¿Salvación o prueba?
- Nuestros antepasados nos cuentan que Noaj no construyó el arca de un día para el otro, sino que demoró varios años en construirla. Así, aquella generación lo vería trabajar, le preguntaría por los motivos de semejante emprendimiento náutico y tendría tiempo para el arrepentimiento.
Noaj podría haber anunciado con megáfono que el mundo iba a ser destruido. Sin embargo no lo hizo. Durante todos esos años durmió tranquilo. Permaneció construyendo el arca, encerrado en si mismo y sin importarle la suerte de aquella generación.
Cuando uno analiza la manera en la que Noaj fue salvado del diluvio, no puede dejar de preguntarse si eso era en realidad una salvación o una prueba.
Nosotros conocemos bien a Dios cuando se enoja. Sodoma y Gomorra serán destruidas por lluvias de fuego y azufre en cuestión de horas, no en cuestión de meses.
¿Por qué Dios no utilizó otro método más «cómodo» para salvar Noaj? ¿Por qué lo obliga a doce meses de encierro entre jirafas, jabalíes y cebras, casi sin luz y sin aire? Más que una salvación, eso parecía ser una auténtica prisión.
Ocurre que Dios, además de salvar a Noaj, lo estaba poniendo a prueba. No lo premió con unos meses de crucero por el mundo sino que lo condenó a reflexionar sobre aquel ego que no le permitió prevenir a sus congéneres de la destrucción que vendría sobre el mundo.
Noaj y sus hijos, según el Midrash, estuvieron doce meses sin dormir. Cada animal tenía su horario para comer. Algunos de mañana, otros de tarde, otros de noche. Dios lo condenó de esta forma a ejercitar la clemencia y la piedad.
Paradójicamente, quien había dormido tranquilo durante años cuando la suerte de la humanidad estaba en juego, no pudo dormir durante un año cuando estaba en juego la suerte de los animales.
Al cabo de un año, él había aprendido la lección.
Noaj ya podía ser el padre del nuevo hombre y de la nueva civilización.
¡Shabat Shalom!