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¡Sin guantes!

Llegó la hora de quitarse los guantes. Aviva y Noam Shalit deben organizar protestas masivas hasta paralizar completamente al país. Sólo cuando la tranquilidad de Bibi se desvanezca, él se verá obligado a efectuar ese intercambio que viene aplazando desde hace años.

Pobre Bibi. Estuvo tan ocupado durante la noche del Seder de Pesaj con la historia del Éxodo de Egipto y el paso de la esclavitud a la libertad. Y por si eso fuera poco, también tuvo que comer guefilte fish, matzá, sopa, carne y verduras. No le alcanzó el tiempo para salir hasta la puerta de su casa a intercambiar unas palabras con la abatida familia Shalit que permanecía a esas horas sentada en la acera polvorienta.

Los únicos que se interesaron por ellos fueron unos nerviosos guardias de rostro solemne, extremadamente preocupados ante el enorme peligro que corría la seguridad de aquellos ingenuos ciudadanos que se negaban a regresar a su casa en la cual bien podían ahogar sus penas sin necesidad de perturbar la paz del rey y la reina Netanyahu.

Esa imagen de Aviva y Noam Shalit, sentados en el pavimento con los pies sobre la calzada, en el exterior de la fría y aislada residencia del primer ministro, fue algo desgarrador. Simbolizaba todo: Mientras en el interior se celebraba, afuera se estaba de duelo. Adentro sólo había tiempo para tramar artimañas de relaciones públicas y designar mediadores carentes de toda autoridad. Allá fuera ellos estaban ocupados enfrentando el cruel destino de su hijo, el soldado, a quien Tzáhal y el gobierno han abandonado.

Lo siento, Aviva y Noam; no cabe duda de que su sufrimiento nos ha conmovido profundamente. Pero eso no alcanza. Ustedes son demasiado discretos. Demasiado refinados. Demasiados ingenuos. Ustedes piensan que el primer ministro está "haciendo todo lo posible" para liberar a su hijo Guilad de ese infierno, cuando en realidad él está haciendo todo lo posible para lograr su propia calma. Esa es la cruel verdad.

Él quiere que ustedes se callen; quiere silenciar la protesta de los huelguistas; quiero acallar a la coalición y quiere calma en el ámbito diplomático. Ese es el tipo de tranquilidad que habrá de permitirle seguir gobernando. Un acuerdo de intercambio con Hamás es todo lo contrario a la tranquilidad. Es un enorme dolor de cabeza. Abre la puerta a las acusaciones y a los riesgos. A todo eso que él detesta absolutamente.

Las dos partes ya habían llegado a un acuerdo durante el mandato del ex primer ministro Ehud Olmert según el cual Hamás supuestamente recuperaría varios cientos de presos comunes y otros 450 presos "asesinos de renombre". Pero a último momento, Olmert decidió desistir de la oferta en razón de algunas cláusulas marginales. Él también optó por lograr tranquilidad.

Tras su renuncia y una vez que Bibi subió al poder, el nuevo primer ministro comenzó a tratar uno de sus asuntos favoritos: el terrorismo y sus peligros. A su modo de ver, la liberación de terroristas equivale a un incremento en los atentados.

De hecho, tres ex jefes del Shin Bet declararon que Israel es lo suficientemente fuerte, tanto desde el punto de vista de inteligencia como militar, para enfrentar a asesinos dispuestos a retomar sus malas costumbres. Pero ¿qué saben ellos?

Netanyahu no está dispuesto a firmar un acuerdo de intercambio de prisioneros por la simple razón de que es incapaz de llevar a cabo ningún tipo de decisión, sea cual fuere el asunto. Él es todo un maestro en aplazar decisiones. Pero debe entenderse que si un acuerdo de intercambio no se pone en vigor al corto plazo, Guilad Shalit desaparecerá de la misma forma en que lo hizo Ron Arad, y su suerte habrá de perseguirnos para siempre.

Se harán asambleas, manifestaciones y campañas, y su desaparición terminará consumiendo nuestras fuerzas. Israel ya está padeciendo este progresivo debilitamiento al tener que enfrentar cada día la ausencia de Shalit; debilitado en una proporción mucho mayor a la que habría de ocasionarle la liberación de cientos de terroristas que no representan ninguna amenaza estratégica.

El abandono de Shalit también entraña un golpe fatal a nuestra capacidad de tolerancia colectiva y al principio de responsabilidad mutua. Porque si no estamos dispuestos a asumir riesgos para salvar a uno de nuestros soldados, eso probaría que no existe la mutua responsabilidad y que la solidaridad no es posible.

Esa es la razón por la cual los Shalit deben cambiar de táctica. Tienen que ponerle fin a esa tranquilidad de la cual disfruta Netanyahu. Tienen que hacer un ruido tal que sienta que eso pone en peligro su posición de líder en una medida mucho mayor a lo que podría hacerlo la liberación de terroristas.

La familia Shalit ya no puede continuar siendo buena, decente y confiable. Deben librar una guerra personal contra Bibi. Deben dejar de mantener encuentros con él, ya que cada una de esas reuniones (cuidadosamente fotografiadas) se transforman en un engranaje de su bien aceitada máquina de relaciones públicas. Deben, además rechazar a los ministros hipócritas, expertos en expresar simpatía con rostros afligidos y nada más, y evitar sumarse a sus protestas.

Llegó la hora de quitarse los guantes. Aviva y Noam Shalit tienen que expresar y compartir lo que albergan en sus corazones sin preocuparse por ser políticamente correctos. Tienen que ser mucho más militantes. Deben organizar protestas masivas hasta paralizar completamente al país. No pueden otorgarle a Netanyahu ni un solo momento de calma. Sólo cuando la tranquilidad se desvanezca, Bibi se verá obligado a poner en práctica ese intercambio que ha venido aplazando indefinidamente desde hace años.

Sólo entonces Netanyahu será capaz de explicarles a sus hijos el verdadero significado de la Hagadá de Pesaj: Salir de la esclavitud hacia la libertad.

Fuente: Haaretz - 24.4.11
Traducción: www.argentina.co.il