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Obama no hará nada

Si Netanyahu mantiene su rechazo a la propuesta de Obama, EE.UU no le impondrá sanciones ni detendrá su ayuda. Pero en tal caso, Israel terminará siendo un cliente más en vez de un socio. Y clientes de EE.UU hay muchos en Oriente Medio y en el resto del mundo.

"¿Qué es lo que hace un presidente norteamericano cuando Israel le dice que no?", preguntó Dan Kurtzer, ex embajador en Israel, durante una conferencia en la Universidad de Brandeis la semana pasada. "Nada."

La declaración de Kurtzer no debería entrañar ninguna sorpresa. El presidente de EE.UU, Barack Obama, no hizo nada cuando el primer ministro Binyamín Netanyahu lo ofendió públicamente después de su reunión en la Casa Blanca, o durante su discurso ante el Congreso; tampoco hizo nada cuando Bibi rechazó la demanda de moratoria en la construcción de asentamientos; menos cuando Netanyahu rechazó sus propuestas sobre las conversaciones de paz y las fronteras de 1967.

"¿Y cuándo fue la última vez que un embajador de EE.UU dijo algo que molestara a Israel?", preguntó Kurtzer. "Tal cosa no ocurrió nunca".

La conclusión de Kurtzer es inequívoca: EE.UU no está dispuesto a entrar en el fangoso terreno palestino-israelí. Por esa razón, no tiene ningún sentido esperar con ansias una iniciativa norteamericana. De hecho, dijo Kurtzer, lo que falta no es iniciativa sino voluntad por parte de EE.UU, y la capacidad suficiente para darse cuenta de ello.

Kurtzer no está solo en sus consideraciones. "Washington no es capaz de realizar en este momento una acción diplomática significativa en Oriente Medio", declaró un alto funcionario del Departamento de Estado. "A lo sumo, hará un poco de ruido antes de septiembre. Incluso se unirá a cualquier iniciativa europea, por más inútil que sea".

Los diplomáticos estadounidenses Dennis Ross y David Hale, quienes arribaron a Jerusalén la semana pasada como si fueran atletas olímpicos, sabían que se les había encomendado una antorcha apagada, y que sin combustible extra, ellos no son capaces de lograr nada nuevo. Ciertamente, su misión no supone ningún enfoque innovador ni audaz de la diplomacia.

Pero tirar piedras a las ventanas del Departamento de Estado o de la Casa Blanca puede resultar tan efectivo como los desesperados esfuerzos de un hombre que intenta llamar la atención arrojando barro a la orilla mientras se ahoga en un pantano. Obama y su equipo no son actores que aguardan con ansias conocer la decisión final de los líderes de Jerusalén o de Ramallah. La función de Washington no es la de hacer favores a Israel o a los palestinos sino la de mejorar su propia posición en la región. Estados Unidos - a pesar de su insistencia en que sus deseos de paz no pueden estar por encima del de las propias partes en conflicto - tiene sus propios intereses, y el servicio de mediación ofrecido a Israel es para su propio beneficio. Esto se debe a que - cuando Oriente Medio es catapultado entre guerras civiles y posibles surgimientos de democracia; cuando más allá crece nuevamente la competencia entre Rusia, EE.UU y China por el poder de influencia, y mientras Europa pule sus elegantes uñas ante la llegada de la siguiente ronda en la región - EE.UU quiere y necesita saber quién está de su lado; quiénes son los buenos, y quiénes los malos.

Para el presidente George W. Bush las cosas resultaron más fáciles: Por definición, Israel estaba alineada con EE.UU, mientras que la mayoría de los países árabes y musulmanes estaban "contra" él. Las revoluciones de su tiempo no fueron llevadas a cabo por la opinión pública árabe. Fue EE.UU quien se encargó de realizarlas en su lugar, independientemente de lo que dicha opinión pública pensara.

Obama - que está tratando de librarse del embrollo de las conquistas norteamericanas, preservando al mismo tiempo la influencia de EE.UU en la región - necesita ahora un socio israelí decidido a ratificar un enfoque basado en la idea de que el apoyo y la cooperación estadounidenses son más vitales para la existencia de Israel que unos asentamientos en algunas colinas rocosas. No está pidiéndole a Israel un retorno al pasado; lo que le ofrece es un beneficio a futuro. Después de todo, no se trata de sentimientos o de alguna clase de obligación moral americano-israelíes sino de intereses.

¿Y qué sucederá si Israel rechaza nuevamente el plan de negocios estadounidense y no acepta la definición de beneficio de Obama? A primera vista, uno podría esperar el mismo "nada" señalado por Kurtzer. EE.UU no impondrá sanciones a Israel; ni procederá al congelamiento de su ayuda, e incluso seguirá acogiendo de buen grado a los primeros ministros israelíes. Pero en tal caso, Israel terminará siendo un cliente en vez de un socio - un cliente con una deuda cuyo supuesto pago ni siquiera se molesta en fingir.

EE.UU ya ha tenido un montón de clientes de esta clase en Oriente Medio y más allá. Todos ellos están convencidos de que son amigos de EE.UU. Esta es la esencia de aquella "nada"que se despliega en las relaciones de Israel con su frente interno estratégico. No se trata de una "nada" producto de la impotencia, sino más bien de una "nada" que se desprende del vacío en las relaciones israelí-estadounidenses.

Fuente: Haaretz - 20.6.11
Traducción: www.argentina.co.il