Malala, Premio Nobel de la Paz en 2014, tiene dicho que «a los terroristas les asusta la educación». Seguramente, queremos pensar, la gran mayoría de los que elaboran los libros de texto de la Autoridad Palestina (AP) no están implicados en actividades terroristas o vinculados a grupos armados, pero con su trabajo diario aseguran que en el futuro los niños palestinos tengan muy fácil afiliarse a Hamás, intentar asesinar a israelíes o seguir creyendo que Israel es el mal absoluto y culpable de todos sus problemas.
Podría decirse que estos grupos terroristas no tienen miedo de la enseñanza mientras sea diseñada para la perpetuación de su lucha.
A principios de mes el «Times of Israel» se hacía eco de un informe presentado por el corresponsal de radio Gal Berger sobre el contenido de los libros de enseñanza elaborados por la AP. En los mapas de geografía no aparece Israel como Estado existente y colindante con la futura Palestina, no se menciona el Holocausto cuando se estudia la Segunda Guerra Mundial, se ensalza a mártires palestinos (por lo común terroristas que se inmolaron asesinando a inocentes) y se insta a los estudiantes a elaborar trabajos y redacciones sobre estos últimos.
No hay ahí pedagogía de la solución de dos Estados en los territorios gobernados por la AP. Para qué hablar de las escuelas de Gaza (en 2013 dio cuenta de ellas «The New York Times»), donde se enseña, entre otras cosas, que «los judíos y el movimiento sionista no están relacionados con Israel, por cuanto los hijos de Israel son una nación que ha sido aniquilada»; incluso en las financiadas por la ONU se educa a los niños hacia el odio a Israel.
Lamentablemente, no hay de qué sorprenderse. La política educativa de la AP ya era noticia en 2001, cuando el parlamentario europeo, Armin Laschet, militante de la CDU alemana, se hizo eco del antisemitismo existente en los libros de texto palestinos y propuso que la Unión Europea (UE) cortara las ayudas a la AP hasta que fuera eliminado. El socialista francés, Fraçois Zimeray, también parlamentario europeo, llegó a declarar que había pruebas sustanciales de que la financiación de la UE se había utilizado erróneamente para financiar manuales que promueven el odio e incitan al martirio.
Tras estas polémicas en el seno de la UE, el Departamento de Estado norteamericano, así como organizaciones e instituciones como la Universidad George Washington, el Institute for Monitoring Peace and Cultural Tolerance in School Education, el observatorio Palestinian Media Watch o la UNRWA entraron en una batalla de investigaciones e informes para comprobar si, efectivamente, los libros de texto palestinos adoctrinan en el odio y la intolerancia contra Israel.
Golda Meir, la histórica líder socialista, solía decir que habría paz cuando los árabes amaran más a sus hijos de lo que odian a los israelíes, y tenía razón. Mientras no haya una masa crítica de palestinos con la manifiesta voluntad de convivir con Israel, la paz nunca tendrá opciones.
Al adoctrinar a niños y jóvenes en mitos de sangre y odio sólo se consiguen futuros fanáticos que no aceptarán otra cosa que no sea la derrota completa de Israel mediante la lucha armada y los ataques terroristas.
La lógica de la AP en su proceder, además de ser ideológica, puesto que su dirigencia aún no ha interiorizado que tiene un vecino con el que coexistir, responde también a una estrategia política abyecta: mientras la confrontación con Israel persista, los líderes palestinos podrán seguir viviendo de su relato como pueblo oprimido y evitarán encarar su verdadero reto: negociar la paz con Israel y administrar un país, con todas las consecuencias.
La AP con la que en principio Israel acepta sentarse tiene un claro déficit como entidad dispuesta a un futuro de tierra y recursos compartidos y colaboración económica y logística con el Estado hebreo. Sus dirigentes se han ocupado de que la llama del odio contra Israel no se apague para poder seguir vendiendo su lucha como legítima. Están más cómodos en esa narrativa, y además reciben cuantiosas sumas de dinero en ayuda internacional por ello. Dirigir un país y construir y desarrollar instituciones es más aburrido y menos lucrativo, y a quien lo intenta, como a nuestro hombre en Ramallah, Salam Fayyad, lo defenestran por ser un cáncer en el sistema.
El pueblo palestino es víctima de numerosos dramas, y uno de ellos es lo que han hecho de él sus dirigentes. El palestino Basem Eid, fundador del Palestinian Human Rights Monitoring Group, ha sido claro en lo que respecta a los problemas de su pueblo. De su reciente artículo en el «Times of Israel» interesa resaltar las siguientes e impecables afirmaciones:
«Soy un palestino orgulloso que creció en un campo de refugiados. Quiero la paz y la prosperidad de mi pueblo. Quiero terminar con la miseria y la devastación».
«Después de 66 años de errores y oportunidades perdidas, es hora de que los palestinos favorezcan las condiciones para la paz y trabajen por un futuro mejor. Es hora de que dejemos de fingir que podemos destruir a Israel o expulsar a los judíos al mar. Es hora de que dejemos de escuchar a los radicales musulmanes o a los regímenes árabes que nos utilizan para continuar una guerra sin sentido, destructiva e inmoral contra Israel».
«En Gaza, nuestras escuelas están controladas por fanáticos musulmanes que adoctrinan a nuestros hijos, y Hamás utiliza a nuestros civiles como escudos humanos en una batalla perdida contra Israel. En Cisjordania, los únicos empleos buenos están en empresas israelíes, y el movimiento BDS está haciendo todo lo posible para alejarlos de nosotros».
«Abbás ejerce una dictadura corrupta que utiliza fondos internacionales para consolidar su propia administración en lugar de desarrollar la economía palestina. En el este de Jerusalén, la mayoría de los palestinos prefieren vivir bajo gobierno israelí que bajo el régimen de la AP».
«A pesar de lo que nos decimos a nosotros mismos, Israel está aquí para quedarse. Es más, tiene derecho a existir. No sólo es la nación de los judíos, también es la nación para los árabes israelíes, que viven mejor que los árabes en cualquier país árabe. Debemos aceptar estos hechos y seguir adelante. El antisemitismo promovido por Hamás, Al Fatah y el movimiento BDS no es la respuesta para nosotros los palestinos».
«Sabemos que los israelíes quieren vivir en paz, y que la gran mayoría de los israelíes es amable y de buena vecindad. Sabemos que Egipto fue capaz de asegurar un acuerdo de paz con Israel muy favorable debido a que acordó aceptarlo y renunciar a la violencia».
Gandhi solía decir que la educación es la mejor arma para cambiar el mundo. Los líderes palestinos la utilizan para perpetuar su entramado corrupto y alejar la paz con Israel.