Este sábado pasado, 26.3, el clarinetista israelí de origen argentino Giora Feidman cumplió 80 años. Una razón más que suficiente para que el ya coronado «rey del kleizmer» nos explique su vínculo personal con ese género musical - que tiene sus raíces en la tradición judía askenazí que prosperó en Europa Oriental - y con el tango que escuchó de niño en su Argentina natal.
«Es más que una influencia. Esa música la llevo en la sangre», adelanta.
Nacido en Buenos Aires y radicado en Tel Aviv, Feidman es el principal exponente de la llamada música judía o música del exilio, una tradición que le viene de familia. Giora es hijo del músico folklorista Leo Feidman quien tocaba en celebraciones judías, como bodas, brit milá y bar mitzvá en Moldavia.
- Giora, ¡Feliz Cumple! ¡Hasta los 120 y que sigan los éxitos! ¿80 años son una carga, o parafraseando a Gardel: 80 años no es nada?
- ¿Carga? ¡De ninguna manera! Quien tiene la suerte de vivir haciendo lo que ama apasionadamente, nunca se siente pesado. En ese caso, me siento un privilegiado. Pero tampoco es nada. Es mucho tiempo y los recuerdos se acumulan, especialmente los de aquellos que uno amó en vida y ya partieron.
- Tus padres emigraron de Besarabia - lo que hoy llamamos Moldavia - a Argentina. ¿Qué heredaste de la cultura musical de ellos?
- La primera música que escuché la oí desde el vientre de mi madre; era la que mi padre traía de Besarabia. Luego, siendo niño, estuve expuesto al tango. Y más adelante, mi padre hizo conmigo lo que el suyo había hecho con él: me envió a la academia de música. Por eso no me dejo encasillar como exponente del kleizmer. Yo también toco obras de Mozart, Piazzolla o Gershwin y lo que siento es la música. Mis padres se criaron entre gitanos. Ellos acostumbran dar a los chicos un instrumento en lugar de un camión o un tren, como si fuera un juguete. Mi papá me regaló un clarinete.
- Vos tocaste en la orquesta del Teatro Colón de Buenos Aires y, más tarde, en la Filarmónica de Israel, bajo la batuta de grandes directores como Eugene Ormandy y Zubin Mehta. ¿Cuál de ellos te marcó más?
- Rafael Kubelik y Leonard Bernstein eran increíbles. Pero tuve tantas experiencias de primera mano con músicos tan singulares… Los violinistas Yehudi Menuhin, David Oistrach y Jascha Heifetz; los pianistas Artur Rubinstein y Peter Serkin; el chelista Pablo Casals… Los 18 años que pasé en la Filarmónica de Israel son de un valor tremendo para mí. Sin embargo, recuerdo una anécdota muy especial que tuvo lugar mucho antes. Teniendo 19 años, estaba sentado con mi padre en el Colón, escuchando la ópera «El caballero de la rosa» de Richard Strauss. Como de la nada, mi viejo me miró y me dijo: «¿Sabés qué? Aun si fueras millonario, no podrías comprarme un momento como éste». Es en instantes como ese cuando te percatás de lo que significa la música. «¡Eso es música!».
- En las últimas décadas fuimos testigos del renacimiento del kleizmer. Se lo escucha en todos lados; hay hasta festivales dedicados enteramente a ese género…
- Acepto que la gente me diga: «Giora, vos sos responsable de ese renacimiento»; pero no soy responsable de sus secuelas. La palabra «kleizmer» deriva de las voces antiguas «kli» y «zemer», que pueden traducirse como «instrumento para una canción». Cada ser humano es un instrumento para una canción. Nosotros usamos nuestros cuerpos para articular ese lenguaje que llamamos música. Cada ser humano es un instrumento y un cantante.
- En la escena contemporánea del kleizmer algunos asumen un talante tradicionalista. Vos, en cambio, te esmerás en combinar el kleizmer con el jazz y otros géneros musicales…
- Si me insinuás que el kleizmer y el judaísmo son una misma cosa, tengo que decirte que eso es incorrecto porque todo ser humano es un instrumento para una canción. Pero si querés asociar este género musical con el judaísmo y con su diáspora milenaria, debo decir que los judíos estuvieron en todo el mundo y absorbieron la influencia de los lugares donde vivieron.
- Hace algunas décadas, los europeos y los israelíes tenían acceso a tres o cuatro géneros musicales. Pero ahora hay cuarenta o más categorías diferentes, tan tajantemente definidas como las tribus urbanas que las escuchan…
- El rock tiene más de 60 años, así que ya califica como música clásica que influenció a generaciones. Pero, ¿por qué es tan ruidoso hoy en día? ¡Eso ya no es música! Hace poco fui a una boda y lo que los jóvenes estaban escuchando y bailando era veneno puro. Las letras eran espantosas. Ese material es propagado por la televisión, y la televisión en Israel es terrible. Le pregunté a un amigo por qué. Él me dijo que los canales y los patrocinadores de los programas bombardean con sus productos a los consumidores de entre 15 y 21 años. Si les gusta esa música, entonces verán los programas. Así que ahora tenemos una sociedad que vive, básicamente, de los negocios. Debemos tener cuidado de no abusar de la necesidad que nuestra alma tiene de alimento espiritual.
- ¿Y qué hacemos? ¿Nos quedamos con el shofar y listo?
- Te agradezco la pregunta. La música, como la vida, no es todo o nada. Cuando proyecto mi alma, nadie está pensando en mi técnica o en el traje que estoy usando. Después de un concierto, no oigo a la gente exclamando: «¡Oh, qué sonido!». Pero para proyectar mi alma, tengo que sentir lo que siente la audiencia. Y yo no puedo expresar mi voz más profunda de otra manera: mi clarinete es mi shofar. Sí, yo entiendo que la gente se identifique con un sonido y un estilo particular. Eso está bien, no lo critico. Pero esto es lo que yo soy.
- Cumpliste 80 y sos un pibe… ¿Qué te gustaría hacer cuando seas grande?
- Para mí la música es sinónimo de libertad, de tocar lo que quiero y como quiero, siempre que sea bueno y tenga pasión, que la música sea el alimento del amor. El que toca y escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla. Fijate, la música es el arte más directo: entra por el oído y va derecho al corazón. Como dijo Víctor Hugo: «La música expresa aquello que no puede decirse con palabras pero no puede permanecer en silencio». Si querés, ahí tenés la definición más exacta del kleizmer.