Estimados,
Estados Unidos tiene a Donald. Nosotros tenemos a Bibi. Los gringos están a tiempo de rechazarlo, de no caer en su show populista. Para nosotros ya es tarde, casi diez años demasiado tarde.
Veo a Donald ganando una primaria tras otra y no lo creo. Es difícil entender que en un país desarrollado se admita este discurso tan populista. Tan Bibi. Y es que se asemejan tanto Donald el gringo y Bibi el sabra. Podrán tener puntos de vista diferentes. Pero su populismo los hace increíblemente parecidos.
Donald y Bibi no resisten que los medios los critiquen. Quieren intimidarlos, callarlos, demostrarles que con ellos nadie se mete.
Donald prometió frenar la libertad de expresión ampliando las leyes de difamación «para que cuando cualquier periódico escriba historias deliberadamente negativas, podamos demandarlos y ganar mucho dinero».
Bibi fue más lejos. Lo hace. Se encuentra en proceso de desmantelar la Autoridad Pública de Radio y Televisión y dejar a más de 1.000 trabajadores con la guillotina en el cuello con el temor de que mañana se encuentren en la calle.
Los medios son una molestia para Donald y Bibi. Los critican, los atacan, los menosprecian. Trump se referió a los periodistas como gente desagradable, mentirosa, horrible. Los calificativos de Netanyahu, para quien la prensa suele ser hipócrita, perversa, mentirosa, cínica, sinvergüenza, y cosas así, no son mejores.
Donald y Bibi creen y practican con gran devoción aquello de «divide y triunfarás». Necesitan crear enemigos comunes a quienes odiar y rechazar. La culpa siempre es de los demás.
Para Donald, los inmigrantes, en particular los mexicanos que «traen drogas y crimen», son los enemigos a vencer. Pretende así acabar con la tradición de un país forjado por la inmigración.
Como Donald, Bibi tuvo y tiene varios grupos dignos de sus ataques públicos: «Hasmol» (la izquierda) que se olvidó lo que es ser judío», «los árabes que corren como rebaños hacia las urnas», la prensa, incapaz de entender y aceptar las extravagancias de la familia Netanyahu pagadas por los impuestos de la ciudadanía. Por eso le encanta repetir aquello de «cada vez que nos agravian somos más, muchísimos más». En otras palabras, «nosotros, la mayoría, contra las minorías; nosotros, los poderosos, contra los débiles», como si esa fuera la base principal de la democracia. Lo importante es tener siempre alguien para culpar, atacar y atemorizar.
Además, Donald y Bibi necesitan ser el centro de todo. La política, el país, el mundo, gira en torno a ellos y a su infinita soberbia. Practican la política del yo, yo y yo. Sin Bibi no hay Gobierno, no hay Estado judío, no hay nada. El Estado es él. Todo pasa por él. Con Donald, ya podemos imaginar el lamentable destino de la Casa Blanca.
Así son Donald y Bibi. Así son estos populistas. Están siempre a la orden del día. Enfrentan un fuerte rechazo de medios, académicos, políticos - incluso de su propios partidos - , y de cualquiera que se detenga a analizar por dos segundos el futuro de Estados Unidos e Israel. Pero tienen un gran apoyo de millones que cayeron bajo sus encantos que siempre huelen a poder, nada más que a poder.
Hace poco nos visitó el escritor Mario Vargas Llosa. En una charla en Jerusalén señaló: «Ningún país, ni siquiera países con tradiciones democráticas tan arraigadas como Estados Unidos e Israel, están libre del populismo. La demagogia populista llega a muchísima gente explotando sus miedos, sus inseguridades y sus prejuicios».
Aquí conocemos bien toda la división, daño y violencia que genera Bibi.
Esperemos que los gringos reaccionen a tiempo.
¡Buena Semana!