Aquí y ahora
- Una vieja leyenda jasídica narra acerca de un joven changador que se encontraba en el puerto cargando bolsas. Un mañana, un viejo embustero se le acercó y le dijo: «Te daré veinte monedas de plata si me dices en qué lugar se encuentra Dios». El joven - más astuto de lo que parecía - respondió con inteligencia: «Y yo le daré veinte monedas de oro si me dice en qué lugar no se encuentra».
Dios, en nuestra Parashá, nos habla en tiempo presente: «Habla a los hijos de Israel y les dirás: Cuando entréis a la tierra que yo os doy a vosotros...».
«Que yo os doy», dice Dios. Podría haber dicho «que yo les daré» o «que yo les di».
Sin embargo Dios, en Parashat Behar, desea mostrarnos que es presente; que no es una pieza de museo. Y el tiempo presente de este versículo nos garantiza que el texto permanecerá inmune al paso de las generaciones.
Cuando nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos hayamos pasado por este mundo, la Torá seguirá hablando en tiempo presente y el «hoy» seguirá siendo «hoy».
Dios desea enseñarnos que su presencia no conoce de fronteras temporales. Él no es sólo el Dios de nuestros padres; es el nuestro y nos llama para estar presente en nuestras vidas y en nuestros actos.
Muchos son los que dicen: «Ayer he cumplido un gran precepto; hoy puedo tomarme un respiro». Otros empujan la observancia para adelante y dicen: «Hoy no estoy con ganas; mañana será otro día». No es así como la Torá nos enseña a actuar; Dios habla en presente y el momento para cumplir su palabra es el ahora.
Los judíos no vamos a la sinagoga para entrar en contacto con nuestro pasado. Ni estudiamos Torá del mismo modo en que miramos un álbum de fotos de nuestros abuelos. Los judíos vamos a la sinagoga y leemos la Torá porque sostenemos que Dios es parte de nuestra vida y que se halla presente hoy.
Y así como no conoce fronteras temporales, tampoco Dios conoce fronteras espaciales. Somos nosotros, con nuestro egoísmo y miopía espiritual, los que a menudo restringimos su presencia a ciertos lugares. Somos nosotros los que, muchas veces, cerramos las puertas e impedimos que su presencia pueda manifestarse.
En ese especial sentido, tal vez podamos decir que aun cuando Dios está en todas partes, realmente está allí donde lo dejamos ingresar.
¡Shabat Shalom!