Las elecciones presidenciales en Estados Unidos y los juegos olímpicos tienes algunos aspectos comunes. Se trata de confrontaciones cada cuatro años que por casualidad se llevan a cabo los mismos años. En mítines políticos de campañas proselitistas en el país del norte y en actos de entrega de medallas se enarbolan banderas nacionales.
Sin embargo, hay un aspecto que los diferencia sustancialmente. En esas competencias internacionales, los contrincantes lucen uniformes con símbolos y colores nacionales. Por el contrario, en campañas electorales estadounidenses los precandidatos y candidatos se visten con pantalones de franjas rojiblancas adornadas de estrellas en un recuadro de trasfondo azul, pero la camiseta es celeste y blanca con la estrella de David.
El llamamiento a elegir el próximo presidente norteamericano programado para noviembre de este año nos brinda el escenario adecuado para presenciar un sainete con candidatos demócratas y republicanos como actores principales. Cada uno en su turno no desperdicia oportunidad en desparramar declaraciones de amor y fidelidad a Israel al tiempo que alerta de los peligros de un puñal en la espalda de Jerusalén de manos de su rival. Si no fuese por el idioma inglés, cualquier persona pensaría que se trata de campaña electoral de quienes pretenden llegar a la función de primer ministro israelí.
Los precandidatos republicanos se vieron obligados a presentarse ante la Coalición Judía Republicana, presidida por el multimillonario Sheldon Adelson, para declamar loas y jurar lealtad al Estado hebreo, si es que aspiran recibir apoyo financiero para su proselitismo electoral. Donald Trump fue el único que rehusó pues, como multimillonario, «él no necesita dinero de los judíos».
El senador Marco Rubio declaró ser «totalmente pro Israel» mientras acusaba duramente a Trump por haber adoptado «una posición anti-israelí» [1]. El extravagante candidato estadounidense no se quedó atrás afirmando que él está «en un 100% con Israel pues es uno de los países que más quiere en el mundo» [2]. Además, retornó a la sagrada, eterna e incumplida promesa de todos los candidatos presidenciales estadounidenses: «trasladaré la embajada de mi país de Tel Aviv a Jerusalén» [3].
Trump también recurrió a Israel para atacar en sus discursos a los demócratas y a Obama. Para este candidato republicano «Obama y Kerry vendieron a Israel» [4], «Obama es lo peor que alguna vez le ocurrió a Israel» [5].
La candidata demócrata, Hillary Clinton, prefiere, por el momento, no atacar a Trump dado que se trata del candidato republicano más cómodo desde su punto de vista. Por el contrario, ataca a Sanders, su rival demócrata, y promete ser más dadivosa que Obama. Por supuesto, en ambos casos los únicos argumentos son la relación con Israel. En un video que subió a las redes, la esposa del ex presidente estadounidense critica las posiciones de su contrincante de partido en materia de política internacional hasta afirmar que «Sanders será muy malo para Israel» [6]. En el marco de una reunión cerrada con contribuyentes judíos a su campaña, Clinton afirmó que ella será una presidenta mucho mejor para Israel de lo que fue Obama.
Hay quienes afirman que esta problemática conducta del liderazgo político estadounidense tiene sus raíces económicas. El conocido analista Yoav Karny se pregunta: «¿Todo esto ocurre debido al dinero judío?» La respuesta la da él mismo: “«No solo, pero absolutamente también por él. El lugar del 'voto judío', al menos a nivel nacional, lo ocupó gradualmente el 'poder de los judíos de recolectar dinero' en favor de un candidato o partido. La creciente preponderancia del lobby judío es el resultado del su masivo potencial de recolectar donaciones» [7].
Otros analistas consideran que la excesiva influencia política de intereses israelíes y judíos en Estados Unidos no es sólo función del dinero. El ejemplo de Chemi Shalev de «Haaretz» justamente se basa en la próxima participación de Trump, que no necesita apoyo financiero, en la famosa Convención Anual del lobby judío AIPAC. «Aunque Trump no reciba dinero en efectivo por su discurso, de todas maneras, él podrá lograr muy buenos beneficios. Este millonario de lengua áspera no necesita más promoción, pero en AIPAC él podrá sobreponerse a la imagen de provocador para proyectarse como personaje honorable en un poderoso fórum de los dos partidos que tanto le hace falta. Trump necesita de AIPAC mucho más que el lobby necesita de él» [8].
Sólo un ingenuo podría suponer que ese afecto que expresan los políticos se trata de un legítimo sentimiento que nace de lo más profundo de su corazón y no de su razonamiento que sabe distinguir muy bien donde está localizado el centro de toma de decisiones de su país.
Hasta los analistas principiantes entienden que esta conducta del liderazgo estadounidense no es una cuestión de estrategia global de la mayor potencia del mundo. En ese sentido, el aporte israelí es ínfimo. Todo lo contrario. El mapa estratégico internacional de Estados Unidos debe adaptarse a los intereses israelíes, inclusive si menoscaba aquellos propios.
El pueblo norteamericano ya se acostumbró durante las elecciones de las dos últimas décadas a la necesidad que sienten los candidatos presidenciales de hacer piruetas proselitistas para mostrar en la forma más convincente posible su identificación con Israel y los judíos. Este espectáculo no está dirigido al electorado estadounidense en su totalidad, sino directa y únicamente a oídos de la dirigencia judía local.
La realidad es incuestionable. Las declaraciones y posturas de políticos norteamericanos, demócratas y republicanos, trasmiten la imagen que tienen necesidad de someterse, por no decir reverenciarse, ante los intereses de Israel y ciertas organizaciones judías que asumen su representación. Este amor político terminará por matar la ingenua y desinteresada imagen que tanto el judaísmo como Israel tratan infatigablemente de trasmitir al mundo.
Hasta que no frenen definitivamente el intervencionismo en favor de Israel en la política yanqui de la Coalición Judía Republicana, el Consejo Nacional Judío Demócrata, AIPAC y J-Street, será muy difícil refutar y adjudicar el título de antisemitismo al reclamo que los judíos e Israel controlan el poder en Estados Unidos.
Ojalá me equivoque...
[1] «Rubio atacó a Trump»; Diario Judío de México; 27.2.16.
[2] «Obama es lo peor que le pasó a Israel»; Ynet; 19.2.16. Globes; 9.2.06.
[3] «Trump promete trasladar embajada»; Aurora; 19.1.16.
[4] «Obama y Kerry vendieron a Israel»; Ynet; 15.8.15.
[5] «Obama es lo peor que alguna vez le ocurrió a Israel»; Ynet; 19.2.16.
[6] «Clinton: Sanders será muy malo para Israel»; Globes; 24.1.16.
[7] «Amistad real y borrachera de la fuerza»; Página Web de Yoav Karny; 10.3.12.
[8] «Trump necesita de AIPAC mucho más que el lobby necesita de él»; Haaretz; 15.3.16.