Equilibrio auditivo
- La Parashá de esta semana contiene uno de los pilares fundamentales de la fe judía: el Shemá Israel (Oye Israel). Es por ello que nos referiremos a la centralidad del sentido de la audición en la religión judía.
Los judíos tenemos nuestra vida colmada de recordatorios visuales y auditivos. Entre los visuales podemos citar - entre otros - los tefilín, la mezuzá, los tzitzit o las velas de Jánuca. Entre los auditivos, como ejemplo más destacado, podemos mencionar al shofar. Estos recordatorios cumplen la misma función que una brújula en alta mar: nos marcan el camino y nos recuerdan quiénes somos y hacia dónde vamos.
Sin embargo los judíos siempre confiamos más en nuestro oído que en nuestros ojos. Se escucha para transmitir, y cuando el oído falla, el pueblo judío camina por la cornisa.
Un ejemplo muy gráfico aparece en el libro de Bamidbar. Allí se nos cuenta acerca de las señales de las que disponían los hijos de Israel durante su marcha por el desierto. Una nube les marcaba el sitio en el cual debían acampar y dos trompetas de plata labradas ayudaban a convocar a la comunidad a la hora de partir. (Bamidbar; 9:22-10:2).
La nube era un recordatorio visual mientras que las trompetas eran un recordatorio auditivo de la presencia de Dios. De algún modo, el instinto judío nunca confió en el testimonio de sus ojos. Moisés ejecutó señales y éstas pudieron ser copiadas; sus palabras no.
En el Sinaí, el énfasis no estaba tanto en lo que el pueblo veía como en lo que escuchaba. La verdadera llave para entrar al mundo del judaísmo no es Reé (Mira) sino Shemá (Oye). La nube desaparece, pero el sonido del shofar queda.
Si el pueblo judío pierde la capacidad de escuchar se queda sordo... ¡pero también se queda ciego! Allí se pierde la brújula.
No por casualidad, el centro del equilibrio humano está cerca de los oídos. Y el idioma hebreo, con su habitual sabiduría, también nos enseña al respecto: la palabra «equilibrio» en hebreo es «izún», vocablo que contiene la misma raíz lingüística que «ozen» (oído).
El equilibrio y el futuro del pueblo de Israel residen en mantener la milenaria capacidad de ejercitar el Shemá para escuchar, transmitir y enseñar a aquel eslabón que viene detrás nuestro.
¡Shabat Shalom!