Yohanán Ben Leví de la aldea Jish (Yohanán de Gush Halab) fue un héroe de la Primera Guerra Judeo-Romana durante los años 63-74 e C. Su abnegación y coraje fueron motivo para que en los primeros años de existencia del Estado de Israel su nombre aflore nuevamente. En esa oportunidad, no como estrella admirada, sino para convertirse en una mancha negra de la historia judía.
El fin de la guerra de independencia y el armisticio de 1949, dejaron a Israel con un 15% de población árabe en su territorio. Pese a que durante el conflicto la mayor parte de ese grupo étnico huyó y/o fue desterradó por la fuerza (hay versiones en ambos sentidos), la posterior permanencia de 170 mil árabes molestaba al liderazgo sionista. En ese sentido Moshé Dayán, entonces Comandante de la Zona Sur del Ejército de Israel, afirmó «espero que en los próximos años tengamos otra posibilidad de llevar a cabo una transferencia de esos árabes fuera de Israel» [1].
Bajo esta concepción, en 1950, se organizó el «Operativo Yohanán», en memoria de aquél de la aldea Jish, cuyo objetivo se centralizaba en organizar, financiar e inducir a una limpieza étnica para que árabes israelíes se relocalicen en Argentina o Brasil. Esta maquinación estuvo dirigida por Yosef Waitz, dirigente del KKL (Fondo Nacional Judío) y contó con la participación del canciller israelí Moshé Sharet. Estuvieron informados al respecto el premier Ben Gurión, el embajador israelí en Argentina, Yaakov Tzur, y el secretario de la embajada en Montevideo y futuro presidente de Israel, Itzjak Navón [2].
La confabulación continuó con sus preparativos. «En noviembre de 1952 Sharet informó a Waitz que Ben Gurión autorizó la puesta en marcha del Operativo Yohanán». Sharet acentuó que se debe mantener el secreto absoluto. A principios de 1953 el operativo se canceló definitivamente, aparentemente después que las autoridades argentinas decidieron alejarse del caso» [3].
Obedeciendo al viejo y reconocido refrán «yerba mala nunca muere», la idea de la limpieza étnica de palestinos retornó a la escena israelí de estos días.
Naamá Adler Bello, activista y muy allegada a la capa dirigente del Likud, partido de Netanyahu, se siente muy desilusionada por décadas sin solución en el conflicto con los palestinos. Si la fuerza no ayuda, pues el remedio está en «dar dinero a quienes nos odian, toneladas de dinero, en vez de la sangre de nuestros hijos». En una extensa y detallada entrevista, Naamá Adler expone su plan de limpieza étnica de palestinos de Israel, Cisjordania y Gaza por medio de incentivos económicos como trampolín de un futuro escaño de su partido en el Parlamento a sabiendas de que el 37% de la población judía de Israel apoya la idea de dar dinero a palestinos para que abandonen la región [4].
Los argumentos de la iniciativa son una clara demostración de hasta qué punto ha arribado la degeneración de lo que históricamente fue el humanismo judío.
El plan descripto en la entrevista propone a los árabes «abandonar la vida difícil del gueto y probar suerte en el gran mundo. Suponiendo que sean transferidos a Sudamérica, principalmente a Chile, cada año saldrían unos 250 mil jóvenes que costarían unos 13 mil millones de dólares al tesoro israelí (6 mil dólares de costo por familia israelí que se agregarían a los 10 mil que ya pagan anualmente por presupuesto de seguridad. DK). Árabes mayores son menos responsables de actos terroristas, por lo tanto no es rentable invertir en trasladarlos a otro país».
Adler no se satisface únicamente con embarrar al judaísmo con ideas racistas y aberrantes. Para justificar su monstruoso programa, esta activista de extrema derecha recurre a intolerables símbolos de la Shoá nazi.
La culpabilidad de una perversión racista la quiere «arreglar» con ese dinero que les sobra a los judíos. «Israel y el pueblo judío tienen dinero por trillones. Yo quiero que el dinero sea pagado con orgullo, no con vergüenza, no a escondidas por medio de una ONG. TAMBIEN MIS PADRES RECIBIERON INDEMNIZACION DE LOS ALEMANES. Que los árabes reciban miles de millones y vivan una gran vida», afirmó Adler sin que se le mueva una pestaña.
Peor aún es su idea respecto del tratamiento a árabes que decidan quedarse en Israel. Para ellos sugiere lo siguiente: «Si se comportan lealmente con el país, propongo sellar una estrella en su documento de identidad para identificarlo como tales. IGUAL QUE LA ESTRELLA AMARILLA DE LOS NAZIS, pero al revés. Es para no tener que molestarlos con revisaciones de su cuerpo».
Esta activista recurre a argumentos racistas e integra elementos del comportamiento nazi del pasado. Pero es judía y con ideas de ultraderecha. En el Estado judío y democrático de nuestros días un plan de este contenido en boca de un judío se considera «un pensamiento extremo, pero normal». Por lo tanto es inconcebible que sea culpada.
El mundo se convence cada día más que instituciones del pueblo judío se aferran a la excepcionalidad para justificar expresiones y actos racistas a los que parte de sus miembros recurre con facilidad ante la aprobación general de sus componentes. Organizaciones judías se jactan de valores humanos del judaísmo y hasta pretenden dar lecciones a sociedades que las circundan (como DAIA en Argentina), pero rehúsan dar la cara y luchar en contra de la descomposición en la escala de valores del judaísmo israelí.
Asumir este derecho divino no hace más que generalizar y legitimar el desprecio a los judíos y sus organizaciones. El apoyo de políticos y dirigentes de organismos locales a instituciones judías de la diáspora obedece a intereses muy precisos y generalmente materiales sin la mínima conexión a valores humanos del judaísmo.
En tanto y en cuanto Naamá Adler Bello continúe disfrutando de la playa de su lujoso barrio en Cesárea, en vez de ser juzgada por incitación al racismo, todo el judaísmo será culpado y nadie podrá quejarse de manifestaciones anti-judías y anti-israelíes. Los hechos los conoce todo el mundo y la hasbará (esclarecimiento) no ayudará en nada.
Ojalá me equivoque...
[1] «Historia secreta de la transferencia de árabes»; Arik Ariel; Haaretz; 27.11.13.
[2] «Firme en su posición. Yosef Waitz y su idea de limpieza étnica»; Yossi Katz; Lecturas de la creación del Estado; Tomo 8; Pág. 347-353; Instituto Ben Gurión; Universidad del Negev.
[3] Arik Ariel; Idem.
[4] «Lleven abrigo, dinero y un poco de azúcar; Entrevista a Naamá Adler Bello» Roí Chiki Arad; Suplemento Haaretz; 12.2.16.