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Hacia lo desconocido


Algo aún no definido sucede a nuestro alrededor. Olas de personas amargadas que perdieron el miedo inundan las plazas urbanas, desafían a soberanos y dictadores y desmoronan, como castillos de naipes, regímenes crueles considerados irreversibles.

Cuando las represas se quiebran y los viejos gobiernos se derrumban bajo la inundación de la horda enardecida, hay un momento en el cual se vivencia la libertad y el triunfo; una euforia indescriptible.

Coloridas banderas flamean en el viento; eslogans y voces que no se adhieren a ninguna melodía conocida llenan el aire; jóvenes simpáticos, egresados de universidades europeas y norteamericanas, con un inglés y francés fluido, son entrevistados con emoción por reporteros de canales televisivos y toda esta verborragia no tiene relación con lo que sucede en realidad.

A personas acostumbradas al razonamiento preciso les resulta difícil aceptar una realidad que se convierte en un escándalo caótico incomprensible. Les aterra la sensación de que sus vidas aparentemente estables, se desarrollan a la vera de un volcán y que la lava ardiente, en sus entrañas, burbujea, sube y en instantes irrumpirá y arrastrará todo lo que encuentre en su camino.

¿Qué hacer frente a tal estallido? Se arrancan conceptos desgastados de archivos arcaicos y se intenta atribuirlos al desconcierto existente.

Quienes añoran las rebeliones se apresuran en catalogar el fenómeno de "Revolución". Otros prefieren tranquilizarse y adoptan la denominación "Primavera de los pueblos".

"El ciego guía de ciegos" de Pieter Bruegel

Todas las nomenclaturas ancestrales y disparatadas recuerdan a brujos de tribus antiguas que intentaban ahuyentar tempestades que se avecinaban con la ayuda de nombres estipulados y prácticas de magia. Porque si se trata de una revolución libertadora, ¿cómo es que bastó un rumor de que un cristiano secuestró a una musulmana para que dicha ola de lava humana provoque destrozos e incendie iglesias en El Cairo?

No el aroma de la primavera de los pueblos se percibía de estos incendios, sino el hedor de la oscuridad medieval.

Cuando millones de personas viven en una economía decadente con un atraso ambiental sin salida, y cuando una cultura amenaza a otra en la igualdad de derechos de la mujer, el aire se torna explosivo. Esa misma masa que quemó las iglesias, pretendió atacar también el edificio de la embajada de Israel en el Cairo.

Además, pudimos observar la facilidad con que el régimen sirio, en proceso de extinción, orientó hacia nosotros la misma lava humana que amenaza destituirlo.

¿Acaso seremos el detonante de esos regímenes caducos para que puedan provocar con nuestra ayuda la gran cadena explosiva?

¿Acaso podremos apartarnos de la engorrosa función que parecería que la historia nos depara?

Analistas y líderes que suponen dirigirnos en estos alocados días con aires de autosuficiencia, nos recuerdan el "El ciego guía de ciegos", una pintura alegórica de Pieter Bruegel padre, en la que aparecen cinco no videntes marchando con seguridad tras el sexto que los conduce directamente... al pozo.

El guía que camina a la vanguardia ya resbaló a orillas de la fosa; el pintor lo registró con una expresión de pavor en su rostro; quien le sigue, aferrado a él, presiente que algo está mal, pero sus ojos dirigidos al cielo sienten por lo visto el viento cálido de la primavera y no la oscuridad del hoyo en el cual pronto caerá.

Y los restantes, agarrados el uno al otro, no son concientes de la tragedia que se les avecina; ellos marchan con total seguridad dado que quien los guía sabe muy bien hacia dónde.

Bruegel absorbió su inspiración para dicha pintura de una frase del Evangelio que Lucas puso en labios de Jesús: "Si un no vidente conduce a otro no vidente, ambos caerán a un pozo ciego".

Fuente: Israel Hayom - 20.5.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il