Nuestro potencial
- Con Parashat Dvarim se inicia el quinto y último libro de la Torá. Dvarim significa palabras. Las palabras a las que se refiere son el discurso de despedida de Moisés a su pueblo.
Antes de su muerte, Moisés presentó al pueblo judío una elocuente revisión de los pasados cuarenta años, incluyendo en sus palabras reprimendas y grandes visiones morales. Una y otra vez aparece el concepto de oportunidades perdidas.
Desde el comienzo mismo, Moisés condena a los judíos por lo que podría haber sido. El versículo 1:2 muestra que sólo eran necesarios unos pocos días de marcha desde Horeb hasta Kadesh Barnea para atravesar el Sinaí; pero a causa de sus pecados le llevó al pueblo de Israel cuarenta años llegar a la Tierra Prometida.
Luego, Moisés recuerda a la nación cómo cuarenta años antes había establecido un sistema judicial para no tener que guiarlos él solo. Pero aquí también el pueblo erró. ¿Cómo pudo desperdiciar la oportunidad de tener a Moisés como árbitro legal? No tendrían que haber protestado en contra de ese nuevo sistema.
Quizás lo más problemático sea el siguiente tema del cual habló: el pecado de los espías: Fueron enviados espías para explorar la tierra antes de su conquista. Estos volvieron y reportaron que la misma era inconquistable. En ese momento, el pueblo tenía que elegir: confiar en los espías o creer en la promesa de Dios de que todo iba a salir bien. El pueblo optó por creer en los mensajeros. Como consecuencia - ahora Moisés les recuerda a sus oyentes - la nación fue sentenciada a cuarenta años de deambular por el desierto.
Por otro lado, también podemos resumir en la Parashá la vida de Moisés, un hombre conocido por haber logrado desarrollar increíblemente su potencial.
El libro de Dvarim comienza anunciando: «Estas son las palabras que Moisés habló ante los hijos de Israel...». Esta noción de que Moisés se convirtió en un hombre identificado con un majestuoso discurso es verdaderamente remarcable.
Cuarenta años antes, en el episodio de la zarza ardiente, cuando Dios le pidió a Moisés que lidere al pueblo hebreo y lo saque de Egipto, él se negó rotundamente. La razón que alegó fue: «No soy un hombre elocuente». Ahora, cuarenta años más tarde, este líder que sentía que no podía expresarse bien, emite un maravilloso monólogo que constituye un quinto de nuestra Torá.
Como se ve, cada uno de nosotros siempre tiene alguna vez la opción de decidir si desarrolla o no su potencial.
¡Shabat Shalom!