Imprimir

Cuando no hay socios


Tenemos que entender - no por desprecio a palestinos e israelíes, sino en razón de un profundo respeto hacia ellos - que aún no son capaces de asumir las consecuencias de una solución pacífica al conflicto.


Si no fuera triste, resultaría bastante divertido. Una vez cada no muchos años, surgen ciertos informes sobre ciertas negociaciones continuas, israelíes y palestinas, acerca de cierto arreglo de estatuto definitivo.

Si se examina detenidamente el informe, se ve inmediatamente que las negociaciones en cuestión, al igual que todas las anteriores, fracasaron en la resolución de los problemas con los refugiados, Jerusalén y la desmilitarización. No propusieron ninguna solución concreta frente al desafío que supone Hamás, la evacuación de los colonos o la debilidad de los gobiernos israelí y palestino.

Pero como los editores nocturnos de los periódicos pertenecen a la misma tribu, los titulares matutinos no se ocupan de lo que no ha logrado conseguirse. Y como los conductores de radio y televisión también son miembros de la misma tribu, se ocupan de esquivar las preguntas difíciles. En un sólo día, ha sido posible forjar una imagen coherente de la realidad: los buenos palestinos eran socios, los buenos israelíes eran socios y un acuerdo definitivo estaba al alcance de la mano. Si los malos israelíes no hubieran llegado y arruinado todo, estaríamos disfrutando de la era de paz ahora mismo.

Es divertido, realmente divertido. Sólo alguien incapaz de comprender cabalmente la tragedia palestina podría pensar que los refugiados palestinos estarían dispuestos a renunciar a su derecho a regresar a las casas y aldeas y pueblos que perdieron en 1948. Sólo alguien que no logre captar la dimensión religiosa de la identidad palestina puede creer que el liderazgo palestino sea capaz de transigir en lo referente al Monte del Templo y el corazón de Jerusalén. Sólo alguien que no respete el nacionalismo palestino puede esperar que su orgulloso pueblo esté dispuesto a acordar un estado desmilitarizado, disgregado, sin ejército y sin control sobre sus fronteras o espacio aéreo.

Tenemos que entender - no por desprecio a los palestinos, sino en razón de un profundo respeto hacia ellos - que aún no son capaces de asumir las consecuencias de una solución pacífica al conflicto.

Sí que es divertido, muy divertido. Sólo alguien incapaz de comprender cabalmente la tragedia judía podría pensar que los judíos dejarían finalmente de exigirles a los palestinos que reconozcan al Estado judío y renuncien al derecho de retorno. Sólo alguien que no respete la historia judía puede creer que Israel renuncie completamente al vínculo que lo une con el Monte del Templo y el corazón de Jerusalén. Sólo alguien que no entienda la situación de Israel puede esperar que el Estado israelí sobreviva al lado de un Estado palestino armado, con fronteras y espacio aéreo completamente abiertos.

Tenemos que entender - no por desprecio a los israelíes, sino en razón de un profundo respeto hacia ellos - que tampoco ellos son capaces aún de asumir las consecuencias de una solución pacífica al conflicto.

Es muy divertido, pero también muy triste. Nos hemos estado engañando durante 15 años creyendo que estábamos muy cerca, justo en el borde. Una vez con el documento Beilin-Abu Mazen; otra con la cumbre de Camp David; una vez más, con la Iniciativa de Ginebra; y finalmente, con la cumbre de Annápolis. Pensando en si sólo Itzjak Rabin no hubiera sido asesinado, si tan sólo Binyamín Netanyahu no hubiera sido elegido, si Ehud Olmert hubiera durado dos meses más en el gobierno.

Pero la verdad es que el paradigma actual del proceso de paz es del todo falso. El horizonte diplomático propuesto es una farsa. No existe socio palestino para una paz permanente, ni tampoco un socio israelí y ninguna posibilidad de paz permanente en el futuro inmediato.

Así que si no queremos que las cosas se pongan mucho peor - en otras palabras, si queremos evitar un desastre - debemos ser capaces de pensar de una manera completamente diferente.

Los israelíes tienen que esforzarse por dar término a la ocupación sin poner en peligro su estado. Para ello, necesitan realizar cambios estructurales en su sistema de gobierno, evacuarterritorio en Cisjordania y obtener las garantías de la comunidad internacional.

Los palestinos deben esforzarse por construir un Estado viable, basado en una ética de la vida. Para ello, es necesario que mantengan vivo el impulso del primer ministro Salam Fayyad, cimienten las instituciones que dan forma al Estado y amplíen su control sobre los territorios.

Si ambas partes son capaces de concertar acuerdos provisionales, es algo maravilloso. Pero si éstos no son posibles, deben ser capaces de alcanzar entendimientos informales, igualmente provisorios, que propiciarían una situación de facto de dos estados.

La creencia de que una ronda más de negociaciones produciría un documento más que finalmente traería la paz ha sido refutada. Esperar por la paz perfecta se ha convertido en realmente peligroso. Después de 15 años de estupidez, ha llegado el momento de decir adiós a ese paradigma mesiánico que postula el fin del conflicto.

La única manera de dividir el país es actuando con decisión y cautela para enfriar el conflicto y poner fin a la ocupación.

Fuente: Haaretz - 28.1.11
Traducción: www.argentina.co.il