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El tiempo se acaba

122Estimados,

2014 es el año más crítico de la história para las relaciones israelíes-palestinas. El tiempo se acaba. Si no se trata rápidamente de que los líderes de ambas partes así como los de la comunidad internacional recapaciten, seremos testigos del fin de una solución basada en dos Estados. Puede que ya sea demasiado tarde y nadie sabe las trágicas dimensiones que derivarán de ello.

Nos estamos aproximando rápida y peligrosamente al fin de las oportunidades para una solución al conflicto israelí-palestino que incluya dos Estados, ya que los principales saboteadores - las organizaciones terroristas en Gaza y Cisjordania y los grupos de fanáticos mesiánicos judíos - se sentaron en el asiento del chofer. Hamás, la Yihad Islámica y sus socios están ocupados en que dicha solución se torne inconcebible, mientras que los  fundamentalistas israelíes, muchos de ellos instalados en el Gobierno hebreo, obran sistemáticamente para hacerla imposible.

Si las organizaciones terroristas palestinas continúan armándose, lanzando misiles y llevando a cabo atentados, ningún gobierno israelí podrá tolerar el control palestino independiente en Cisjordania y Gaza, tal como quedó demostrado en el operativo «Margen Protector»: millones entrando y saliendo de refugios durantes 50 días, una economía paralizada y una situación social catastrófica.

Por otro lado, si el liderazgo de los colonos israelíes sigue con el objetivo de apropiarse de la mayor parte de Cisjordania, cualquier solución propuesta será imposible de llevar a la práctica. Conviene recordar que desde 1976 ningún gobierno israelí se esforzó realmente para desmantelar asentamientos declarados ilegales o no autorizados por las mismas autoridades hebreas, a pesar de haber asegurado infinidad de veces que tomarían dicha medida.

O sea que se está haciendo muy dificultoso ver como los asentamientos pseudo legales con aproximadamente 300.000 colonos empalagados de influencias mesiánicas, serán removidos algún día.

Es difícil creer que el actual Gobierno de Netanyahu pueda resistir la presión de la dirigencia de los colonos y de los partidos de la ultraderecha nacionalista que lo amparan para que aún sea posible implementar una fórmula encaminada hacia dos Estados. La total falta de tratativas con la Autoridad Palestina (AP) no anticipa buenas noticias al respecto.
 
Sin un acuerdo estable basado en dos Estados, lo que tendremos a corto plazo será una nación israelí atrincherándose detrás de un muro de seguridad cada vez más alto que no detiene cohetes, defendiéndose de un Estado palestino fracasado en Cisjordania y Gaza gobernado por elementos como Hamás, de un Estado fracasado gobernado por Hezbolá en Líbano y de un nuevo califato fracasado gobernado por el Estado Islámico en Siria e Irak.
 
Por lo tanto, quien crea en la necesidad de un Estado palestino, o apoya a Israel, vale la pena que empiece a preocuparse. Ésto no es un examen. Estamos en una encrucijada de la historia.
 
Lo que convierte a este asunto en algo tan complicado para la Administración Obama es el hecho de que la diplomacia en Oriente Medio se transformó como resultado de la pseudo «primavera árabe» y de la desintegración regional desde los Acuerdos de Oslo, en tres vías fundamentales.
 
Hace muchos años atrás, el ex canciller norteamericano, Henry Kissinger, podía aterrizar en tres capitales diferentes , reunirse com tres reyes, presidentes o primeros ministros, y firmar un acuerdo que era mantenido. Eso se acabó. Actualmente un diplomático que lucha por la paz, necesita ser al mismo tiempo constructor de naciones y negociador.
 
Los palestinos se encuentran tan divididos política y geográficamente que la mitad de la diplomacia norteamericana tendrá que dedicarse a encontrar una forma de obtener la paz entre ellos, además de ayudar a reconstruir sus instituciones para mantener un Gobierno coherente y legítimo capaz de tomar decisiones. Todo eso, antes de que intente promover la paz entre israelíes y palestinos.
 
Hamás sigue conservando el poder de veto sobre cualquier acuerdo de paz. La organización fundamentalista fue culpable de provocar una guerra que devastó a los habitantes de Gaza. Pero Hamás no se bajará del escenario. Los radicales islamistas continúan rearmándose a pesar de su accionar suicida, profundamente arraigado a su ideología.
 
La AP, liderada por Mahmud Abbás, no asumirá ningún compromiso con Israel mientras sepa que Hamás, en posición de fuera de juego, la denuncie como colaboracionista - o «colabora-sionista» - y traidora. Por lo tanto, la segunda misión para EE.UU y los países árabes - y en menor grado para Israel -, es encontrar la fórmula mágica que permita a Hamás formar parte del nuevo Gobierno de unidad nacional. Algo actualmente imposible.
 
A Israel no le alcanza con que parte de la comunidad internacional y parte del mundo árabe reconozca que Hamás obró criminalmente con la responsabilidad para con su pueblo. El interés israelí es tener un socio palestino fiable para poder negociar, un socio que cuente con la legitimidad suficiente de su pueblo para firmar acuerdos y también acatarlos.
 
El problema es que conducir a Hamás hacia un Gobierno de unidad sin debilitar la dirección de Abbás es como encuadrar el círculo. Sería necesario que Arabia Saudita y Egipto, o la mayoría de la Liga Árabe, acepten la idea y traten de presionar a Hamás para que mantenga una tregua permanente, apoye las negociaciones con Israel y abandone sus misiles, todo eso mientras Qatar, Turquía e Irán lo empujan en sentido contrario.
 
Esto conduce a un tercer factor - Irán como protagonista central en la diplomacia israelí-palestina. El equipo de Bill Clinton trató de atraer a Síria al mismo tiempo que aislaba a Irán. Geoge W.Bush procuró aislar tanto a Irán como a Síria. Ahora, cuando el Gobierno de Damasco se encuentra sumergido en una sangrienta guerra civil, con más de 200.000 víctimas en tres años, Obama puede olvidarse de ver al presidente Al Assad en la mesa de negociaciones y rezar para que su iniciativa diplomática con Irán prospere, aunque las posibilidades son mínimas.
 
Entonces, para resumir: El tiempo se acaba; falta muy poco para que empiecen a a sonar las campanadas de la fatalidad. Todo lo que resta es apagar las llamas en Jerusalén, reconstruir Gaza, desarmar a Hamás para garantizar la tregua, sanear las relaciones con Obama y Kerry, elegir un nuego Gobierno israelí capaz de modificar la política de asentamientos en Cisjordania, frenar al fundamentalismo judío, esperar la caída de Al Assad en Síria y la derrota del Estado Islámico en la región e impedir que Irán adquiera capacidad nuclear. Todo eso, y mucho más, sólo para que de allí en adelante se pueda tratar de que todas las partes involucradas empiecen a dialogar.

Si todavía queda un visionario optimista capaz de armar este rompecabezas, que dé un paso al frente.

Herman Hesse escribió que «para lograr lo posible, es necesario intentar todo el tiempo lo imposible».

¡Buena Semana!