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Tzáhal y los rabinos

Los rabinos podrán tener muchos privilegios, pero hay un derecho que no pueden atribuirse: convertir a Tzáhal, el ejército nacional y popular de Israel, en un cuerpo militar nacionalista, religioso y derechista-mesiánico. Después de todo, se trata de Tzáhal, no del ejército de Dios.

"La admisión de la religión en los regimientos de combate es cada vez mayor". Esa información no proviene de un sitio web de Hezbolá o de un comunicado emitido por el ejército iraní. La leí en la web oficial de Tzáhal, en una página que incluye noticias de la revista del ejército, BaMahané.

Según parece, y en el marco de un nuevo plan de Rabinato dispuesto por Tzáhal, se designará un rabino militar por cada regimiento de combate del ejército. Los nombramientos se harán el próximo mes. Los rabinos serán soldados reservistas y se dedicarán a acompañar a los combatientes durante las sesiones de entrenamiento y la actividad operativa.

El plan fue evaluado por primera vez en el Comando Norte. El rabino del Comando, el teniente coronel Binyamín Makhlouf, declaró a la prensa que "la tarea del comandante del regimiento Golani 51 resulta del todo ineficiente sin el rabino militar".

Suponiendo que el Regimiento 51 sea incapaz de funcionar convenientemente sin su comandante, podemos entender estos nuevos procedimientos de implementación en una de las fuerzas de elite más gloriosas de Tzáhal: primero, el rabino; luego, el comandante, y por último, el regimiento. Dime quién te guía y te diré dónde estás parado.

Durante la Operación Plomo Fundido se me ocurrió observar el informe correspondiente a un regimiento de combate a punto de penetrar en el sur de la Franja de Gaza. Los oficiales repetían los detalles de la misión, los objetivos, y los procedimientos de combate. Al concluir, el rabino militar emprendió un discurso religioso en nombre de Dios con indudable fervor.

Poco a poco, el tiempo de los preparativos, que en el pasado se dedicaba al consumo de lo que había quedado de las raciones de combate, y para descansar un poco, fueron convirtiéndose en un ritual vudú. En otro regimiento, según me han contado, el rabino fue más lejos aún, bendiciendo personalmente a cada soldado mientras colocaba su mano sobre las cabezas de la tropa.

Por lo que me han dicho, en los últimos años el Rabinato de Tzáhal realizó un decidido esfuerzo para eliminar a los rabinos ultraortodoxos, quienes alcanzaron rango de teniente general, coche y sueldo, viviendo como parásitos e irritando las vidas de los soldados con su rigor en materia de kashrut y Shabat. Fueron reemplazados por oficiales religiosos nacionales, algunos de ellos ex combatientes, menos interesados en ejercer la coerción religiosa que en lograr la unificación de las tropas: toda una buena noticia.

El problema es que estos oficiales tienen aspiraciones misioneras y cuentan además con una agenda política. Los anteriores eran ciertamente una molestia; los nuevos constituyen una molestia peligrosa.

En el ejército soviético cada unidad tenía un "politruk": un funcionario político en representación del Partido Comunista. Su función consistía en hacer un lavado de cerebro a los soldados con propaganda, y de ese modo, reeducarlos. En esa jerarquía, el politruk se situaba generalmente por encima del comandante militar. Los rabinos a punto de incorporarse oficialmente a las unidades de Tzáhal son los nuevos politruks.

Está bien: el porcentaje de soldados nacional-religiosos en unidades de combate es superior al del pasado; hoy en día, su aspiración de continuar la carrera militar supera a la de otros. Su dedicación es ciertamente admirable; su contribución es indudablemente significativa.

Ellos podrán tener muchos privilegios, pero hay un derecho que no pueden atribuirse: convertir a Tzáhal, el ejército nacional y popular de Israel, en un cuerpo militar nacionalista, religioso y derechista-mesiánico. Después de todo, se trata de Tzáhal, no del ejército de Dios.

La responsabilidad de este asunto corre por cuenta del Jefe de Estado Mayor, Benny Gantz. Cuando surgió la polémica en torno a la oración Izkor, el jefe del ejército se apresuró a establecer un comité. El verdadero objetivo era ganar tiempo, lo cual efectivamente se logró. En cualquier caso, no hay mucho más que pueda hacerse: Los elementos religiosos de la ceremonia militar se han determinado hace ya varios años, y la posición conquistada difícilmente podría cederse.

Sin embargo, Gantz puede frenar el deterioro. Los regimientos de Tzáhal no necesitan de politruks: necesitan buenos comandantes, una sólida formación, y armas en buen estado; menos discursos fervorosos y una mayor capacidad de recursos en la práctica; menos propaganda de odio y un conocimiento más íntimo de las reglas de combate.

La entera concepción de un Rabinato de Tzáhal constituye un error. El jefe del ejército habría hecho bien si, en lugar de un oficial rabino de Tzáhal, hubiera nombrado a un oficial rabino de religión. Al igual que el jefe de artillería es responsable de la artillería, el jefe de religión estaría a cargo de los servicios religiosos. Su trabajo consistiría en proporcionar dichos servicios a cualquier gendarme que los necesite; y no pocos soldados valiosos recurren a ellos. Pero no debería pretender educar a todos los demás, ejerciendo el adoctrinamiento, alentando al resto de la tropa a convertirse en religiosos, o formándolos directamente en tal sentido.

Benny Gantz no puede separar la religión de Tzáhal. No tiene tampoco ninguna obligación de hacerlo. Sin embargo, puede detener la invasión de politruks en el ejército. En este caso, no se necesita establecer un comité: solamente ser capaz de reaccionar a tiempo.

Fuente: Yediot Aharonot - 8.7.11
Traducción: www.argentina.co.il