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El rebaño se queja; el saqueo continúa

rebano22Naor Narkís intentó ilusoriamente resucitar un muerto. Este joven israelí, radicado en Berlín, se convenció que llegó el momento de movilizar sus pares israelíes que en su gran mayoría se ven imposibilitados en el Estado judío de formar familias con bases de una sólida independencia económica.

Narkís, idealista principiante, pensó que demostrando la arrasadora injusticia del sistema israelí comparando el precio del postre Milky con respecto al berlinés sería suficiente para poner en marcha un gran movimiento popular capaz de obligar al liderazgo a un dramático giro ideológico.

Lo que el joven Narkís no tuvo en cuenta es que en Israel la protesta popular masiva por motivos sociales hace años dejó de existir y difícilmente resucite. Es de suponer que en dos semanas más, con titulares en la mayoría de los medios, esta nueva ola pase a la historia, al igual que la del verano de 2011. Como máximo, la iniciativa de Naor Narkís le puede significar un jerárquico puesto en alguna lista partidaria con total impotencia de modificar esa injusta realidad.   

El liderazgo israelí de los últimos tiempos, especialmente en la última década, con Netanyahu en función de primer ministro y ministro de Finanzas, inyectó en la sociedad una dosis letal de conducta de rebaño que la inmunizó de toda reacción en contra del saqueo, tanto de tierras palestinas como de la retribución del trabajo - la principal fuente de ingreso de la gran mayoría de la población.

El acorde final de este triste intento se concretó en una fallida manifestación en Tel Aviv con la presencia de unos pocos, acto que no se puede interpretar de otra manera más que la queja de un rebaño en una sociedad sumisa.

El previsto fracaso de Narkís de ninguna manera tiene que confundir. Los resultados de la actividad económica israelí de la última docena de años, esa de la que Bibi fue el principal conductor, fueron groseramente desproporcionados a favor de una delgada capa de magnates y sus jerárquicos funcionarios en detrimento de la enorme mayoría de la población que vive de su modesto salario.

Desde que Netanyahu asumió el cargo de ministro de Finanzas en el Gobierno de Sharón, en 2003, hasta finales del presente año, la economía israelí marcó un significativo crecimiento real (no nominal) de aproximadamente el 58%.

En el mismo periodo, la población creció en un porcentaje total de 25%.

En un orden económico normal, más o menos equitativo, y con esos indicadores, sería corriente suponer que el salario real se incrementara en una proporción cercana al 26%. De esta manera se permitirá que tanto los asalariados veteranos más los nuevos que se incorporaron gocen de los mismos beneficios proporcionales al aumento en la capacidad productiva.

Lamentablemente, en el marco de ese espacio de tiempo la política económica guiada por Bib se alejó totalmente de esas bases. El índice de incremento del salario real para el periodo de 12 años analizado en Israel nos muestra un crecimiento total del 8% [1]. En la práctica se está hablando de un estancamiento. La población asalariada vive hoy a niveles económicos cercanos a aquellos de 12 años atrás.

Ahora surge la pregunta ¿A dónde fue a parar la diferencia? Como la respuesta es muy incómoda no se puede esperar que el Ejecutivo israelí la difunda.

Ocasionalmente en estos días se dio a publicidad un importante reporte de una institución de reconocida seriedad. Se trata del «Informe de la Riqueza en el Mundo - 2014» del Banco Credit Suisse [2]. Según el mismo, en 2014 el 67% del capital acumulado en la economía israelí desde su independencia pertenece al decil (la decima parte) de la población con mayores ingresos, un salto abismal respecto del 62% desde principio del 2000. Este dato coloca a Israel en la décima posición del mundo de quienes más crecieron en concentración de riqueza en mano de unos pocos. El informe agrega, además, que Israel continúa escalando posiciones entre las economías desarrolladas donde la inequidad distributiva es cada vez mayor.

Con el amparo de las políticas de Netanyahu, una reducida capa de millonarios israelíes expolió casi todo el incremento en la productividad de quienes aportaron con sus manos y cabeza a lograrlo.

Bibi se debe sentir orgulloso por imponer una nueva escala de valores sociales en el judaísmo moderno. Ahora queda demostrado que los sermones de aquellos conocidos intelectuales y rabinos judíos son en su mayoría cuentos.

En el terreno social reina la discriminación y el racismo en vez de igualdad de derechos, como lo afirmó recientemente el presidente Rivlin [3]. En el ámbito económico, predomina el capitalismo arrasador y salvaje que saquea el trabajo en vez de la histórica equidad y solidaridad social, como lo dicen los números. En el espacio político, prosigue la sumisión y obediencia ciega en vez del debate abierto, como lo demuestra la conducta de rebaño que caracteriza el comportamiento de la mayoría del pueblo judío.

[1] Todos los datos fueron obtenidos de estadísticas del Banco Central de Israel y la Oficina Central de Estadísticas de Israel.

[2] «Global Wealth Report - 2014»; Credit Suisse Bank; October 2014.  

[3] «Rivlin: Sociedad israelí, enferma de racismo»; Israel en línea; 20.10.14.