¡Sin harina no hay Torá!
- El final de Parashat Ki Tisá relata el segundo ascenso de Moisés al Monte Sinaí y su descenso con las nuevas Tablas de la Ley.
Nuestra Parashá - Parashat Vaiakel - cambia bruscamente de tema en sus primeros versículos y menciona nuevamente los donativos que contribuyeron a la construcción del Tabernáculo.
En realidad ambos asuntos están íntimamente ligados, ya que Moisés bajó con las segundas Tablas el día de Yom Kipur y el pedido de donativos al pueblo comenzó la jornada siguiente. De hecho el oro del Tabernáculo viene a expiar por el oro del becerro.
RaSHI, al comienzo de Parashat Trumá (Shemot; 25-2), enseña que los hijos de Israel fueron llamados a hacer tres clases diferentes de donativos. Por un lado se les exigió donar medio shékel para construir los basamentos del Tabernáculo. Por otra parte, se ordenó una segunda contribución de medio shékel para la compra anual de los sacrificios públicos. Finalmente, se menciona el pedido de donación para la construcción del propio Tabernáculo: telas, piedras preciosas, metales, etc.
Hablar de dinero es a menudo algo tan trivial y tan ordinario que luego de la entrega de las segundas Tablas hubiéramos aspirado a un inicio de Parashat Vaiakel algo más sublime y menos materialista.
A no pocas personas les irrita la sóla mención conjunta de estos dos temas. La Torá es la Torá y el dinero es el dinero. Como el agua y el aceite, no se mezclan.
¿Por qué razón la Torá menciona conjuntamente estos dos temas?
Se cuenta acerca de un rabino que en una ocasión viajó por el mundo para recolectar donaciones para la construcción de la sinagoga de su ciudad.
Unos de los potenciales donantes se acercó a él y le dijo: «Rabino, muchas son las personalidades que llegan hasta aquí para recaudar fondos para sus sinagogas. Sin embargo, ellos no hablan de dinero, sino de Torá y de preceptos. Pero usted - según puedo escuchar - no hace más que hablar de dinero. ¿Qué lo diferencia de los demás?»
El rabino observó al hombre y le respondió: «Tal vez usted tenga que afinar el oído y escuchar mejor las verdaderas intenciones de la gente. Muchas personas llegan hasta aquí y dicen «¡Torá, Torá!» cuando en realidad quieren decir «¡Dinero, dinero!». Yo vengo y digo «¡Dinero, dinero!», pero en realidad quiero decir «¡Torá, Torá!».
A veces, incluso el dinero puede ser algo sublime. Un donativo para el Tabernáculo y para toda labor bendita también tiene ribetes de santidad.
¡Si no hay harina no hay Torá!
¡Shabat Shalom!