¡Mira quién habla!
El Ma Tovu Ohaleja Yaakov (Cuán buenas son tus tiendas, Yaakov) - oración que abre las plegarias matutinas - nace en la sección de la Torá que leeremos esta semana, Parashat Balak.
La historia es más o menos conocida.
Balak Ben Tzipor, rey de Moav, decide contratar los servicios de un hechicero a fin de maldecir el paso de los hijos de Israel. Dios permite a este hechicero - llamado Bilam Ben Beor - marchar trás los pasos de Israel pero le impide maldecir a éstos poniendo en su boca palabras de bendición. Entre la catarata de elogios que salieron de boca de Bilam, el Ma Tovu es, sin duda, el más célebre a punto tal que fue elegido por nuestros Antepasados de Bendita Memoria para encabezar nuestra liturgia diaria.
¿Por qué darle semejante honor a un hechizero gentil?
Ésto me recuerdo aquella vieja historia judía.
Dos paisanos estaban sentados en un café de Viena. De repente el uno saca de su bolso un conocido diario antisemita y comienza a leerlo ante la mirada atónita de su compañero.
«¿Te volviste loco?», le dijo el amigo. «¿Cómo se te ocurre leer un diario que habla pestes de los judíos?».
«Es simple», le respondió. «Ocurre que leer este diario me llena de satisfacción y emoción, mientras que cuando leo diarios judíos me vienen ganas de llorar. Allí leo que hay pogroms en Polonia, persecuciones en Checoslovaquia, pintadas antisemitas en Hungría, desgracias en Rumania, árabes atacando judíos en la Tierra de Israel. ¡¿Cuántas tragedias más pueden haber?! Sin embargo, abro el diario antisemita, veo que los judíos somos los dueños del mundo, manejamos la prensa mundial y las compañías más exitosas del planeta. No sólo éso; se dice ahí que los líderes del mundo hacen lo que les decimos. ¿Qué diario leerías tú?».
Muchas veces existe un abismo entre la autopercepción de un pueblo y la percepción que el mundo tiene de él.
A propósito, el gran pecado de los espías no fue el ver gigantes entre los pueblos de Canaán sino un defecto en su autopercepción. Cuando regresaron al campamento dijeron ante los hijos de Israel: «Y allí vimos a los gigantes... ya parecíamos ante nuestros ojos como langostas; y así éramos ante sus ojos» (Bamidvar; 13-33).
Aquí, en Parashat Balak, ocurre algo similar. No sé cuántos son los judíos que podrían elogiar al pueblo de Israel del mismo modo que lo hace Bilam. Sin duda tenemos notables aspectos positivos como comunidad. Pero quien habita en las entrañas del pueblo de Israel, sabe que junto a estas virtudes se esconden no pocos defectos. Bilam sólo ve virtudes en Israel.
El Midrash dice en nombre de Rabí Aja:
¡Merecían las admoniciones salir de boca de Bilam y las bendiciones de boca de Moisés! Ocurre que de haberlos maldecido Bilam, Israel habría dicho: «¡Nos maldice quien nos odia!». Y si Moisés los hubiera bendecido, las naciones del mundo habrían dicho: «¡Los bendice quien los ama!». Dijo el Santo Bendito: «¡Que sean amonestados por Moisés, quien los ama, y bendecidos por Bilam, quien los odia!». (Devarim Rabá; 1-4).
La crítica del que odia es previsible y - por ende - carente de valor objetivo. A menudo escuchó a la dirigencia iraní y a la de ciertos países árabes afirmar que en Israel se violan los Derechos Humanos, y suenan como una cofradía de carniceros pronunciándose en favor del vegeterianismo.
En lo que respecta a la bendición del que ama, no cabe duda que esta es importante sobre todo si el que bendice es un padre o un maestro. Sin embargo, también ella carece - en cierta medida - de valor objetivo.
El hecho de que sea el que odia - Bilam - aquel que bendice a Israel, es lo que confiere a su bendición un carácter extraordinario.
Ésto explica la razón por la cual el Ma Tovu fue elegido para encabezar la liturgia diaria de Israel.
La bendición de un antisemita tiene un valor especial. O como diría aquel viejo cuento: «¿Qué diario leerías tú?».
¡Shabat Shalom!