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Parashat Hashavúa - Vaieshev

Un destello en la oscuridad

 - Estando en prisión, Yosef comenzó a ejercitar su formidable don para interpretar los sueños. Dos de sus compañeros de celda habían soñado. El jefe de las bebidas y el jefe de la panadería del faraón estaban presos junto a él y descubrieron allí su fantástica habilidad.

Cuando en la próxima Parashá sea el faraón quien sueñe y necesite de un intérprete, el jefe de las bebidas recordará que allí en la cárcel había un muchacho hebreo que podría ayudarlo.

Estar preso en una cárcel egipcia no habrá sido fácil para ningún hebreo. Yosef podría haber escondido su identidad. No obstante, sabemos que no fue eso lo que ocurrió. El jefe de las bebidas desconocía el nombre de aquel joven, pero sabía que era hebreo. De esto se infiere que Yosef tuvo la fortaleza interior para expresar su judaísmo en la oscuridad de aquella prisión.

A menudo la gente habla de su imposibilidad por mantener su judaísmo. «¡Llego muy tarde a casa!», dicen. «¿Cuándo voy a tener tiempo para esas cosas?». «¡Aquí en Israel el sábado es el único día que puedo dormir!». Y uno piensa en Yosef: si él pudo sostener su judaísmo en circunstancias tan extremas, ¿por qué no vamos a poder nosotros?

Miles de años después de Yosef, los judíos del Gueto de Kovno le preguntaban a Rabí Efraim Asheri si sus casas del gueto debían llevar mezuzá o si podían trabajar en la cocina del gueto a sabiendas de que deberían encender fuego en Shabat.

Resulta conmovedor ver como un grupo de judíos al borde de la muerte quería saber qué opinaba el judaísmo acerca de su vida. Y uno se pregunta: ¿Con qué derecho podemos decir nosotros que no conseguimos mantener el judaísmo porque llegamos tarde a casa o estamos cansados?

Posiblemente ese sea también el mensaje de Jánuca que celebraremos la próxima semana. Bajo el dominio griego, los judíos abandonaban la Torá, reverenciaban los modos de vida helénicos y hacían culto sólo de la belleza física. Mantener el judaísmo allí, en ese ambiente, exigía una gran fortaleza espiritual.

Las luces de Jánuca nos recuerdan cada año que esos impulsos que empujan al judío a descuidar su fe siempre han existido, pero siempre han sido vencidos. Y sobre todo, nos hacen ver que para vencer a la noche basta con una mínima llama.

Ese destello está en nuestros corazones; dejémoslo alumbrar.

¡Shabat Shalom y Jag Sameaj!