No busquemos nuevas claves para un nuevo proceso de paz en Oriente Medio. No las hay ni con la nueva propuesta de la Liga Árabe, al menos en el horizonte inmediato. Si verdaderamente Israel pretende llegar a un acuerdo con los palestinos, el nudo gordiano que hay que empezar a deshacer no está antes que nada en un Estado independiente, sino en Jerusalén.
Jerusalén unificada se destruye en pedazos. La capital de israelíes - judíos y árabes - se convirtió, a raíz de intentos malignos y malintencionados, en capital de extremistas peligrosos, usurpadores y sediciosos.
El calendario es una forma de memoria colectiva; registra los acontecimientos relevantes, la visión de la historia; nos permite desplegar un sin fin de conceptos, de reflexiones y de interrogantes que nos invita año tras año a reactualizar los mensajes de cada festividad.
Han sido muchos los intentos para conseguir la paz sellados en Camp David, Oslo, Madrid, Washington o Annápolis.
El mensaje de un Estado moderno que festeja 65 años de su independencia, es que no queda más remedio que volverlo a intentar.
Cualquier liderazgo palestino serio deberá saber que la promesa retórica de retorno al hogar y a los olivos abandonados en 1948 es un espejismo irresponsable que contradice fundamentalmente la lógica de un Estado palestino independiente.
«He podido observar que en este mundo, los perversos suelen congregarse en mutuo compadrazgo; aunque se detesten unos a otros, en eso reside su fuerza» (Julio César)