Más allá de todas las quejas palestinas, hay un hecho concreto; hecho, no narrativa: En 1947 el movimiento sionista aceptó el plan de partición de Naciones Unidas, mientras que la parte árabe lo rechazó y decidió ir a la guerra. Los efectos no pueden divorciarse de las causas.
El 1 de septiembre de 1939, la Alemania nazi invadió Polonia. Esa es la verdad, no la narrativa. El 7 de diciembre de 1941, aviones japoneses atacaron y destruyeron la Flota del Pacífico de EE.UU en Pearl Harbor: verdad; no, narrativa.
Por supuesto, también existen narrativas. Por ejemplo, los alemanes tenían no pocas quejas respecto de Polonia. En primer lugar, que en el Tratado de Versalles de 1919, las potencias occidentales victoriosas la hubieran despojado de territorios con una gran población alemana autóctona para anexarlos a Polonia (el "Corredor Polaco"), mientras declaraban a Danzig, que había sido una ciudad alemana por generaciones, una urbe internacional. Además, la Alemania nazi acusaba al gobierno polaco de discriminar a los alemanes autóctonos bajo su jurisdicción.
No todas las quejas de la narrativa alemana carecían de fundamento, pero el hecho cierto es que el 1 de septiembre de 1939 fue Alemania quien atacó a Polonia, y no al revés.
También existe una narrativa japonesa: Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda impusieron un embargo a la exportación de hierro, acero y petróleo de Japón tras su invasión a China. Japón sugirió negociar sobre estos asuntos, pero EE.UU lo rechazó, por lo cual, Japón consideró el embargo como un acto de agresión que amenazaba con paralizar su economía.
Estas eran quejas muy importantes, y es imposible ignorar el hecho de que la actitud norteamericana e inglesa tenía cierto tufillo de racismo blanco en contra del creciente poder "amarillo" de Asia Oriental. Pero la verdad es que el 7 de diciembre de 1941 fue Japón quien decidió atacar a EE.UU; no fue EE.UU quien atacó a Japón.
¿En qué radica la importancia de todo esto? En los recientes debates acerca de la "Nakba" palestina, surgió la queja acerca de la existencia de dos narrativas diferentes: una israelí y otra palestina; por lo tanto, deberíamos prestar atención a ambas. Por supuesto, eso es cierto: junto a las demandas sionistas-israelíes acerca del vínculo del pueblo judío con su patria histórica y la situación miserable de los judíos, también hay quejas del lado palestino que consideran a éstos solamente como grupo religioso y al sionismo como un movimiento imperialista.
Pero más allá de estas quejas está el hecho concreto; hecho, no narrativa: En 1947 el movimiento sionista aceptó el plan de partición de la ONU, mientras que la parte árabe lo rechazó y decidió ir a la guerra. Y toda decisión de ese tipo tiene consecuencias efectivas, tal como las tuvo en 1939 o 1941.
La importancia de esta distinción se clarifica leyendo detenidamente el editorial publicado recientemente en The New York Times por el presidente palestino, Mahmod Abbás. Abbás hace referencia a la decisión sobre la partición en su artículo pero no dice una sola palabra acerca de los hechos; quienes la aceptaron y quienes la rechazaron. Se limita a afirmar que "Poco después, las fuerzas sionistas expulsaron a los árabes palestinos".
Es el mismo caso de los alemanes cuando hacen referencia a la expulsión de 12 millones de ellos de Europa del Este después de 1945, pero no mencionan el ataque nazi a Polonia; o de los japoneses que hablan de Hiroshima, pero olvidan mencionar el ataque a Pearl Harbor. En ese caso no se trata de una "narrativa"; eso es simplemente faltar a la verdad. Los efectos no pueden divorciarse de las causas.
El dolor ajeno debe ser entendido y respetado, y los intentos por impedir que los palestinos mencionen la Nakba resultan completamente absurdos e inmorales: Nadie les impide a los descendientes de los refugiados alemanes de Europa del Este comulgar con sus propios sufrimientos.
Pero así como a nadie, ni siquiera en las escuelas alemanas, se le ocurriría enseñar hoy aquella narrativa alemana sobre la Segunda Guerra Mundial, tampoco la guerra de 1948 debería ser enseñada como una batalla entre narrativas. En el análisis final hay una verdad histórica. Y evitando ignorar el sufrimiento ajeno, es como deberían enseñarse unos asuntos tan delicados.
Fuente: Haaretz - 20.6.11
Traducción: www.argentina.co.il