«Alá es el más grande», gritaban los terroristas mientras fusilaban uno por uno a los espectadores del teatro El Bataclan en París.
¿Hace cuánto venimos diciendo que Europa es un semillero de terroristas musulmanes y que lo que el mundo ha visto hasta ahora no es nada?
¿Cuántas veces dijimos que Francia, particularmente, es uno de los epicentros y que como si fuera poco, cuenta con la complicidad de su población zurdosa, «pacifista», imbécil?
Disfrutan atacando y boicoteando a Israel, único país que pasó su vida, desde el minuto uno de su existencia, luchando contra estas bestias salvajes, mientras ellos, los progres europeos, se ponen del lado del enemigo, apoyándolos ideológica y financieramente.
¿Cuántas veces dijimos que Europa, con su sentimiento tan «antisionista», como les gusta autodenominarse a ellos, por no autoproclamarse «antisemitas», está cavando su propia fosa?
Como si no tuviera suficiente veneno adentro, Europa abrió sus puertas a un millón de refugiados sirios a los que los millonarios países árabes no dieron asilo, excepto un par de ellos, y en cantidad ínfima. Entre esos refugiados hay infinidad de terroristas, pero ahora Hollande «cierra las fronteras».
¿Ahora cierra las fronteras? ¿Para qué? ¿Contra quién? ¿Para que no entren más? Ya están todos adentro y se reproducen a la velocidad de la luz porque lo único que hacen, además de matar, es tener hijos, muchos…
¿Para qué cierra ahora las fronteras? ¿Para que no salgan los que viven ahí y son tan franceses como él? Es tarde para todo, Hollande. Europa bebe su medicina.
Nos cansamos de ver manifestaciones pro Palestina, contra Israel, acusándolo de «Estado asesino». Nos cansamos de verlos en las calles levantar banderitas coloridas sin tener la menor idea del monstruo al que están llamando en su propia tierra. Nos cansamos de ver productos israelíes «etiquetados» para evitar su comercialización.
Lo que Francia y el resto de Europa va a comenzar a hacer desde ahora se va a parecer mucho a lo que hace Israel en defensa de su seguridad. Lo lamento de verdad por los inocentes, esa gente que sólo desea vivir en paz, los que no tienen nada que ver con esta guerra, pero si la estupidez y el colaboracionismo no tienen límites, lo que sí tienen, son consecuencias.
A partir de ahora, la derecha ganará toda elección que haya en Europa en los próximos años; toda. Es el fin de los inútiles e hipócritas «derechos humanos».
Hay derechos, y ellos están establecidos en la legislación de cada país, pero el curro de los «otros» se va a terminar en el mundo entero porque son precisamente el alimento del asesino. Ya lo dijeron ellos mismos: «Usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia».
Con el tiempo las autoridades empezarán a revisar a cualquiera en cualquier lugar, habrá detenciones masivas por portación de rostro, los derechos pasarán a segunda línea porque la seguridad nacional estará en el primer lugar del podio. Aun así no podrán contra el enemigo porque les abrieron las puertas y hoy son tan ciudadanos como ellos mismos. Es una guerra perdida de antemano porque Europa es un continente muy pequeño y los musulmanes lo van a tomar en pocos años.
Estas masacres que recién están comenzando, son un aviso al mundo y muy especialmente al Club de Fans de Gaza, antisemitas de la primera hora, que siguen apoyando ideológicamente a todas estas bestias.
También esto es un aviso a todos aquellos gobiernos y organizaciones que envían armas y dinero a los asesinos musulmanes para que combatan al «colonizador judío, imperialista y ocupador», que obtuvo después de la Segunda Guerra Mundial una porción ínfima de arena inhóspita en su histórico hogar, ubicado en el centro de un océano musulmán que nada en petróleo, y que manda a sus hijos a matar y luego suicidarse, en nombre de su maravillosa religión de amor y paz.