Y se repitió la historia. Los recientes atentados en Bruselas demostraron que luego de los de París, salvo la gran trascendencia periodística mundial, en Europa todo continúa igual, nuevamente a los principales dirigentes mundiales los encontró con el pie cambiado, la desorientación e improvisación son los resultados.
En Basilea fundé el Estado judío, escribió Herzl hace 120 años. En AIPAC consolidé el poder judío, dio a entender Netanyahu en la última década.
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos y los juegos olímpicos tienes algunos aspectos comunes. Se trata de confrontaciones cada cuatro años que por casualidad se llevan a cabo los mismos años. En mítines políticos de campañas proselitistas en el país del norte y en actos de entrega de medallas se enarbolan banderas nacionales.
Dos ideas he intentado mantener en diversos artículos políticos. La primera dice que la verdad política, a diferencia de la verdad moral, es relativa y no absoluta. Esa es la razón por la cual la moral no puede determinar a la política. La política debe regirse por reglas morales pero nunca ser sustituida por ellas.
El diccionario de inglés señala que la palabra “trump” es alteración de «triumph» (triunfo). Y como parece probable que Donald Trump se convierta en el candidato del «Viejo Gran Partido» Republicano (el de Abraham Lincoln y Ronald Reagan) para la próxima elección presidencial en Estados Unidos, debemos preguntarnos: ¿en qué sentido y para quiénes sería un triunfo?
En una singular coincidencia, la mayoría de los analistas estiman que la propuesta de Netanyahu de deportar familias de terroristas palestinos a Gaza o Siria no podrá prosperar ante la relativa inflexibilidad de la justicia israelí. Pese a continuas amenazas de la bancada oficial, difícilmente la Corte Suprema autorice transgresiones a reconocidas normas internacionales.
Malala, Premio Nobel de la Paz en 2014, tiene dicho que «a los terroristas les asusta la educación». Seguramente, queremos pensar, la gran mayoría de los que elaboran los libros de texto de la Autoridad Palestina (AP) no están implicados en actividades terroristas o vinculados a grupos armados, pero con su trabajo diario aseguran que en el futuro los niños palestinos tengan muy fácil afiliarse a Hamás, intentar asesinar a israelíes o seguir creyendo que Israel es el mal absoluto y culpable de todos sus problemas.
La relación con Israel es un asunto esencial en la política exterior norteamericana. Donald Trump, en su carrera hacia la Casa Blanca, no podía dejar de tratarlo. Así que se declaró más proisraelí que nadie, recordó su implicación en las fiestas judías que tienen lugar en Nueva York, su ciudad; elogió la democracia israelí, la única de la zona, y subrayó el dinamismo de la sociedad israelí.
El conflicto entre Israel y los palestinos tiene un solo problema que resolver. Es algo tan sencillo que debe dar vergüenza reconocerlo.
Ayer el Parlament votó en contra de una resolución vinculada a la solidaridad internacional. Se debatió en comisión, y su finalidad era la defensa de las víctimas, el fin de la ocupación, el boicot a los opresores y el resto de las buenas intenciones. ¿Qué pasó, si todo era bonito, politically correct y estaba enmarcado en la lógica progresista de unos partidos y un Parlament que se preocupan por las víctimas del mundo?