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¿Democracia? No para árabes


Yo no sé qué pasará en Egipto y cómo influirá el acontecimiento en todo Oriente Medio. Yo sí sé que si la democracia es lo mejor para nosotros, también lo es para los árabes; y nos conviene que ellos también la tengan.


No existe un israelí inteligente que no tema las consecuencias de los acontecimientos en Egipto. Resulta difícil dimensionar el coste de seguridad, económico e incluso emocional del acuerdo de paz con nuestro vecino del sur. Volver a un estado de enfrentamiento, incluso frío y no declarado, influye significativamente en nuestras vidas.

No existe un israelí consciente que pueda apostar cómo terminará todo esto. Grandes expertos, personas que están a la cabeza de organizaciones que valen millones y cuya función es evaluar, sostuvieron en las últimas semanas que el régimen de Mubarak es estable.

Estas palabras no ponen en tela de juicio la capacidad de dichas personas u organizaciones, sino las expectativas irracionales que tenemos de nuestros servicios encargados de la información.

Las reacciones son inesperadas, y cabe la duda si también los que salieron a las calles en El Cairo creyeron hace sólo uno o dos meses que este guión pudiera concretarse.

Debemos aguardar y observar; la mayor parte de lo que oímos es resultado de la esperanza y el temor, mucho más que del firme conocimiento y la evaluación realista.

Pero existe algo que la mayoría de los comentaristas que escucho desde que despuntaron los disturbios, y por lo visto una gran parte de la población, han decidido que ellos saben a ciencia cierta que la democracia no es para los árabes.

Hace unos días oí a un general de la reserva de Tzáhal que lo manifestó explícitamente: "Ellos no están preparados. Lo que necesitamos en los países árabes son regímenes estables, no democráticos".

O con palabras menos dúctiles, mías en esta ocasión: Tráigannos dictadores que viven de la mano de Occidente, y no democracia árabe.

Esta concepción resulta de una combinación de temores comprensibles y arrogancia.

El recelo lo crea el precedente iraní (y no confundan a los vaticinadores de desgracias en que Irán no es un país árabe; ellos no se preocupan en dar explicaciones) y la suposición por la cual en cualquier caso de apertura democrática quien gobierne serán los musulmanes radicales.

La arrogancia ya es algo diferente: Es casi una necesidad emocional nuestra que los árabes sean primitivos, oscuros, no aptos para lo que para nosotros es un derecho humano básico y la llave de la paz y la prosperidad.

Los árabes, acorde a este concepto, están atrapados centenares de años atrás de Occidente e Israel por la cultura, la tradición étnica y quizás incluso sin ningún cambio en sus características colectivas. Mejor para ellos y para el mundo que los dominen dictadores sostenidos por fuerzas militares, que heredan el régimen a sus hijos aparentando hacerlo por elecciones legítimas.

La libertad no es buena para ellos, porque entonces su carácter tenebroso irrumpe afuera en olas de violencia hacia lo que lo rodea. Todo el que piensa distinto, principalmente el Occidente corrupto y el hombre ingenuo en la Casa Blanca, simplemente no entiende nada o no vive aquí como nosotros, y no pagará por ello con su vida.

Contrariamente a lo que se piensa, no se trata de la izquierda o la derecha. En la izquierda israelí, las raíces fluyen de aquellos que llegaron aquí para construir los fundamentos de una villa lujosa en medio de la selva: "un Estado sin un pueblo para un pueblo sin Estado". Esta arrogancia no es menor que la de la derecha.

Natan Sharansky, que por supuesto no es de izquierda, consideró toda su vida una política cuya llave hacia la paz con los árabes sea la democracia. Sharansky creció en la dictadura y sabe perfectamente el significado de un régimen oscuro. Sus concepciones parecen alucinaciones o simples excusas para evitar un acuerdo político.

Yo no sé qué pasará en Egipto y cómo influirá el acontecimiento en todo Oriente Medio. Yo sí sé lo que es apropiado para nosotros: libertad de expresión, iniciativa y un régimen que se apoye en la popularidad y no en la fuerza. Yo sé que todo acuerdo con un régimen tirano se apoya forzosamente sobre bases muy frágiles.

Yo sé que si la democracia es lo mejor para nosotros, también lo es para los árabes, y nos conviene que ellos también la tengan.

Fuente: Maariv - 4.2.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il