Imprimir

Civilización incivilizada

yihad11Estimados,

El terror yihadista marcó el año que finalizó y el que apenas asoma la cabeza. En varios lugares del mundo debieron suspenderse festividades públicas por amenazas de actos terroristas y detención de sospechosos.

Para algunos, especialmente aquéllos que suelen ser muy críticos con Israel, el terror islámico actual aparece como novedad, pero lo cierto es que el terrorismo está ahí desde siempre.

El terror recorre la vida antigua, medieval y moderna y la obra de Flavio Josefo, Herodoto y Tucídides, Clausewitz y Elías Canetti, Hanna Arendt y Barbara Tuchman. La yihad del extremismo islamista es una forma más de la tendencia al exterminio que acompaña a la humanidad desde sus orígenes.

Los científicos sociales y los expertos mediáticos intentan descubrir las «causas profundas» del terror en el imperialismo occidental o específicamente en las guerras de Estados Unidos e Israel en Oriente Medio, pero los poetas, filósofos y teólogos ven el terror como manifestación de un principio destructivo inherente al hombre.

Las interpretaciones geopolíticas informan aspectos particulares del conflicto, si bien no pueden deshacer la evidencia de que terror hubo siempre, en cualquier cultura o corriente política. Hubo terror en el Reino de Judea, en Grecia y en Roma, en los totalitarismos y en las democracias, en las repúblicas y en las monarquías. Terror secular y terror religioso, terror imperial y terror revolucionario. El terrorismo no es exclusivamente islamista, ni siquiera exclusivamente fundamentalista.

No es Estados Unidos o Israel u Occidente la «causa profunda» del terrorismo. El Estado Islámico (EI) se opone también a toda nación de Oriente Medio que se interponga al califato. Tampoco son las dictaduras árabes tipo Al Sisi en Egipto o Bashar al-Assad en Siria o Hamás en Gaza el origen del EI porque el blanco del terror muchas veces son capitales y ciudadanos de Europa que no respaldan a esos regímenes.

Pero una vez que el blanco se extendió también a Rusia, la lógica del EI adquirió una universalidad inquietante.

Los teólogos dirían que es el mal, los poetas que es el infortunio y Nietzsche hablaría de una voluntad de poder y de muerte. Ni siquiera en su dimensión racial, como reacción a la islamofobia o como guerra civilizatoria contra Occidente, el terrorismo del EI se distinguiría plenamente de otras formas del terror. Estados Unidos y Europa aplican diferentes modalidades del pacto multicultural y son igualmente amenazados y atacados.

A pesar de todo, el convencimiento de que el terror proviene de una rabia ancestral o de una «furia asesina» consustancial al hombre, no hará que sea visto como algo natural o normal. Tan característico del hombre es producir racismo y fundamentalismo como contraponerles los valores de la tolerancia y la convivencia civilizada. El yihadismo del EI asolará a Oriente Medio y al mundo por varios años más y la reacción contra el terror seguirá siendo enérgica.

La victoria del extremismo islamista sería, justamente, la naturalización del terror en el siglo XXI. Hacer de la guerra una segunda naturaleza es el objetivo a largo plazo del EI. Que Occidente entienda que no es posible una relación civilizada con Oriente Medio y que esta zona del mundo está condenada a una guerra perpetua.

El terror yihadista se empeña en producir muertos, pero, sobre todo, en sembrar la muerte en la mentalidad de los vivos. Vivir bajo amenaza, a la intemperie del miedo, es el mayor reto a la voluntad de resistir el terrorismo islámico.

Lo que en el siglo XX se hacía en nombre de una «raza superior», en el XXI es válido «en nombre de Alá y su Profeta», Dios de dioses, profeta de profetas, a los cuales está prohibido reproducir incluso en caricaturas.

Para aniquilar el poder del nazizmo, Churchill y Roosevelt impusieron el objetivo de «rendición incondicional». Los líderes mundiales de hoy no poseen las características de estos dos estadistas; y es allí mismo donde reside el peligro del yihadismo: en la incapacidad de los dirigentes actuales de definirlo como una amenaza mundial, más allá de sus intereses inmediatos.

Mientras no lo hagan, la barbarie aventajará a la civilización.

¡Buena Semana!