Ajustando el dial
- La Parashá de esta semana comienza diciendo: «Y llamó Dios a Moisés y le habló».
A lo largo de los años, muchos jóvenes y adultos se preguntan ¿Porqué Dios habló con Moisés y no habla conmigo?
La pregunta carece de sentido. Dios no habló con Moisés por ser Moisés, sino que - por el contrario - Moisés fue Moisés porque logró escuchar a Dios. Lo cual es bastante diferente.
Todos tenemos ese potencial, aún cuando no hubo ni habrá profeta como Moisés. No es cierto que Dios haya dejado de hablar; tal vez nosotros lo hemos dejado de escuchar.
Imaginemos la forma en la que funciona una radio. Las ondas radiales «flotarán» por el aire por doquier. Pero si no tenemos receptor o nos falta batería o ubicamos el dial en la posición incorrecta, jamás podremos transformar esas ondas en música y palabras.
Exactamente lo mismo ocurre con Dios. Su mensaje allí está y siempre está. Tal vez los que fallamos somos nosotros.
Leemos esta semana Parashat Vaikrá, la sección que inaugura el tercer libro de la Torá. El midrash nos dice que Dios no llamó a Moisés en voz baja, sino que su voz fue poderosísima, incluso podría haber roto los árboles con su potencia. Y aun así, el único que escuchó esa voz fue Moisés.
A menudo miramos el mundo y nos preguntamos: ¿Dios está presente? ¿Es este el mundo que Dios quiere? Vemos pobreza, desolación, guerras y violencia. ¿Y Dios? ¿Dónde está?
Si no percibimos la presencia de Dios no es porque se fué; es porque nuestro proyecto de humanidad no coincide en lo más mínimo con el suyo. Porque nos habla y no podemos escucharlo.
Leemos en el Salmo 29: «Kol Adonai BaKoaj» (La voz de Dios engendra la fuerza), Kol Adonai Shover Arazim (La voz de Dios quiebra los cedros), Kol Adonai Iajil Midbar (La voz de Dios hace temblar el desierto).
No hay voz más fuerte en este mundo que la voz de Dios; tal vez lo que fallan son nuestros receptores.
¡Shabat Shalom!