Israelíes es lo que somos y nuestra lealtad es para con el Estado de Israel. Punto y aparte. La complejidad de capas que subyace detrás del término "el Estado de Israel" no debe ser diseccionada o vaciada en un molde de un tipo u otro.
Con frecuencia, se les pide a los judíos de la diáspora que respondan a la pregunta de si el sentido de su lealtad se debe a su país o a sus compañeros judíos. ¿Serían ellos alemanes judíos? ¿Franceses o judíos?
Esta pregunta resonó, por ejemplo, durante el caso Dreyfus, en Francia, en 1894, cuando un oficial judío del ejército francés fue acusado de traición. Era razonable que Alfred Dreyfus hubiera sentido lealtad hacia sus compañeros judíos en Alemania, enemigos acérrimos de Francia, y no los franceses, argumentaron sus acusadores.
Theodor Herzl, quien cubrió el caso para un periódico de Viena, comprendió que sólo había una manera de eliminar la brecha que separa a los judíos de su ciudadanía, escindiendo el sentido de lealtad hacia su herencia judía de su lealtad como ciudadanos de su país y estado, una nación-estado para el pueblo judío, es decir, el Estado de Israel.
Y ahora, más de un centenar de años más tarde, y en un sorprendente e irónico giro de la historia, refutando completamente esa lógica abrazada por Herzl, Israel ha decidido restablecer esta antigua división y abrir una brecha otra vez entre los judíos y su estado, entre su judaísmo y su "israelidad".
Los primeros indicios de esta calamitosa confusión han estado presentes en la cultura israelí desde hace años. Los jóvenes discuten con exagerada importancia sobre la cuestión de qué es lo primero, si ser judío o ser israelí, examinándolo desde todos los ángulos posibles y olvidando que ser israelí significa poner fin a la doble identidad a la que han sido sometidos los judíos en el curso de la historia, aquel tipo de respuesta por la que se ha derramado tanta sangre.
Israelíes es lo que somos, y nuestra lealtad es para con el Estado de Israel. Punto y aparte. La complejidad de capas que subyace detrás del término "el Estado de Israel" no debe ser diseccionada o vaciada en un molde de un tipo u otro. Toda una historia subyace en la combinación misma de las palabras "el Estado de Israel."
Tampoco vamos a restar importancia a esta complejidad inherente, una complejidad tal vez mucho mayor que la implicada en las historias de otros estados-nación, pero no fundamentalmente distinta, y según la cual, los ciudadanos que son miembros de otras nacionalidades, religiones y culturas, también pertenecen al estado. Ellos, también, son leales al Estado de Israel y a sus leyes.
Por lo tanto, un solo juramento y un deber como ciudadano son válidos para todos, de acuerdo con la relación entre ciudadano y Estado.
Debe decirse, para que los judíos de la diáspora comprendan nuestro punto, que estamos orgullosos de compartir un sentimiento de proximidad nacional con ellos, y que se los invita, en virtud de la Ley del Retorno, a unirse a nosotros y convertirse en israelíes. No vamos a obligarlos a asumir una identidad. Nosotros honraremos su elección, tanto como ellos honrarán la nuestra, esto es, ser orgullosamente israelíes.
La actriz Sofía Loren libró, en su tiempo, una batalla legal con las autoridades fiscales italianas, lucha que le impidió regresar a Italia. En una conferencia de prensa ya famosa, decenas de periodistas se abalanzaron sobre ella preguntando cómo iba a lidiar con eso, dado que la diva era todo un símbolo de Italia. Enojada y elegantemente desafiante, respondió: "Yo soy Italia".
Sin dudas, muchos israelíes entienden lo mismo ahora. Ellos sienten como si tuvieran que responder a una insidiosa pregunta: "¿Israel? ¡Nosotros somos Israel!"
Fuente: Haaretz - 17.10.10
Traducción: www.argentina.co.il