Imprimir

La revolución árabe y el ocaso de Occidente


¿Cómo es posible que, en Junio de 2009, Obama no apoyara a las masas que protestaban abiertamente en contra del fanático Mahmud Ahmadinejad, mientras que ahora se muestra a favor de las que están manifestándose en contra del moderado Mubarak?


Dos grandes procesos están ocurriendo ante nuestros ojos. Uno de ellos es la revolución de liberación árabe. Después de medio siglo de dictaduras y tiranías, su poder se está debilitando. Después de 40 años de estabilidad en descomposición, la podredumbre finalmente está carcomiendo toda esa permanencia. La población árabe ya no está dispuesta a continuar aceptando lo que hasta aquí se ha acostumbrado a admitir. Las elites árabes no habrán de mantener ya su silencio.

Los procesos que han estado bullendo por debajo de la superficie durante casi una década, estallan repentinamente bajo la forma de una intifada de libertad. La modernización, la globalización, las telecomunicaciones y la islamización han forjado una masa crítica que ya no es posible detener. El ejemplo del Iraq democrático está despertando otros, y las transmisiones subversivas de Al Jazeera no hacen más que avivar las llamas. Y así fue como cayó la bastilla de Túnez, y como ahora, la bastilla de El Cairo también se está desmoronando. Otras bastillas árabes habrán de derrumbarse todavía.

Las escenas son similares a las registradas durante la Intifada palestina en 1987, pero el colapso recuerda al soviético en la Europa del Este de 1989. Nadie sabe a ciencia cierta a dónde llevará la Intifada esta vez. Nadie sabe si será a la democracia, a la teocracia, o a un nuevo tipo de democracia. Lo que es seguro es que las cosas nunca volverán a ser lo mismo.

El viejo orden de Oriente Medio se está desmoronando. Así como la revolución de los oficiales en la década de 1950 logró derrocar al monarquismo árabe que dependía de las potencias coloniales, en 2011 la revolución en la plaza central está derribando a los tiranos árabes que dependían de Estados Unidos.

El segundo proceso es la aceleración de la decadencia de Occidente. Durante casi 60 años, Occidente le ha dado al mundo un orden imperfecto pero estable. Logró edificar una especie de imperio post-imperial que prometía una calma relativa y un máximo estado de paz. El ascenso de China, India, Brasil y Rusia, al igual que la crisis económica en Estados Unidos, muestra claramente que esa potestad está comenzando a desvanecerse.

Y, con todo, Occidente ha sabido mantener una suerte de hegemonía internacional. Así como no ha habido un reemplazo para el dólar, tampoco ha sido posible hallar uno para el liderazgo del Atlántico Norte. Pero el pobre manejo de Oriente Medio por parte de los países occidentales demuestra que su capacidad de liderazgo se ha agotado. Ante nuestros ojos, las grandes potencias de antaño se están convirtiendo en potencias de pura palabrería.

No hay excusas para las contradicciones. ¿Cómo es posible que Estados Unidos de Bush comprendiera el problema de la represión en el mundo árabe, pero, en cambio, Estados Unidos de Obama la haya ignorado hasta la semana pasada? ¿Cómo puede ser que, en Mayo de 2009, Hosni Mubarak haya sido un presidente admirado al cual Barack Obama respetaba, y ahora, en enero de 2011, Mubarak sea un dictador al que incluso Obama no duda en hacer a un lado? ¿Cómo es posible que, en Junio de 2009, Obama no apoyara a las masas que protestaban abiertamente en contra del fanático Mahmud Ahmadinejad, mientras que ahora se muestra a favor de las que están manifestándose en contra del moderado Mubarak?

Hay una respuesta: la posición de Occidente no es moral ni refleja un verdadero compromiso con los derechos humanos. La posición de Occidente no hace más que reflejar la adopción de la visión de mundo de Jimmy Carter: doblegarse sumisamente frente a los tiranos poderosos e ignorantes, mientras se abandona a aquellos moderados y débiles.

La traición del Shah por parte de Carter nos trajo los ayatolás, y pronto habrá de traernos ayatolás con armas nucleares. Las consecuencias de la traición a Mubarak por parte de Occidente no serán menos graves. No se trata sólo de una traición a un líder que fue leal a Occidente, brindó estabilidad y promovió la moderación. Es una traición a todos los aliados de Occidente en Oriente Medio y los países en vías de desarrollo. El mensaje es fuerte y claro: la palabra de Occidente no tiene ningún valor; una alianza con Occidente no supone en realidad ninguna alianza. Occidente ha perdido. Occidente ha dejado de ser una fuerza dominante y estabilizadora en todo el mundo.

La revolución de liberación árabe cambiará radicalmente a Oriente Medio. La aceleración de la decadencia de Occidente modificará el mundo. Una de las consecuencias será un gran desarrollo de China, Rusia y de potencias regionales como Brasil, Turquía e Irán. Otra, una serie de recrudecimientos a nivel internacional, originadas en el agotamiento del poder de disuasión de Occidente.

Pero el resultado global será el colapso de la hegemonía política del Atlántico Norte, no en décadas, sino en años. Una vez que Estados Unidos y Europa entierren a Mubarak, estarán enterrando también a las potencias que alguna vez fueron.

En la Plaza Tahrir de El Cairo, la era de la hegemonía occidental se está desvaneciendo.

Fuente: Haaretz - 6.2.11
Traducción:  www.argentina.co.il