El mosquito y el hombre
- Parashat Tazría comienza con la descripción de las deshonras del ser humano, enumeración que continuará en Parashat Metzorá que leeremos la semana que viene.
Según el Talmud, siete son los pecados que deshonran al hombre: chismes, derramamiento de sangre, juramentos en vano, relaciones sexuales prohibidas, soberbia, robo y envidia.
La soberbia es la que se encuentra en la raíz de todos los demás.
Conocemos bien este pecado. Aquí en Israel, dicho vicio ha mutado en forma de la «Jutzpá». Todos sabemos que es uno de los rasgos más nocivos de nuestra sociedad israelí. Sabemos que en el mundo existe el perfume francés, el dulce de leche argentino y el té inglés. Pero la juztpá, señoras y señores, es totalmente israelí.
¿Qué es la Jutzpá? ¿Cómo podríamos definir esta palabra?
El Jutzpán siente que está ubicado en el centro del universo. Todos los derechos son suyos, también la razón está siempre de su lado. No respetará a su prójimo en fila de la caja del supermercado ni en la hilera de autos que se amontona para esperar que el semáforo cambie de color. El Jutzpán es siempre el único apurado y suele ofenderse si se le llama la atención.
En realidad, el hombre nace con esta característica, que se emparenta con la soberbia. Cuando un niño siente alguna molestia, es capaz de dar vuelta el mundo para que lo atiendan. Cuando hablamos de dolor físico, esta reacción es comprensible. El problema es que los niños reaccionarán de idéntica forma cuando quieren una golosina o un globo.
El niño obra así porque los pequeños tienen esa cualidad: sienten que son el centro de la creación. Sin embargo, cabe notar que todos somos descendientes de Adán, que era el centro del mundo y - por lo visto - legó este rasgo a toda su descendencia.
En el Talmud existe un interesante comentario acerca de la creación del primer hombre en vísperas de Shabat. Si el hombre es la corona de la creación, pregunta el Talmud, ¿por qué fue creado al final del proceso y no al principio?
Entre las interesantes respuestas a este interrogante, se nos enseña que el hombre fue creado al final del proceso para que cuando lo ataque la soberbia, se le pueda decir: «¡Hasta el mosquito te precedió en el acto de creación!».
Nuestros sabios de bendita memoria solían decir: «En el mundo venidero, podré hallar una excusa para cada uno de mis pecados menos para la soberbia. Si me preguntaran por qué no he estudiado, respondería que fui un ignorante que no supo estudiar. Si me preguntaran por qué no he sido más benevolente, respondería que no tuve suficiente dinero. Si me preguntaran por qué no he ayunado lo suficiente, podría argumetar que era un hombre débil. Pero vendrá alguien y me dirá: No has tenido fuerza, ni sabiduría ni dinero; está bien; ¿pero por qué razón has sido soberbio?. Entonces, me quedaré sin respuestas».
En Parashat Tazría se nos advierte sobre las consecuencias de este vicio injustificable, y sobre su poder destructivo. Y como antídoto, nuestros sabios nos invitan a tener siempre en cuenta que incluso un diminuto mosquito nos precedió en el orden de la creación.
¡Shabat Shalom!