Rendición de cuentas
- Con la lectura de Parashat Pekudei finalizamos el libro de Shemot. El texto termina con la construcción del Tabernáculo que atestigua la fidelidad renovada de los judíos al Dios de Israel.
El libro que había comenzado con el reino del tiempo, con el establecimiento del primer mes de nuestro calendario, concluye con el establecimiento del reino del espacio provisional hasta la obtención del espacio definitivo en la Tierra de Israel.
La primer parte de la parashá se dedica a la presentación de un informe especial que Moisés brinda al pueblo acerca de los manejos del oro, la plata y el cobre que fueron empleados en la construcción del Tabernáculo.
Luego nos cuenta acerca de la bendición recibida como resultado de que los hijos de Israel hicieron toda la obra conforme a lo que Dios había ordenado a Moisés, y éste la examinó y los bendijo.
Existe aquí una total integración del pueblo con la orden divina, pero podemos notar otro principio deseado por el pueblo: el de la rendición de cuentas de parte de sus líderes.
Moisés, que además de sabiduría tenía un gran conocimiento de la psicología del pueblo de Israel, intuye que debe hacer un acto fundamental, y por ello se detiene a realizar un balance más que minucioso de todo lo que hizo con el oro, la plata y con todas las donaciones que recibió para el Tabernáculo. Moisés enumera incluso hasta los detalles más nimios y los objetos de menor valor.
Con ello nos brinda una gran lección: Todo aquél que se ocupa del tesoro público debe rendir cuentas. El dirigente del pueblo debe servir al prójimo y a la sociedad y tener las manos limpias. No puede esperar que le exijan informes, balances y reportes. Debe otorgarlos por iniciativa propia.
La parashá nos enseña que así como Moisés actuó, debemos hacerlo nosotros, y no sólo en la administración de bienes públicos sino también en la tutela de una riqueza que no nos pertenece y cuya importancia no siempre valoramos: nuestro propio tiempo.
Quizás debamos actuar como Moisés y revisar qué hicimos con los bienes espirituales que nos fueron concedidos: los preceptos y las acciones, y ver si no estamos cerrando el balance sin verificarlo bien; no sea que nos olvidemos de algunas nimidades que no valoramos suficiente y de pronto nos encontremos en déficit.
Dicho balance no es pasivo. Si no encontramos manera de ahorrar el gasto dispendioso del tiempo y de aumentar considerablemente nuestros ingresos de buenas acciones, éste no servirá, aun cuando hayamos comprobado que las cuentas nos salieron correctas.
Pero si procedemos bien. no tendremos miedo en recibir el llamado del «banquero» que nos diga que nos va a cerrar la cuenta porque nos excedimos en el gasto y se nos acabó la cobertura del crédito que nos concedió.
Moisés nos da una lección que si la seguimos nos permitiría ser más justos. Y su bendición, otorgada para quienes supieron hacer el Tabernáculo, podría ser dirigida también hacia nosotros que la necesitamos no menos que ellos.
¡Shabat Shalom!