«Noé era un hombre justo, irreprochable entre sus contemporáneos y siguió siempre los caminos del Creador…». Así empieza el capítulo sobre Noé y de inmediato confunde al lector como si le estuviese contando una historia común y corriente de este mundo.
Pero esto ocurre sólo a los que todavía no están preparados para leer de una manera diferente la Torá; a quienes se conforman con una simple explicación histórica de una persona llamada Noé. Preguntémonos: «¿dónde estoy yo en esta historia de Noé?», o mejor aún: «¿qué significa mi Noé interno?». Demanda de ti mismo sólo la siguiente forma de leer la Torá: todo lo que aquí estoy leyendo ocurre en mí.
«…Pero la tierra estaba pervertida a los ojos del Creador y se había llenado de violencia…». Esto significa que todos nuestros deseos son egoístas…pero dentro de esta «impureza» logramos percibir un cierto punto - pequeño, aislado - que se diferencia por completo de todo los demás «en esta tierra». Éste es «el punto en el corazón».
En su primer nivel egoísta este punto se llama «Noé». Él es nuestro primer deseo espiritual. Todavía es pequeño; casi no diferenciable… y sin embargo, nosotros ya lo sentimos. El destello de Noé vive en cada uno de nosotros pero se ha acumulado tanto alrededor suyo que no nos deja oír su tenue voz.
Pero Noé no ha desaparecido porque es la esencia del alma de la persona. Es eterno y sólo espera el momento en que la persona se torne hacia él.
Estimado lector: ¿quizás has tenido el deseo repentino de detenerte un segundo en medio de esta vida acelerada, cerrar los ojos, taparte los oídos y… sentir el silencio que vive sólo dentro de ti? ¿Querer escuchar esa voz interna sin que sea contaminada por ninguna influencia exterior?
La televisión, la radio y los periódicos te bombardean con anuncios; gente conocida y no conocida te ata a sus pensamientos y deseos… «poder, dinero, fama», es lo que escuchas por todos lados…y a ti incluso te parece que estos pensamientos son tuyos en el torbellino que es la vida diaria; tú ya no puedes entender si es que realmente deseas todo esto. Tu voz interna está oprimida y apagada por todo lo que se encuentra afuera... y corres por la vida impulsado por deseos ajenos. Y de repente, te das cuenta que estabas equivocado; que nunca quisiste esto y que todo te fue dictado o impedido por alguien.
¡Qué alegría es poder detenerse y escuchar tu único y propio deseo! Es el deseo por la espiritualidad que se describe en el texto de la Torá y que se llama «Noé».
Si pudiéramos escuchar esa voz en nuestro interior; sentir esa pequeña chispa altruista, entonces empezaría nuestro desarrollo espiritual.
De otra manera, trabajamos para satisfacer nuestro cuerpo que siempre nos susurra: «¡disfruta de este mundo, vive por ti mismo, aprovecha!».
Pero el cuerpo se debilita, se muere y lo depositan en la tierra donde se descompone.
Parece una ofensa. El ser humano pasa toda la vida trabajando para el cuerpo y al final de su vida éste lo traiciona.
¿Y «Noé»?
Es el eterno deseo del alma. Él está relacionado con la eternidad. Si a partir de ese despertar espiritual la persona se adhiere al Creador, entonces también será eterna.
Todo es tan simple. Lo único que hace falta es el deseo. De esto precisamente se habla en la Torá.