En la Segunda Guerra Mundial y con Franco de Caudillo, varios diplomáticos españoles destinados en distintas ciudades europeas, ayudaron a judíos perseguidos a escapar de las garras nazis, intentando protegerles de la Solución Final.
Estos héroes actuaron por su cuenta, haciendo prueba de valor, coraje e imaginación en la interpretación de ciertas leyes o decretos. Lidiaron con las autoridades de ocupación o colaboracionistas, según les dictaba su conciencia e infringiendo las pautas dictadas por Madrid, que prefería no inmiscuirse en el asunto judío.
Nos acercamos a la Fundación Internacional Raoul Wallenberg que ha realizado en los últimos años varias investigaciones sobre las actuaciones de estos diplomáticos. Sus autoridades nos informan que como resultado de esta extensa labor ya en el año 2009, se presentó a Yad Vashem el resultado de las investigaciones, así como la petición formal de que fueran declarados Justos entre las Naciones.
Lamentablemente, hasta la fecha Yad Vashem no se ha pronunciado. Se trata de tres diplomáticos españoles, probablemente poco conocidos por el público, pero a quienes no poca gente les debe simplemente la vida: Bernardo Rolland de Miota, Julio Palencia y Romero Radigales. La ONG reclutó la ayuda de historiadores de reconocido renombre internacional entre los que figuran el Profesor Haim Avni de la Universidad Hebrea de Jerusalén y el Dr. Mordejai Paldiel.
Estas son sus historias.
Bernardo Rolland de Miota
Destinado en París desde 1939, el Cónsul General Bernardo Rolland de Miota ayudó a los judíos de origen español. Consiguió que fueran excluidos del «Statut des juifs», legislación discriminatoria y antisemita aplicada en la Francia de Vichy.
Rolland de Miota defendía su postura alegando que según las leyes españolas no había distinción alguna entre sus súbditos. Asimismo, actúo para evitar la confiscación de los bienes de los judíos sefardíes.
En 1941 luchó incansablemente hasta conseguir liberar del campo de concentración de Drancy, antesala de Auschwitz, a un grupo de 14 judíos sefardíes.
Llegó a facilitar un escritorio gestionado por un judío sefardí en el consulado de España que agilizaba los trámites de recuperación de la nacionalidad española a judíos descendientes de los expulsados en 1492. Además, tramitó hábilmente la salida de un pequeño grupo de judíos de Francia, pero lamentablemente cuando intento sacar a un grupo mayor, fracasó al recibir una implacable negativa de las autoridades alemanas.
Julio Palencia
En Sofia, Bulgaria, desde finales de 1940 se había aprobado una amplia legislación antisemita, anulando los derechos y libertades de la comunidad judía.
Julio Palencia, por entonces ministro en la legación española, hizo lo imposible por defender tanto a los judíos sefardíes afincados en Bulgaria, como proteger sus bienes.
Al tener conocimiento que Eichmann había incluido a los judíos búlgaros en el programa de exterminio, pidió la urgente intervención de Madrid.
Testigo de las humillaciones sufridas por los judíos, obligados a realizar trabajos forzosos y a llevar la Estrella de David, se enfrentó abierta y reiteradamente a las autoridades búlgaras y alemanas.
Por su constante defensa de los judíos se le conoce despectivamente, como «el amigo de los judíos».
Insistentemente pidió a Madrid que sean concedidos visados de tránsito para España no sólo para los judíos de origen sefardí sino para todos los judíos de Bulgaria que quisieran dejar el país hacia otros destinos.
Finalmente, su intervención en el drama de la familia judía sefardí Arie, cuyo cabeza de familia fue injustamente ejecutado, le costó ser declarada persona non-grata.
Palencia adoptó legalmente a los hijos de León Arie y concedió un salvoconducto a la esposa. El ministro de Exteriores español, tras pedirle explicaciones por su actuación, le hizo regresar finalmente a Madrid. Se considera que gracias a su intervención pudieron salvarse unas 600 personas.
Sebastián de Romero Radigales
Sebastián de Romero Radigales llegó a Atenas como Cónsul General de España en la primavera de 1943.
Romero Radigales se encontró frente a una comunidad sefardí aterrada ante la inminente deportación e hizo lo imposible para proteger y rescatar a los judíos sefardíes residentes en Atenas y en Salónica.
Asimismo, se hizo cargo de sus bienes, que fueron devueltos a sus propietarios al finalizar la contienda, y consiguió liberar a unos judíos detenidos en prisión.
Ante sus superiores en Madrid abogó insistentemente por la repatriación de pequeños grupos de judíos a España, aunque las directrices de Exteriores eran otras, e instaban al diplomático a no tomar iniciativas propias.
Gracias a sus gestiones, los judíos sefardíes griegos recluidos en Bergen-Belsen «gozaron» de ciertas ventajas frente a los detenidos judíos de otras nacionalidades.
Romero Radigales consiguió sacar del campo de concentración a un grupo de judíos españoles oriundos de Salónica que finalmente llegó a España.
Actualmente en la Comisón de Reconocimiento de la Fundación Wallenberg se está debatiendo la entrega de una distinción póstuma a estos diplomáticos por su labor humanitaria.
El Presidente de la Fundación, Eduardo Eurnekian, expresó su gran apoyo a la iniciativa de otorgar el merecido reconocimiento oficial a estos diplomáticos españoles que salvaron las vidas de minorías perseguidas.
Según fuentes de la Fundación, se informará sobre el tema a las autoridades españolas competentes, así como a las instituciones comunitarias.
Además, la Fundación Wallenberg sigue trabajando aportando nuevas pruebas y testimonios de las acciones de estos salvadores, y no cejará en su empeño de que sean reconocidos. Sin duda, y a tantos años de los hechos, sería lo justo.