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Clases de teatro con Bibi

Un discurso muy pulido, muy estudiado, escrito con fibra. Un discurso para el aplauso cerrado. Una disertación que casi estableció un Estado palestino. Un alegato con música de paz, con insinuaciones para ser interpretadas, con el inglés digno de un rey. Un discurso fenomenal. Sólo que...

Netanyahu pronuncia ese mismo discurso hace ya quince años. El discurso y el disertante deberían ser adoptados para una clase maestra en cualquier escuela de drama.

Una de las cosas que sobresale en los actores, es que cuando suben al escenario se activan las turbinas de su interior y ellos arrasan con todo lo que tienen a mano. Ese es el medio en el cual se destacan; allí nadie se atrevería a decirles que hacer.

Allí, sobre el escenario, ponen de manifiesto su escencia artística y en ocasiones pierden el control. Suben al plató y éste se convierte en su hogar. Se sienten dueños de casa, propietarios que determinan el ritmo de la acción.

Netanyahu subió al podio del Congreso norteamericano y en apenas un instante se convirtió en su patrón. Marchó con paso medido y fijó las pautas, animó una y otra vez a redoblar aplausos, sabía que el mundo lo escuchaba, sabía cuantos puntos se adjudicaba a su favor y no podía permitir que un momento así pase como si nada. Era matemáticamente conciente del efecto creciente, sabía qué iba a hacer después del discurso y dirigió genialmente la introducción.

Un buen artisrta sabe que todas las exigencias a su alrededor forman parte de la partitura sobre la cual actúa: qué desea el público, qué es lo que lo emociona, qué lo magnetiza, que lo enfurece, con qué se conecta. Un actor, entre otras cosas, aprende a conducir al público a dichos lugares.

Netanyahu dirige a su público estoicamente; conoce como un ingeniero electrónico las corrientes en el aire, sabe de dónde vienen y hacia dónde se dirigen, sabe administrar sus asuntos, no porque alguien le enseñó; es parte de él; dénle una oportunidad y los motores se activan a su máxima potencia.

En el teatro hay un concepto enraizado que se convirtió en código: "Tómate el tiempo necesario". Cuando dominas tu tiempo, te controlas a tí mismo, y al personaje que interpretas.

Bibi es el rey de los que se toman su tiempo. Lo hace de forma envidiable. No es algo que se aprende; nace con uno. Él dirige al público, estipula el tiempo y el ritmo, y en el momento que ello sucede, irradia poderío y seguridad.

En clases de teatro se enseña de qué manera el artista se administra en una escena. Hay un público y el actor debe relacionarse con él. Se trata de enraizar dicha condición.

Bibi no excluye ni con mirada ni con el vínculo a ninguna persona, y no importa dónde esté ubicada. Con fenomenal dominio del tiempo, mueve su cuerpo y su cabeza y brinda la sensación de que se dirige en forma directa a cada uno de los que están sentados y atentos.

También esto no parece algo mecánico; está inmerso en él; lo hace sin la más mínima falsedad. Apasionante. Interpreta su concierto con extraordinaria intuición, sabe ajustar el tono en el tiempo y en el lugar preciso, sus cuerdas vocales son instrumentos de trabajo; los utiliza como Laurence Olivier.

Binyamín Netanyahu es una persona inteligente e instruída. Cuando uno es inteligente e instruído, confía en su capacidad de decir cualquier cosa en cualquier condición y convencer aquí y ahora. Desde su punto de vista, no existe el mañana, porque en su mañana nada nos resulta claro.

Una observación no relacionada con la interpretación:

Se hablará uno o dos días sobre el discurso, los matices, los textos y sobre lo confuso. Despué de todo, no dijo nada determinante, así como durante años no dijo nada en sus discursos.

Lo importante en esta situación, no es lo que dijo, sino de qué manera lo que dijo es beneficioso para las relaciones entre EE.UU e Israel.

Y en este caso, estoy sumamente preocupado.

Fuente: Maariv - 27.5.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il