La sociedad israelí vive la cotidianeidad como un triunfo diario por sobre la violencia. Todo el mundo sabe, y más aún los jóvenes, que la vida puede detenerse en cualquier instante. Se trata pues de aprovechar y disfrutar cada momento.
Las investigaciones llevadas a cabo por distintas universidades demuestran que, psicológicamente hablando, la sociedad israelí resiste mejor que otras frente al fenómeno del terrorismo.
No se trata sólo de un sentimiento de solidaridad que es, de por sí, muy fuerte. También incide porque las víctimas de atentados quedan a cargo, sin límite de duración, del Estado, porque existen decenas de asociaciones de ayuda y de grupos de auxilio espiritual en todos los idiomas.
Paralelamente, los israelíes se prohíben a sí mismos cualquier tipo de debilidad. Tras un atentado, la vida renace inmediatamente, las roturas se reparan, la suciedad se limpia, las paredes se pintan.
La tendencia a la autodefensa frente a la ola de atentados es armarse. El propio ministro de Defensa, Moshé Yaalón, y el alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, entre otros, llamaron a los ciudadanos no sólo a portar armas, sino a mostrar que las llevan.
El miedo a los atentados hace que avance el extremismo y el racismo. De ello, se aprovechan cada vez más políticos que echan leña al fuego contra las libertades y la democracia.
En las viviendas israelíes no falta el «mamad», una habitación completamente blindada que tiene por objeto servir de refugio a toda una familia en caso de ataque con armas químicas o de explosiones.
Como dijo Itzjak Hertzog, el líder del Partido Laborista, quien dirige actualmente el principal bloque de oposición al Gobierno de Netanyahu: «Cuando se trata de terrorismo, de asesinatos y de puñaladas, la población gira hacia la derecha y el nacionalismo».
De allí que sin abandonar una posición de pragmatismo frente al problema palestino, el laborismo israelí presta mucha atención a los problemas de seguridad. Es un tema donde las diferencias entre izquierda y derecha tienden a minimizarse.
No así en la interpretación del sionismo. Para la izquierda se trata de un pensamiento inclusivo. Para cada vez más en la derecha, se trata de un concepto religioso. De allí, se infiere la negativa a considerar los derechos de los palestinos y la idea del «Gran Israel» del Mediterráneo hasta el río Jordán.
Esta idea choca con el concepto de dos Estados para dos pueblos, acordado en Oslo hace más de veinte años.
La derecha, encabezada por Bibi, si bien acepta la solución de dos Estados, la boicotea, básicamente a partir de la construcción de asentamientos en Cisjordania.
Hace veinte años cuando Rabin fue asesinado, 140 mil colonos residían en Cisjordania, hoy son 350 mil.
No son pocos los israelíes que piensan que la presencia del Estado Islámico en la vecina Siria y en Irak, y la disputa entre Arabia Saudita e Irán generan condiciones para retomar las tratativas de paz. Ambas circunstancias determinan que Israel dejó de ser el enemigo por excelencia.
Sólo falta solucionar el problema palestino.