Jaim Jelin, nacido en Argentina y radicado desde hace ya decenas de años en el kibutz Beerí, es seguramente uno de los latinoamericanos más conocidos en todo Israel. Su inconfundible acento sudamericano en su hebreo de experiente veterano cuando se entrevista, muy a menudo, por radio y televisión, es reconocido por todos.
En su condición de jefe del Consejo Regional Eshkol, una de las zonas más afectadas por los disparos desde la Franja de Gaza, se le consulta reiteradamente y siempre tiene algo firme y claro que decir.
Ya entrado en vigencia el alto el fuego, Jaim nos recibe temprano a la mañana en Beerí. Reina la calma. La gran pregunta es por cuánto tiempo.
Jaim tiene sus temores al respecto, pero no pierde la esperanza.
- Jaim, ha terminado una etapa, ahora hay tregua, y yo me pregunto cuál es tu resumen de las difíciles semanas pasadas…
- Creo que terminamos la primera parte de la guerra, en la que los soldados tuvieron que entrar y luchar por la seguridad de la población civil que vive alrededor de Gaza. Pero la segunda parte ya es distinta, y aquí el tema depende de lo que logre el primer ministro Binyamín Netanyahu con su Gobierno, tratando de ver cómo se puede firmar un acuerdo que permita que los dos lados puedan vivir en paz.
Sabemos que si ellos, del lado palestino, no pueden vivir en paz, si no tienen perspectivas de futuro, en unos meses habrá otra guerra. Si los dos lados, Israel y Hamás, no van a hablar en Egipto, creo que en un año, un año y medio, estaremos en medio de una nueva guerra.
Al final, el terrorismo tiene que entender que somos parte de Israel. Y también sabemos que si la situación económica de la Franja de Gaza no va a cambiar, la gente sentirá que no tiene futuro, ni en estudios, ni en comercio, ni en nada.
El comercio que sale de Gaza es de túneles y de guerra. Lo que tratan de hacer es que los camiones que vienen de Israel a Gaza no pasen, para que ellos puedan pasar los productos de Egipto a Gaza y cobrar impuestos por eso. Eso significa que la alimentación en Gaza, en comparación con el poder adquisitivo de la gente, es cara.
A lo que voy es a que la pobreza trae el terror; así que si Hamás quiere más terroristas, lo que tiene que hacer es preocuparse por perpetuar o agravar la pobreza. Nosotros, que lo entendemos, debemos tratar de romper ese círculo.
- ¿De quién es la responsabilidad por esta situación?
- La gente tiene que saber que desde la firma de los Acuerdos de Oslo, en 1993, los camiones que venían con mercadería, desde Israel, entraban a Gaza por tres pasos fronterizos: Karni, Kerem Shalom y Sufá. Tenían puerto y aeropuerto. La Franja de Gaza estaba abierta a todo el mundo, también a Israel. Entraban 500 camiones por día y salían otros 500 con mercadería de exportación. Por su aeropuerto, en Dahanía, podían sacar lo que querían a Europa. Pero desde que Hamás tomó el Gobierno sacó a Al Fatah y empezó otra etapa de la competencia de quién odia más a Israel, las cosas cambiaron. Todo lo que ahora exigen, ya lo tenían.
Ellos tienen que entender que con la guerra, pierden todo. Quisiera que haya una lucha a otro nivel, de los dos pueblos hablando, para ver cómo se entienden y para lograr la paz para ambos.
- ¿Ves la posibilidad de un futuro distinto?
- Después de todas las guerras anteriores, «Plomo Fundido», «Pilar Defensivo», hubo un año o año y medio de tranquilidad. Cada vez los intervalos son más cortos. Si no se habla, vamos a estar en el mismo lugar. Pero si se habla, el futuro puede ser muy distinto para toda nuestra zona. El problema es que Hamás y la OLP quieren que la paz pase también por Cisjordania, un tema que yo no puedo permitir, porque si siempre vamos a ser rehenes de esa situación, cada año tendremos guerra. ¿Y quién quiere vivir en un lugar así? Es muy difícil.
- Hablando de cómo vivir; ¿cómo pintarías la zona de Eshkol, que encabezas, como jefe del Consejo Regional? 14.500 habitantes, 32 poblados, la mayoría kibutzim, una zona pegada a Gaza, que produce el 60% de la agricultura de todo Israel; creo que es una de las regiones más hermosas del país; y que a pesar de la tensión de hace ya muchos años, ha atraído más población en los últimos años...
- En primer lugar, la gente trae gente, porque a la gente aquí le gusta mucho la agricultura, el paisaje abierto, gente a la que le importa mucho la educación de los hijos. Lo sabemos y por eso el 51% de nuestro presupuesto está dedicado a la educación, para tratar de darles lo mejor.
Soy el alcalde y por supuesto vivo aquí, mis hijos viven aquí y reciben la misma educación que todos, no van a colegios privados. Así que cuando todos están contentos, mis hijos también y viceversa.
Otro elemento a destacar es que la enorme mayoría de la gente que trabaja aquí, casi todos, viven también en Eshkol, en la zona misma. Creo que es una gran cosa, que no se da en muchos lados. Las comunidades aquí son muy fuertes, ese es un elemento importante.
- Hay quienes dicen, de la propia gente que vive aquí, que cuando hay disparos desde Gaza, esto es un infierno, y cuando hay calma, es un paraíso. ¿Cómo convencerías a una pareja joven, por ejemplo, que debe decidir dónde instalarse y comenzar su vida, a que venga a Eshkol, a pesar de la parte de «infierno» que está incluida en el paquete general?
- En primer lugar creo que después que el Gobierno decidió apoyar a esta zona aprobando presupuestos especiales, la mayor parte tenemos que dedicarla a infraestructuras, por ejemplo de rutas y también en viviendas, para que la gente pueda construir aquí su casa mucho más barato que en otros lados. Queremos tratar de ayudar a las parejas jóvenes que quieren vivir en nuestra zona. Estudiantes de la Universidad de Beer Sheva o del Colegio Sapir junto a Sderot, pueden vivir aquí. Creo que es muy importante que jóvenes vengan y vivan en Eshkol. Sin jóvenes, uno se muere. Siempre dije que lo más importante que hay en cualquier comunidad, es que haya sangre nueva. Sin eso, no podemos renovarnos. Las energías, con la edad, no se multiplican, así que necesitamos a los jóvenes.
- Y de fondo es imprescindible que haya un horizonte de esperanza de paz ¿verdad?
- Siempre, siempre, siempre. Tenemos que entender que si aún con la guerra de fondo y con tanta tensión a la que nos enfrentamos, esta zona produce y se desarrolla tal cual lo hace, es impresionante el sólo imaginarnos lo que será esto cuando haya paz. Todo el mundo va a querer vivir aquí.
Nuestro problema es que hasta que llegue la paz, no sé cuántas guerras habrá y cuánta sangre vamos a tener que derramar, antes de que entiendan todos que el futuro está en la paz.
- Y además de la lógica convicción de que en paz y con paz todo es mejor ¿tiene que estar en algún lado de la mente o el corazón la convicción de que en algún momento va a llegar?
- Va a llegar. El himno nacional de Israel se titula «Hatikvá», la esperanza; y esa esperanza la mantenemos. El pueblo judío siempre esperó poder llegar a Israel y tener un lugar en el que pueda vivir en paz.
- Y la esperanza es lo último que se pierde...
- Por supuesto. Es la energía más grande que hay.
- Jaim, uno de tus cuatro hijos resultó herido en la guerra en Gaza. ¿Cómo se lidia con la responsabilidad que significa tu cargo, como alcalde del Consejo Regional Eshkol y la angustia que cualquier padre siente cuando recibe una noticia así?
- Afortunadamente mi hijo ahora está bien y va a estar bien. Eso es lo más importante. Pero te diré que siento que tengo 14.500 hijos, todos los habitantes de Eshkol. Algunos de ellos tuvieron realmente que ir al Ejército, a Gaza, para dar seguridad a la población. Hoy le puede pasar al hijo de uno y mañana a otro. Todos vivimos esta situación y entendemos que la guerra es parte de la lucha por la paz que queremos, del futuro.
El terrorismo tiene que entender que nosotros queremos vivir aquí en paz. Si no se puede conseguir eso por el diálogo, no hay más remedio que tratar de lograrlo por las armas. La decisión, al final, es de ellos. Si después de esta guerra, los terroristas no entienden que tienen que hablar con nosotros y que con la guerra no van a lograr nada sino que, por el contrario, su pueblo va a sufrir, pues habrá más guerras. Espero que no. Creo que ahora hay una oportunidad de hacerlo.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay