En este año que termina el mundo es menos seguro y aumentó el peligro de que los conflictos regionales se conviertan en guerras aún más generalizadas, especialmente el que se desarrolla entre los territorios de Siria e Irak y que tiene al grupo terrorista Estado Islámico (EI) como su principal fuente de escalamiento.
Sería injusto no agregar a esta conclusión que otro de los fracasos de este año fue el de la diplomacia para el más elemental de los objetivos, el de organizar una coalición política y militar capaz de poner fin a la violencia en esos países y promover una salida lo más ordenada posible a una guerra que enfrenta a varias partes e intereses.
Hace días, Arabia Saudita anunció la tercera coalición contra el EI en la que se comprometió a 24 países, sumando otro bloque al que pretendía liderar Rusia y antes Estados Unidos. Con todos, a cinco años del inicio de la guerra civil en Siria, 60 países están interviniendo en la crisis de este país y en Irak y no se puede decir que se vislumbra un derrotado.
La crisis en Oriente Medio y las guerras en África impulsaron una migración sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Más de 900 mil refugiados llegaron a Europa desde Irak, Siria y Afganistán. En el camino murieron 3.500 personas, la cuarta parte de ellos niños. No obstante, más de 10 millones de personas se movieron de sus hogares en países altamente conflictivos como Libia, Líbano, Egipto, Pakistán, Túnez y Turquía.
La Unión Europea (UE) no pudo hacer frente a este desafío. La Comisión Europea aprobó un plan de reubicación para 160 mil refugiados con una inédita cuota de expatriados forzados a ser aceptados por cada país, una inusual socialización del desarraigo cuyo financiamiento aún se discute. Este sólo es el segundo elemento del fenómeno porque el tercero es el arribo del terrorismo del EI y de otros grupos yihadistas reciclados cuyas tácticas empalidecen ante aquel.
Así, guerra, migración forzada y terrorismo es un coctel violento que desde el segundo semestre del año impactó en una Europa que tiene sus propios problemas producto de la irresuelta rebaja del crecimiento que la crisis internacional de 2009 destapó y que tuvo en las elecciones de Grecia, Portugal y España sus efectos más visibles.
La política norteamericana para Oriente Medio mostró pocos avances al hacerse más que evidente la posición rusa de combate al EI pero de defensa del régimen sirio Assad y la ruptura de Rusia con Turquía. Aun así, se registró como un logro significativo el acuerdo nuclear alcanzado en Viena en julio de este año entre Irán, Estados Unidos y otras cinco potencias por el cual se limita el programa nuclear iraní a cambio de un levantamiento de las sanciones.
Ya se sabía que este mundo, que siguió a la caída del Muro de Berlín era multipolar, pero este año que termina marcó el inicio de lo que los especialistas llaman una nueva bipolaridad, esta vez no sistémica sino entre la guerra y la desesperada búsqueda de la paz.