"Los jóvenes en Israel tienen buenas razones para estar enojados. Evidentemente, la aspiración dominante en la época de la creación del Estado judío, de construir una sociedad que sea un símbolo prominente de justicia social, ha fracasado".
Con estas declaraciones, el galardonado economista Joseph Stiglitz, se sumó al respaldo masivo de casi medio millón de ciudadanos israelíes que reclaman en las calles, mayor justicia social.
Las palabras de Stiglitz recuerdan dolorosamente a las de otro gran premio Nobel, Paul Samuelson, quién en 1948, en la mítica primera edición de su "Introducción a la Economía", aseveraba con entusiasmo, que el entonces naciente Estado de Israel lideraría rápidamente el ranking mundial de la igualdad.
Entre la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, el Estado hebreo se enfrenta al desafío más tanguero de su historia: mejorar la distribución de los recursos nacionales para volver a enamorar a su gente, y resignificar las cualidades de su identidad nacional.
Padre rico - Padre pobre
Un reciente informe de distribución del ingreso y equidad de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), revela que la brecha entre ricos y pobres en Israel es la mayor de todo el mundo desarrollado. Mientras 19 familias son dueñas del 34% del ingreso anual que generan las principales 500 empresas del país, la mayor parte de la población acude a diversas fuentes de financiamiento para poder pagar las cuentas a fin de mes.
De acuerdo a la Encuesta de Ingreso en los Hogares del año 2009, elaborada por la Oficina Central de Estadísticas de Israel, el ingreso neto mensual de una familia tipo se eleva a 2.887 dólares, en tanto sus egresos se estiman en 3.308 dólares.
El déficit mensual es aún más sugestivo para las familias más carenciadas. El ingreso neto promedio de una familia perteneciente al 10% más pobre de la población alcanza los 688 dólares mensuales que, frente a egresos de 2.014 dólares, representa un déficit mensual de casi dos veces el valor de sus ingresos.
Sólo el 30% más pudiente de la ciudadanía de Israel tiene un déficit mensual inferior al 6% de sus ingresos, en tanto el 10% más rico de la población goza del raro privilegio de ahorrar, en promedio, una quinta parte de sus ingresos.
Respecto a la composición del gasto, casi las tres cuartas partes de las erogaciones de la sociedad israelí se concentran en cuatro rubros: vivienda (24,4%), transporte y comunicaciones (19,1%), alimentos (16,3%) y educación y entretenimiento (13,9%). Tal como se espera, las familias más pobres tienden a dedicar la mayor cantidad relativa de sus recursos a vivienda y alimentos, en un promedio de la mitad de sus egresos, mientras las familias más ricas dedican 35% de su desembolso a educación, entretenimiento, comunicaciones y transporte; aunque la vivienda representa, también para ellos, el principal componente de sus salidas de dinero.
La demografía tampoco es ajena a la distribución de la riqueza nacional. El 10% de los hogares más pobres de Israel promedia los 4,6 miembros, en tanto las familias que integran el 10% más rico de la sociedad tienen dos integrantes menos y, por ende, el gasto familiar se asigna a un 43,5% menos de destinatarios.
Desde el punto de vista laboral, las unidades familiares árabes y de judíos ortodoxos presentan mayor resistencia en cuanto a su integración al mercado de trabajo. Su asimilación al ámbito laboral permitiría generar mayor equidad en la distribución de la carga impositiva y de los subsidios públicos.
Según ha indicado recientemente el Dr. Arnón Sofer, demógrafo de la Universidad de Haifa, el 50,3% de los árabes israelíes y el 52% de los judíos ortodoxos de Israel con más de 20 años de edad, no forman parte de la población económicamente activa, es decir, de aquellas personas que trabajan o están dispuestas a trabajar.
Se estima que los árabes-israelíes representan el 20,4% de la población del país, mientras que la población ortodoxa judía no superaría el 10%. La desigualdad en la distribución del ingreso encuentra alta correlación con la resistencia, de los hombres judíos ortodoxos y de las mujeres árabes, a integrarse formalmente a la fuerza laboral. En este sentido, la tercera parte más pobre de las familias israelíes no alcanza el promedio de un receptor de ingresos por familia, mientras que para el tercio más rico de la sociedad israelí, ese mismo indicador supera 1,6 receptores de ingresos, y en profesiones de alto grado de especialización, valor agregado y rentabilidad.
Soluciones genuinas
Según la consultora de opinión TrendIT, el 49% de los "indignados" israelíes, quienes demandan en las calles mayor justicia social, pertenece al 30% más rico de la sociedad, y el 87% de los manifestantes, a la mitad más pudiente del país.
La materialización de los reclamos en respuestas concretas a favor de los manifestantes, y sin perjuicio de los verdaderos "descamisados", requiere comprender las verdaderas causas del problema distributivo en Israel, que no radica en sus aspectos coyunturales sino en la esencia misma de los desafíos a largo plazo que deberá enfrentar el Estado judío. Toda solución genuina deberá contemplar, al menos, los siguientes tres frentes:
* Política y seguridad: Alcanzar una solución razonable con la Autoridad Palestina, para la creación y construcción de un Estado palestino, que ofrezca a la población israelí mayor seguridad y a menor costo.
* Reasignación de recursos: Reorientar los fondos destinados, en la actualidad, a perpetuar la ocupación en Cisjordania, hacia los sectores sociales que representan los verdaderos intereses nacionales de Israel.
* Regulación: Coordinar las medidas adecuadas que garanticen el Estado de Bienestar. En especial, educación pública a partir de edad más temprana que los actuales seis años, liberación de tierras fiscales junto a condiciones crediticias más flexibles para la adquisición del primer inmueble familiar y mayor competencia en los sectores alimenticios de alto valor agregado y de bienes de consumo en general.
Ha llegado el tiempo de abandonar las suspicacias y comenzar a actuar. El futuro de Israel depende de ello.
* El autor es Director General de Bacalor Strategic Consulting
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