Estimados,
Esa es la cuestión, javerim. ¿Eisenkot o Videla? Ninguna otra fue y es tan relevante. Además, es el último interrogante que nos queda por decidir. Y pensándolo bien, quizás siempre haya sido el único.
Diversidad de opiniones es algo totalmente legítimo. Se puede estar a favor o en contra del modelo económico y social de Israel, de su doctrina de seguridad interior y exterior, de sus sistemas de salud y educación, de separar o no el Estado de la religión.
Podemos favorecer la ocupación por cualquier razón que nos parezca correcta: por miedo, porque es más barato vivir en los territorios, porque Dios nos prometió la tierra, porque somos un país demasiado pequeño o porque los palestinos son intrusos ya que no saben pronunciar la «P».
Podemos adoptar la xenofobia, el racismo y el odio por todo aquel que no sea como uno y piense diferente. No recibir niños etíopes en las escuelas de nuestros hijos y nietos; aceptar que futbolistas árabes no puedan jugar en Beitar Jerusalén y - al mismo tiempo - llamar a la ciudad «indivisible» y a su hinchada «la familia»; hacer de cuenta que todos los sobrevivientes de la Shoá dejaron este mundo y ya no es necesario colocarlos como inciso en el presupuesto nacional.
Podemos tomarnos en serio eso de que realmente somos el país N° 11° más feliz del mundo, que la miseria no existe en nuestros alrededores, que nuestros politicos son decentes y que nuestros ancianos no viven en soledad.
Podemos permitir que más de 30.000 judíos ultraortodoxos no vayan al Ejército y que gracias a ellos tengamos más eruditos en Torá, Mishná y Talmud que Harvard, Cambridge y Oxford juntos, y que, gracias a ellos, el futuro del judaísmo esté a salvo (sic). Todo eso no importa.
Incluso no importa si el soldado X de la Unidad Kfir en Hebrón mató al terrorista asesino que ya estaba controlado y no constituía ningún peligro para nadie, o le pegó un balazo en la cabeza porque vio cómo movía sus labios en señal de agonía. Nada de ello es fundamental.
Lo único que nos queda por decidir para entender si realmente, después de 2.000 años de odio, persecuciones, calumnias, autos de fe, brujerías, expulsiones, pogroms y exterminios, nos merecemos un Estado propio, es a quién le vamos a permitir que comande nuestro Ejército: ¿A Eisenkot o a Videla?
Convicciones de un Teniente General
«Un terrorista no es sólo alguien con un revólver o una bomba en la mano, sino también aquel que propaga ideas contrarias a la civilización occidental y cristiana». (Tnte Gral Jorge Rafael Videla)
«Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) seguirán respaldando a cualquier soldado que cometa errores en combate, pero también castigarán a los que incumplan su código ético». (Tnte Gral Gadi Eisenkot)
«Dios sabe lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Yo acepto la voluntad de Dios. Creo que Dios nunca me soltó la mano». (Tnte Gral Jorge Rafael Videla)
«Un soldado puede abrir el seguro de su arma y disparar si hay peligro para él o sus camaradas, pero no quisiera que vacíe su cargador contra una niña de 13 años con una tijera en su mano cuando de por medio hay una valla y no representa una amenaza». (Tnte Gral Gadi Eisenkot)
«Las Fuerzas Armadas hicieron llegar, en repetidas oportunidades, advertencias sobre los peligros que importaban; tanto las omisiones como las medidas sin sentido. Su voz no fue escuchada. Ante esta drástica situación, las Fuerzas Armadas asumieron el gobierno de la Nación». (Tnte Gral Jorge Rafael Videla)
«En Cisjordania operan miles de soldados entre dos millones de palestinos y cientos de miles de israelíes. Frente a esa realidad, educamos a nuestras tropas para que actúen siguiendo la ética y el espíritu de las FDI. Si un soldado decide actuar de forma contraria respecto a esas normas de compromiso, sería una amenaza para todo nuestro Ejército». (Tnte Gral Gadi Eisenkot)
Mota y Uri
Siendo ministro de Salud en el Gobierno de Rabin, el Teniente General (retirado) Mordejai (Mota) Gur, el mismo que conquistó el Monte del Templo de Jerusalén en la Guerra de los Seis Días y el responsable de la operación de rescate de rehenes israelíes en Entebbe, Uganda, relató lo siguiente:
«En tiempos de la primera Intifada (1988) mi hijo Uri era oficial de un batallón de paracaidistas en Gaza. Todas las noches andaban por las callejuelas de las ciudades en busca de terroristas. Cuando recibían informaciones más detalladas, irrumpían de madrugada en casas de familia, gritaban, rompían muebles y sembraban el pánico a fin de atemorizar y lograr su objetivo. No pocas veces debían medirse con los alaridos y el llanto de mujeres, niños y ancianos. Así durante semanas enteras. Uri me contaba que ese accionar despertó numerosas discordias dentro del batallón. Tal es así que cuando acababa la operación, las discusiones a favor y en contra se prolongaban todo el viaje de vuelta a la base e incluso en lugar de las horas de dormir. En aquella época yo era jefe del Estado Mayor de las FDI y en uno de los pocos sábados en que nos encontramos, Uri aprovechó la oportunidad para saber qué opinaba.
Le respondí: Uri, mientras ustedes sigan con esas discusiones en los blindados o en las carpas, el futuro del Estado de Israel está garantizado. Cuando no hayan discusiones, cuando todo esté claro y ustedes sólo tengan que cumplir órdenes sin reclamar nada, el futuro del Estado se pondrá en duda, porque sin darnos cuenta nos estaremos pareciendo cada vez más a nuestros enemigos».
¿Eisenkot o Videla?
Esa es la verdadera y única cuestión javerim. En los pasados días de Purim vi a Gadi Eisenkot en las redes sociales caracterizado de Rey Asuero y de Hamán el malvado, dando lástima y despreciado, y a centenares de personas solidaridándose con el soldado X, llamado «el nuevo héroe de Israel».
Videla era de esos oficiales capaces de estaquear a sus soldados sobre los hielos de las Malvinas por cualquier pavada. Eisenkot, que sabe como pocos lo que significan esos tres segundos que hacen la diferencia entre la vida y la muerte, confía en que sus soldados sepan diferenciar entre un terrorista que se avalanza cuchillo en mano para matar y una niña con tijeras y con obstáculos de por medio.
Eso es lo que nos queda por elegir: ¿Eisenkot o Videla? ¿Civilización o barbarie?
Somos libres de escoger, pero que quede claro: para ser salvajes como ellos, todo esto no valió la pena.
¡Buena Semana!