Muchos de los que apoyan a Israel en el mundo reconocen una tendencia preocupante en el consenso público sobre el Medio Oriente. Podría llamarse el "Síndrome de regreso al año 1948".
Esta vieja-nueva posición supone que todo intento de solucionar el conflicto israelí-palestino está destinado al fracaso si se limitan las raíces del problema sólo a los resultados de la Guerra de los Seis Días. Si acaso se consiguiera llegar al fin de la conquista con algún acuerdo territorial, aún así, "la cuestión del 48" dejaría sobre el tapete un ensamble enorme de problemas no resueltos después del nacimiento del Estado de Israel.
Los asuntos relacionados con los sucesos de 1948 son mucho más complejos que los de 1967. Uno de ellos es si acaso los palestinos pueden, finalmente, aceptar lo creado ese mismo año: Israel como Estado judío. Al mismo tiempo, si los israelíes son capaces de admitir los trágicos resultados de dicho acontecimiento sobre los palestinos: la conversión de por lo menos 700.000 de ellos en refugiados.
Numerosos judíos e israelíes temen ocuparse de esta última pregunta, a pesar que les resulta claro que la actitud tomada desde los Acuerdos de Oslo - intentar arreglar el desorden creado en 1967 - fracasó. La gran mayoría de los israelíes creen que no existe problema alguno; ellos dicen: acontecieron hechos negativos, pero la culpa es de los palestinos que comenzaron una guerra contra el Estado judío que nació en ese entonces; si tan sólo hubieran aceptado el plan de repartición de la ONU, todo ese sufrimiento se hubiera evitado.
Los palestinos responden con la pregunta del porqué tendrían que haber aceptado sólo el 45% del territorio en un país donde ellos en ese momento eran la mayoría.
Aunque se rechace la pregunta o se adjudique a los árabes la responsabilidad total por la guerra, es imposible desentenderse de los resultados: cientos de miles de personas fueron desposeídas de sus casas, y también Israel tuvo un rol central en dicho proceso.
Otro motivo del temor a la regresión de muchos israelíes al año 1948 es su preocupación a que todo debate sobre el inicio del problema de los refugiados palestinos, conducirá finalmente a la desaparición de Israel como Estado judío. Ellos temen que el derecho al posible retorno de éstos, y de millones de sus descendientes, traerá aparejada una gran ola de emigración suficiente como para borrar la mayoría judía israelí. Judíos e israelíes también están preocupados de que todo debate sobre 1948, suscite automáticamente preguntas sobre la legitimidad del Estado.
Varios diplomáticos y políticos creen que en las negociaciones de paz deben tratarse los problemas creados en el '48 y enfrentarse con esas disyuntivas. No resultará algo imposible de lograr. Habrá quienes se tienten en regresar a términos apaciguadores: "Aunque exista un reconocimiento del derecho al retorno palestino, éste jamás se concretizará en una dimensión de la que se pueda temer". El reconocimiento llevará al regreso de un número simbólico de refugiados palestinos y a la creación de un fondo de rehabilitación e indemnización de billones de dólares, tal como se propuso en el Plan Clinton.
El problema es que estos argumentos no convencerán a muchos de los escépticos, y no sólo porque parecería que los palestinos no lo vayan a aceptar.
Talvez otra línea de acción podría brindar más frutos. Los sionistas, dentro y fuera de Israel, deberían preguntarse si el reconocimiento de las dificultades de los palestinos en 1948 significa obligatoriamente un acuerdo al retorno completo. ¿Será que es imposible tratar de percibir el dolor de alguien sin la promesa de retroceder las agujas del reloj? En ocasiones, sólo el reconocimiento y la aceptación de la responsabilidad pueden renovar procesos.
Esta situación puede insinuar el fracaso de los esfuerzos anteriores. Podría ser que en las relaciones entre ellos y los palestinos, los israelíes vienen de Marte y los palestinos de Venus. Los israelíes serían algo así como esos hombres súper pragmáticos que irrumpen sin escuchar el llanto de la mujer y se apresuran en encontrar soluciones sin entender que ella quiere - más que nada - que la oigan, que se identifiquen con su dolor.
En lugar de debatir acerca de 1948, los israelíes prefieren hablar de cuentas bancarias y calcular sumas de indemnizaciones que ayuden a extinguir el problema. Si se procede de tal forma, el problema nunca desaparecerá. Sin embargo, si los israelíes logran enfrentar la verdad en lo que respecta a lo sucedido en el año de su independencia y reconocer el sufrimiento palestino, los logros serían enormes.
Hay quienes preguntarán de inmediato - al estilo marciano - ¿qué forma tendrá este reconocimiento? Quizás se podría resucitar la idea propuesta en Taba: la creación de un panel compuesto por historiadores de ambos pueblos, o adoptar el proceso de "la verdad y la reconciliación de Sudáfrica". La forma exacta es menos importante que la idea misma: Un análisis honesto de los acontecimientos que obligaron a los refugiados a huir en lugar de concentrarse con denuedo a evitar su retorno masivo. En mis múltiples conversaciones con palestinos puedo comprobar que este es el reconocimiento que ellos solicitan.
Si la mayoría de los israelíes así lo creen - y deben creer - no tienen porqué temer en destacar el precio exacto pagado por otros. La honestidad moral obliga a hacerlo. Si esto se hace paralelamente a un proceso similar de reflexión nacional en el seno de los palestinos, quizás se logren destruir las barreras que obstruyen las negociaciones de paz.
* El autor es columnista de "The Guardian" y "Jewish Chronicle".
Fuente: Haaretz - 18.9.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il