ya estamos aquí en Israel, «el Estado más democrático de Oriente Medio», pataleando sobre el abismo antes de caer definitivamente en lo más cercano posible de lo que se perfila como un Estado macartista con perfiles pre-fascistas.
Yohanán Ben Leví de la aldea Jish (Yohanán de Gush Halab) fue un héroe de la Primera Guerra Judeo-Romana durante los años 63-74 e C. Su abnegación y coraje fueron motivo para que en los primeros años de existencia del Estado de Israel su nombre aflore nuevamente. En esa oportunidad, no como estrella admirada, sino para convertirse en una mancha negra de la historia judía.
Es imperioso, sí, esforzarse seriamente para lograr la reanudación de las negociaciones entre Israel y los palestinos y abordarlas con espíritu abierto para tratar de hallar una solución. Pero de nada servirá lo que allí se trate, hasta que no cambien ciertas cosas muy de fondo del lado palestino.
Soplan ventarrones nocivos para una ONG israelí que cuestiona la ocupación de territorios militarmente ocupados y sus consecuencias, un grupo surgido de miembros de la reserva de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que pretende ejercer como conciencia crítica del Estado judío.
«Vos dirás que la he vivido, y de curda me lamento.
Yo no puedo reprocharte; ya sos grande pa’elegir.
Pero al verte ya maduro, sin amor, hogar ni vento,
como avaro sobre el oro cuando asume sueños muertos,
y el dolor te arroje un cero, preparate pa’morir».
«Mis Consejos» - Héctor Marcó
La historia de las últimas décadas nos demuestra que el nivel de violencia del conflicto palestino-israelí obedece a un comportamiento cíclico, casi inalterable. De una prolongada y latente rebeldía, interpretada erróneamente como infortunada resignación al destino de pueblo oprimido, repentinamente estalla una gran ola de violencia palestina que, por su originalidad, toma por sorpresa al liderazgo israelí.
La ola de violencia que viven israelíes y palestinos parece encaminarse a un escenario más cruento en Oriente Medio, tras fracasar la misión que encabezó la semana pasada a la región el secretario de Estado norteamericano, John Kerry.
Enzo Traverso se quedó a mitad de camino. Para el historiador italiano los judíos han cambiado su relación con el mundo para convertirse en un componente más de la tendencia general. Mientras que en el pasado fueron parte del foco principal del pensamiento crítico del mundo occidental, en los tiempos modernos el judaísmo se ha vuelto conservador [1].
Dios no es el problema sino el uso que hacemos de él. En la Shoá, seis millones de judíos fueron exterminados. De los indios americanos nativos murieron millones a manos de los conquistadores europeos. Más de 200.000 kurdos fueron exterminados en las décadas del '70, '80 y '90. Durante las cruzadas murieron como cinco millones entre cristianos y musulmanes.
Políticos israelíes suelen burlarse periódicamente del liderazgo palestino aduciendo que no pierden oportunidad de perder oportunidades políticas. Paradójicamente, nadie puede dejar de asombrarse como la Hasbará (esclarecimiento oficial) israelí no pierde oportunidad de perder toda batalla mediática. En estos días fuimos testigos de un nuevo y estruendoso fracaso.
Bibi nunca olvidará aquella cumbre del G20: «No lo aguanto más, es un mentiroso», dijo Sarkozy sin percatarse de que el micrófono estaba encendido. «¡¿Tú no lo aguantas?! ¡Yo tengo que tratar con él todos los días!», replicó Obama, quien, por su parte, tampoco olvidará cuando, en plena campaña electoral contra Romney, Bibi aparecía en los programas televisivos dominicales de mayor rating en Estados Unidos, prácticamente haciendo campaña a favor del candidato republicano.
Dachau, 3 de abril de 1937
At.: Su Excelencia, Sr. Theodor Eicke
Comandante del campo de concentración Dachau
De mi mayor consideración:
Es sabido que la relación de Obama con Netanyahu no es precisamente de mejores amigos. Pero la de Israel y Estados Unidos bien sí lo es. Más bien de familia: uno le da dinero al otro, una multimillonaria asistencia económica, la mayoría militar, desde hace casi seis décadas.
Estuve en la plaza cuando lo mataron a Rabin. Dos años antes me había emocionado hasta las lágrimas con los Acuerdos de Oslo, el uno y el dos. No creo, como muchos, que haya sido un error. En aquel momento se trataba de lo mejor que era dable hacer en pos de la paz. El problema fueron los incumplimientos que vinieron después. También, como lo explicara el ex canciller Shlomo Ben Ami, hubo un problema de percepción: para los palestinos, Oslo no puso fin de inmediato a la ocupación; para los israelíes, Oslo no puso fin de inmediato al terrorismo palestino.
Los tres disparos que hace 20 años asesinaron al primer ministro de Israel, Itzjak Rabin, hacen que todos los años en esta fecha se escuchen los mismos comentarios, idénticos análisis sobre su herencia política. Su espíritu revolotea en cada discurso.
Si Netanyahu quiere poner paños fríos a la crisis que sufre JerusaléN, deberá actualizar o tal vez explicar mejor su posición con respecto a la creación de un Estado palestino.
Parecía difícil que Netanyahu batiera su propio récord de jutzpá, una nefasta faceta personal y estilo de hacer política. Pero lo logró. Y no sólo eso. Con un par de frases llevó también todo el debate en torno al conflicto israelí-palestino - incluso su entendimiento - a otro nivel de demencia.
A veces, un pequeño incidente puede perforar la oscuridad y revelar una imagen aterradora. Esto sucedió hace una semana en Beer Sheva. La imagen fue ciertamente aterradora. El incidente comenzó como un ataque de rutina, uno de los muchos a los que nos hemos estado acostumbrando en las últimas semanas. Algunos lo llaman «la tercera Intifada», otros hablan de una «ola de terrorismo» y unos pocos dicen «escalada». Es una nueva etapa en el viejo conflicto. Su símbolo es el individuo palestino solitario empuñando un cuchillo - ya sea de Jerusalén Este, Cisjordania o del propio Israel.
Hace 20 años, Yigal Amir disparó tres balas en la espalda de Rabin cuando salía de un mitin por la paz en Tel Aviv, dejándolo mortalmente herido. Los asesinatos políticos no siempre alteran el futuro de un país, pero el homicidio del primer ministro hizo justo lo que esperaba el asesino: propinó un golpe mortal al endeble proceso de paz, que muchos esperaban pondría fin a un siglo de guerra comunal entre israelíes y palestinos.
Detrás de la nueva pesadilla en Oriente Medio se alza un tabú colosal que marca las políticas y el discurso del liderazgo israelí y también del palestino. Es un escollo que si no es asumido y resuelto, no hará más que repetir una y otra vez esta tragedia.