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Todos contentos

Obama, Netanyahu y Abbás gozan de una mayor popularidad que la que tenían hace algunos meses. Obama eliminó a Bin Laden, Netanyahu superó a Obama y Abu Mazen unificó a su pueblo. Los tres ganarían las elecciones y ninguno se apresura a cambiar el status quo.

Mirando retrospectivamente dos semanas atrás, todos pueden estar contentos: El presidente norteamericano, Barak Obama, se presentó a una rueda de prensa sobre Oriente Medio y pronunció un discurso bello, inteligente e inlcuso emocionante.

Se refirió a la primavera de los pueblos árabes, prometió ayuda a quienes tratan de conducir a estrategias democráticas y diseñó parcialmente una "Hoja de Rutas" para un acuerdo israelí-palestino.

No propuso novedades relevantes pero presentó un paquete que no avergüenza al sector liberal. Posteriormente, se presentó en la Asamblea de AIPAC y se fué de alli tranquilo e incluso con aplausos de pie.

Muchos determinaron que es un amigo de Israel y así modificó la imágen creada en el marco de los dirigentes judíos de EE.UU. O por lo menos entre gran número de ellos (aquellos que aseguran que él desea la destrucción de Israel no cambiarán de parecer en ningún caso).

El primer ministro Netanyahu polemizó con Obama, se negó estoicamente a aceptar la idea de un Estado palestino sobre las bases de las fronteras de 1967 con arreglos acordados mutuamente, y dijo que sólo escuchó las palabras "fronteras del 67". Y desde entonces, el mandatario norteamericano no cesa de clamar la segunda parte de la frase: "Con arreglos acordados mutuamente ; con arreglos acordados mutuamente".

Netanyahu fue recibido entusiastamente por AIPAC e insistió en lo que Israel no puede prescindir. De allí pasó al encuento en el Congreso donde todos contaron las veces en que diputados y senadores se pusieron de pie para aplaudirlo. Allí ofreció un discurso israelí lleno de orgullo, lo que le valió de inmediato el reconocimiento del público y un destacado aumento de mandatos para el Likud de acuerdo a las encuestas realizadas.

Mahmud Abbás, que observó lo ocurrido en Washighton desde Oriente Medio, pudo sentirse satisfecho con el discurso de Obama - y de su referencia a los límites del 67 - y escuchar el discurso ordenado y diáfano de Netanyahu en el cual presentó su plan de paz que ningún país del mundo está dispuesto a adoptar.

El mismo Abbás continúa obteniendo apoyo para lo que se propone hacer en el próximo Consejo de la ONU en septiembre, y propulsa el establecimiento de un gobierno de tecnócratas que gane el apoyo de Hamás y Al Fatah dispuesto a acatar las condiciones del Cuarteto. Si tiene éxito en estos desafíos, podrá bajarse en sólo dos meses del escenario histórico cuando Cisjordania y Gaza vuelven a formar parte de una sola entidad, la ONU apoya el reconocimiento del Estado palestino y la dirigencia israelí se presenta ante el mundo con propuestas políticas carentes de aval.

Sólo que hay un pequeño problema: Los objetivos logrados hace dos semanas, son totalmente virtuales. En la práctica no se consiguió ningún avance de las tres partes hacia la materialización de las metas.

Obama se prepara para la retirada de las fuerzas norteamericanas de Irak y Afganistán. Él anhela una coalición árabe que evite el fortalecimiento de la influencia iraní a raíz de la salida. Él sabe perfectamente que dicha coalición no será posible - y menos en la era de la primavera árabe - sin la solución del conflicto israelí-palestino.

Obama cometió varios errores en los dos últimos años; entre ellos, convertir la exigencia justa de la moratoria en los asentamientos en una condición para reanudar las negociaciones, la designación de George Mitchell como enviado a Oriente Medio y la vuelta de Dennis Ross al tema en el cual fracasó en años anteriores. Ahora, en su discurso "El Cairo 2", Obama no se preocupó en nombrar a un nuevo enviado y no propuso ninguna opción valedera para renovar las conversaciones. Pronunció un discurso correcto sin conclusiones y quien lo desee, podrá entender que se trata de un presidente que se hartó del asunto.

Abu Mazen sabe perfectamente que la Asamblea de la ONU no es una fábrica de hacer países y que en septiembre no se constituirá un Estado palestino. Una Autoridad Palestina con muy bajo nivel de independencia seguirá existiendo en sólo el 40% de Cisjordania sin un paso a Gaza y con una gran parte del territorio bajo dominio israelí.

Él también sabe que niguna maniobra de reconciliación real comenzó entre Al Fatah y Hamás, que la entrada de Hamás a la OLP podría llevar al desmoronamiento de Al Fatah y que será muy difícil llegar a un acuerdo en la creación de un gobierno de tecnócratas. Él podría finalizar su gestión sin un Estado palestino y con un proceso incompleto y pletórico de desconfianza con Hamás.

Netanyahu quiere eludir una situación en la que una minoría israelí domine a una mayoría no judía en nuestro país y evitar el aislamiento de Israel. Después de una época ininterrumpida en la que dió a entender que si se materializarían las condiciones él estaría dispuesto a hacer concesiones importantes, reveló algunas cláusulas de su programa, que finalmente es una combinación del Plan Alon con reminiscencias de Itzjak Shamir. Se trata un programa que fue acogido por la derecha de su partido y la derecha en la Knéset, pero después de que durante más de dos años gozó de la duda y la suposición de que quizás se trate de un Netanyahu que no busca sólo "Un lugar bajo el sol", resulta claro que nada cambió.

El discurso gozó de aplausos pero alejó la posibilidad de evitar la situación del dominio de una minoría por medio de un acuerdo. Netanyahu no propuso nada. Ningún camino nuevo para llegar a un acuerdo definitivo, ninguna acción transitoria y ninguna movida unilateral. Pronunció su discurso y bajó del escenario como alguien que espera la aparición de la crítica teatral en los titulares matutinos.

Pero Netanyahu no es un actor y tampoco participa en un certamen de discursos. Él es un político que debería conducir a su pueblo, y el contenido de sus palabras deprime a todo aquel que desea realmente solucionar este conflicto interminable y sangriento.

¿Qué harán estos tres para ocuparse del verdadero problema? Aparentemente nada los apura. Los tres gozan de una mayor popularidad que la que tenían hace algunos meses. Obama eliminó a Bin Laden, Netanyahu superó a Obama y Abu Mazen unificó a su pueblo obteniendo gran aceptación por parte de la comunidad internacional. Cada uno de ellos podría ganar las elecciones si se llevarían a cabo actualmente y, por lo tanto, ninguno se apresura a cambiar el status quo.

¿Eso quiere decir que nada sucederá? Por supuesto que no. Primeramente hay una realidad cambiante y ella podrìa originar que los que toman desiciones, actúen en contraposición a lo que parece momentáneamente su interés inmediato. Segundo; ellos tambien entienden que sus logros actuales son frágiles y temporarios y necesitan soluciones prácticas. Tercero; los tres saben que a pesar de los grandes impedimentos existentes, se podría llegar por lo menos a materializar la segunda etapa de la "Hoja de Rutas": Un Estado palestino con fronteras temporarias con miras a un arreglo definitivo. Los tres líderes son lúcidos y tienen los intereses de sus pueblos en la mira.

Pero el tiempo que pasa es su verdadero enemigo. Él es quien determina la victoria de la frustración y de la desesperación.

Fuente: Israel Hayom - 5.6.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il