Es imperioso, sí, esforzarse seriamente para lograr la reanudación de las negociaciones entre Israel y los palestinos y abordarlas con espíritu abierto para tratar de hallar una solución. Pero de nada servirá lo que allí se trate, hasta que no cambien ciertas cosas muy de fondo del lado palestino.
De nada ayudará un acuerdo en papel que eventualmente se logre -aunque de todos modos eso parece hoy totalmente inalcanzable - mientras el discurso en la calle palestina sea de martirologio y asesinato.
Y no, no estamos alegando, ni lo creemos, que eso es lo que sienten todos los palestinos. Pero es sí lamentablemente el discurso que se ha impuesto en la calle; y la responsabilidad la tienen no sólo las redes sociales sino también las propias autoridades palestinas.
Este jueves, el vice gobernador de Jenín, en el norte de Cisjordania, afirmó que «queremos a nuestros hijos vivos, estudiando, progresando, no en bolsas de plástico negras». Pedía a Israel que devuelva los cuerpos de los tres palestinos que el miércoles mataron a la joven Hadar Cohen, de 19 años, efectivo en la Guardia de Fronteras, que con otra compañera, aún internada por sus heridas, lograron de hecho impedir un ataque de mucha mayor envergadura.
El vice gobernador dijo que si se devuelven los cuerpos, eso ayudará a calmar los ánimos en su aldea, Qabatia.
Los tres palestinos fueron abatidos tras disparar hacia la mencionada combatiente y atacar a una segunda. Habían llegado a la Ciudad Vieja de Jerusalén armados con armas automáticas Karl Gustav, cuchillos y cargas explosivas, con la evidente intención de cometer un atentado masivo que podría haber cobrado decenas de víctimas, no sólo militares sino también civiles, en una zona de gran movimiento. Fueron interceptados a tiempo por las dos jóvenes policías.
Otra autoridad municipal de la zona de Jenín, la ciudad más cercana a Qabatia, aseguró que «controlamos en nuestras escuelas y secundarias, todos los días, y si falta algún joven, notificamos, por si salió a realizar alguna acción armada». En otras palabras: si alguien faltó a los estudios, avisan para cerciorarse que no hayan salido a un atentado.
No tenemos dudas que lo único que quieren numerosos padres y madres palestinos es que sus hijos vuelvan sanos y salvos a sus casas, que no se compliquen en ningún tipo de problemas. También maestros, que eso es lo que desean para sus alumnos.
Pero, lamentablemente, ese espíritu no es el que da el tono hoy en la sociedad palestina. El presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbás, recibió este miércoles en su despacho en Ramallah a las familias de jóvenes palestinos muertos tras acuchillar israelíes, entre ellos civiles jovencitos, a los que asesinaron. Habla de ellos, de los atacantes, como «mártires», los presenta como heroes; y el mensaje desde arriba es que fueron ultimados por los israelíes, «ejecutados» sin razón. Ocultan sus ataques antes de ser neutralizados a tiros.
¿Qué mensaje transmite el presidente a su pueblo, cuando recibe a los padres de los asesinos como héroes?
En nada sorprende que desde Gaza, el portavoz de Hamás, Sami Abu Zuhri, haya calificado de «acto heroico» el atentado de este miércoles en la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Pero otra cosa es oir las reacciones de la madre y hermanas de Muhammad Nazmi Shamasneh, un palestino de 22 años que acuchilló a tres israelíes en un autobús cerca de la estación central de Jerusalén, matando a un soldado y dejando a otras dos personas heridas, antes de ser abatido por la policía israelí.
«Has enarbolado la bandera del islam sobre la mezquita de Al Aksa», dijo la madre. «Y has aplastado a Israel y a Estados Unidos, con la voluntad de Alá. El final se acerca». Una de las hermanas agregó: «Me alegra que mi hermano sea un mártir. Los sionistas lo mataron. Mi hermano es un héroe». Y la otra hermana aseguró que «todos seguiremos los pasos de mi hermano, uno por uno. Estoy feliz porque murió por la mezquita de Al Aksa».
Es el mismo espíritu por el cual días atrás, en el funeral de uno de los terroristas que mató a puñaladas en el asentamiento Mevó Horón a la joven israelí Shlomit Krigman, de 23 años, mujeres repartieron caramelos en señal de celebración.
Si el presidente palestino recibe a las familias de los atacantes que acuchillaron como si fueran héroes ¿por qué no va a suceder esto? Si desde que comenzó esta última ola de atentados, a mediados de setiembre, no condenó ni uno de ellos ¿por qué el pueblo va a pensar que algo está mal? Si la propia televisión palestina, la oficial, de la AP, incita, si asesores de Abbás van a los funerales de los acuchilladores baleados tras atacar y les rinden honores ¿por qué el pueblo va a actuar de otra forma?
Más allá de nuestro deseo de que sí haya un Estado palestino soberano que viva en paz y buena vecindad con Israel, y de la comprensión de que la falta de soberanía no ayuda a sentir dignidad, creemos que el problema central no está allí. No que eso no merece un cambio, sino que los palestinos mismos también tienen responsabilidad al respecto.
El repetido rechazo de las fórmulas propuestas por Israel, de largo alcance, a lo largo de los años, no ayudó en absoluto. La falta de esperanza y de perspectivas prometedoras, no se deben solamente a la inexistencia de un Estado soberano, sino a la situación interna en la sociedad palestina, donde tampoco hay elecciones desde hace ya una década.
El otrora primer ministro de Israel, Ehud Olmert, contó años atrás, que tuvo 33 o 34 encuentros personales con Abbás en un intento de lograr un acuerdo. No se llegó a nada. ¿No habrá aquí un problema de parte del liderazgo palestino? No que del lado israelí falten, claro está. ¿Pero no valdría la pena también analizar qué pasa de ese lado?
¿No será que los palestinos esperan que la presión internacional les solucione todo, sin tener que hacer concesiones?
En un encuentro este miércoles con el profesor emérito Shlomó Avineri, experto en Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén - quien proclama abiertamente que no votó a Binyamín Netanyahu -, este citó al experto en islam y Oriente Medio, el profesor Bernard Lewis, quien dijo que «los palestinos siempre creyeron que alguien solucionaría las cosas para ello: los nazis, los británicos, los comunistas, luego la ONU, la Unión Europea, Obama». Y agregó: «Con su actitud, pueden causar serios daños a Israel, pero nada se solucionará sin negociaciones».
Israel y los palestinos tienen que volver a dialogar. Pero más importante todavía que eso es que se termine el discurso de odio. Podrán los palestinos alegar una y otra vez que es por la «humillación de la opresión». Pero saben que la verdad es otra. Ante las cámaras internacionales, podrá hablarse «contra la ocupación». Pero el mensaje interno es que la existencia misma de Israel es una ocupación, un robo. Eso no prepara a ningún pueblo para un acuerdo de paz.
Y ahora resurge lo que de hecho nunca había desaparecido: la convicción de que es sólo cuestión de tiempo hasta que todo esto se traduzca en un nuevo conflicto armado de gran escala en la frontera sur.
Habitantes de las localidades israelíes aledañas a la Franja de Gaza sostienen que oyen ruidos debajo de sus pies. Hamás confirma que cava túneles. Dos de ellos estallaron en los últimos días, en gran medida debido a las fuertes lluvias, sepultando uno de los desmoronamientos a ocho miembros de Hamás y el ultimo a otros dos.
Y Mahmud al-Zahar, uno de los jefes de la línea más extrema de Hamás en Gaza, dijo por televisión, desafiante: «¿Y qué si los israelíes descubren uno, dos o tres túneles? Los túneles ya van más allá de Gaza, hacia el territorio ocupado en 1948».
Traduzcámoslo: los túneles son ofensivos, destinados a cometer atentados en el territorio soberano de Israel, que a ojos de Hamás, es «ocupado desde 1948».
Días atrás, el servicio de seguridad interior de Israel, el Shin Bet, reveló el plan de un terrorista de Hamás que había logrado sobornar a un médico de Gaza para que le certifique en forma falsa una enfermedad que supuestamente tenía, por la cual tendría que recibir tratamiento en un hospital israelí. Y ya adentro, el plan era cometer un atentado.
Y nos preguntamos, más allá de ese plan puntual frustrado: ¿Alguien en su sano juicio puede creer que eso es para ayudar a la causa palestina? ¿No está claro de antemano que lo único que eso puede lograr es que Israel ponga trabas a la recepción de pacientes palestinos de Gaza en sus hospitales?
Estas actitudes son un serio problema. A nuestro criterio, lo son no menos, quizás más, cuando en la práctica se tiene un enfoque similar, pero se esconde en los discursos en inglés ante Europa, mientras se dice «la verdad», en árabe, ante la población palestina; y eso es lo que hacen figuras en el propio gobierno de Ramallah.
Hasta el cansancio pues, podremos repetir: hay cosas muy de fondo que deben cambiar para que se pueda llegar a la paz. Y no dependen sólo de Israel.