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La Shoá como «shmate»

Binyamín Netanyahu Parecía difícil que Netanyahu batiera su propio récord de jutzpá, una nefasta faceta personal y estilo de hacer política. Pero lo logró. Y no sólo eso. Con un par de frases llevó también todo el debate en torno al conflicto israelí-palestino - incluso su entendimiento - a otro nivel de demencia.

¡Qué frases! Los guionistas de Hollywood se morirán de envidia. Los historiadores en todo el mundo, que por décadas - y sin éxito - trataron de ubicar el momento exacto en que Hitler apretó el botón de la «Solución Final», querrán cambiar de profesión.

En la historia según Bibi todo ocurrió entre las 16:30 y las 17:45 de la tarde del 28 noviembre de 1941 en Berlín, durante el encuentro entre el Führer y Haj Amin al-Husseini, el mufti de Jerusalén y líder nacional palestino. Según él, hasta aquel entonces Hitler no quería exterminar a los judíos, sino expulsarlos (sic), pero el mufti lo hizo cambiar de idea (sic).

- Si expulsa a los judíos, todos ellos vendrán aquí (a Palestina) - le dijo el mufti.

- Entonces, ¿qué debo hacer con ellos? - preguntó Hitler.

- Quemarlos - respondió Al Husseini.

Así, Bibi resolvió en 20 segundos uno de los grandes misterios de la historia. Sólo que todo este diálogo es totalmente apócrifo, no está en los documentos de la época ni en ningún otro lugar, salvo en la imaginación de nuestro primer ministro.

Prof. Dina Porat (Yad Vashem): «Es un completo disparate»; Prof. Moshé Zimmerman (Universidad Hebrea de Jerusalén): «Es algo al borde del negacionismo»; Tom Segev (autor de «El Séptimo Millón; Los israelíes y el Holocausto»): «Es un cuento inoportuno».

Quizás sería algo sólo para reír, una buena escena en una comedia sobre la Shoá si no fuera por el momento y contexto.

El malvado mufti Al Husseini que, exiliado en Europa, oponiéndose al colonialismo británico y buscando garantías para la Palestina independiente se alió con los nazis - pero nunca fue nada más que un peón en su propaganda -, hizo su reaparición de las tinieblas de la historia (¡con diálogo y todo!) en el ferviente discurso que Bibi pronunció ante el Congreso Sionista, celebrado en medio de la ola de enfrentamientos entre israelíes y palestinos con Jerusalén y la Mezquita de al-Aqsa como epicentro del nuevo terremoto.

Mencionar al mufti - verdadero instigador de ataques a judíos en los años '20 e instigador del Holocausto - tenía dos propósitos:

1) Aparentar que el motivo detrás de la actual violencia palestina no es el la ocupación y el colonialismo, sino el viejo odio y antisemitismo genocida que se remonta a la época pre Israel.

2) Completar el paso de la política del miedo: después de que el acuerdo nuclear con Irán le quitó a Bibi su principal arma política - la bomba iraní bautizada por él como segundo Holocausto -, pasó a tiradores de piedras, al terror de los cuchillos y finalmente a palestinos artífices de la «Solución Final».

La reciente jutzpá de Netanyahu es sólo otro caso de la vieja operación que la Prof. Idith Zertal (Universidad de Tel Avivi) llamó «la nazificación de los palestinos, que consiste en:

1. La identificación de los palestinos desplazados por la creación de Israel (1948), luego del Holocausto, mediante su transformación en amenaza existencial, su deshumanización y demonización, reforzando la idea de victimización judía y de Israel-nación en estado de emergencia permanente.

2. El desplazamiento temporal y espacial de amenaza nazi a los palestinos y a Oriente Medio para justificar su desalojo y otras prácticas coloniales, sobre todo después de la Guerra de los Seis Días en 1967.

3. La normalización y legitimación de la ocupación y colonización israelí provisto de un argumento moral (los 6 millones) y visto como medida preventiva contra un nuevo Auschwitz.

Por si fuera poco, los palestinos también caen víctimas de una transferencia del trauma.

Bien escribió en ese contexto el periodista David Hearst: «Con el paso del tiempo y las nuevas generaciones, el trauma post Holocausto en Israel - igual que el miedo como objeto de manipulación - crece y paraliza, pero su objetivo ya no son los que realmente mataban: alemanes, ucranianos, o polacos, sino los palestinos».

La mayoría ya no evoca la imagen del exterminio en marchas de miembros de las SS en Riga o marchas con antorchas de neonazis ucranianos responsables por la masacre de 34 mil judíos en Babi Yar en septiembre de 1941, en la primera fase de la «Solución Final» - antes del encuentro mufti-Hitler y sin que haga falta su incitación -, sino en las marchas de Hamás.

En fin: la sola idea de que Hitler era un antisemita despistado que necesitaba preguntarle a Al Husseini qué hacer con los judíos es absurda y ahistórica.

Hitler trataba su antisemitismo en serio y lo aplicaba a todos los semitas. También detestaba a los árabes. Contrariamente a la leyenda, sentía aversión por el mufti. Lo recibió una vez para la foto pedida por la propaganda y no quiso verlo nunca más.

También contrariamente a la leyenda, en la historia del mundo árabe no hubo casos de odio y persecuciones como los de Europa culminados con la Shoá.

Según Norman Finkelstein «Hasta ahora el Holocausto era una gran hecatombe; hoy, gracias a Netanyahu, ya es sólo un shmate (trapo, en idish) para todos los usos políticos del momento».