Antes de saber que existía MDA, deseaba mucho poder ayudar a la gente de alguna manera. Una de las mejores formas de hacer eso fue trabajar como voluntaria para MDA, porque así no solamente puedo ayudar a la gente, sino que también ayudo a mi país.
Entonces decidí empezar el Curso de 60 horas en Jerusalén, donde me encontré con voluntarios como yo provenientes de todas partes del mundo.
Las clases fueron muy interesantes y productivas a pesar de la gran cantidad de información. Aprendimos mucho a través de los ejercicios prácticos, disfrutándolos al mismo tiempo.
¡Y lo mejor de todo es que era en nuestra propia lengua!
Estaba muy nerviosa antes de los exámenes finales, pero me di cuenta de que en realidad estaba más que preparada para aprobarlos. Efectivamente, los aprobé y recibí con orgullo mi uniforme de MDA.
Me tocó desempeñarme en la estación Kfar Saba de MDA, donde los voluntarios fuimos muy bien recibidos y se nos hizo sentir parte del equipo. Tanto es así que a bordo de la ambulancia me fue necesario aplicar todos los conocimientos que había aprendido en el curso.
He atendido algunos casos muy simples, como trasladar pacientes de un hospital a otro, y otros más complejos, como accidentes de tráfico o alguien que cayó de un edificio alto. Cualquiera que sea el incidente, me encanta vivir esa sensación de que estoy ayudando o salvando vidas.
Aprendo algo nuevo cada vez que salimos, no sólo sobre el trabajo de equipo a bordo de la ambulancia, sino también sobre la sociedad israelí.
Ahora estoy como voluntaria en Natanya; me siento muy feliz y orgullosa de ser parte de la familia de MDA.