La verdadera razón para continuar insistiendo en la solución de dos Estados es que el nuestro tenga un carácter judío. Pero por carácter judío no entendemos que deba tratarse de una teocracia o que se otorguen a los judíos más derechos que a los árabes.
Era sólo cuestión de tiempo, la inscripción ya estaba en la pared. Los palestinos han advertido en repetidas ocasiones que si las negociaciones no avanzaban, habrían de echar mano a alguna de estas dos estrategias: desmantelar la Autoridad Palestina y ceder la responsabilidad a Israel en la administración de Cisjordania, o bien, solicitar a las Naciones Unidas el reconocimiento de un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967.
La presidenta argentina, Cristina Kirchner, se ha sumado a su par brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, al reconocer el Estado palestino. Probablemente, acaben de sentar un precedente que será continuado por otras naciones en América del Sur, junto a otros países en desarrollo. Dentro de poco, los palestinos ciertamente lograrán una mayoría en la Asamblea General de la ONU, y habrán de exigir reconocimiento - citando uno de los logros del movimiento sionista, que consiguió lo mismo el 29 de noviembre de 1947.
¿Esto constituye algo perjudicial para los judíos? No lo creo, aunque resultaría insuperablemente mejor para Israel esforzarse activamente para implementar la solución de dos Estados en lugar de dejarse arrastrar a ello gritando y regateando con el fin de obtener más regalos del Tío Sam a cambio de un congelamiento de 90 días en los asentamientos.
Pero los auto-denominados defensores de los intereses de Israel, provenientes de la derecha, argumentarán: "¡Esto es del todo ingenuo! ¡Binyamín Netanyahu ha sido reivindicado en la última entrega de Wikileaks; todos saben ahora que el problema palestino no constituye el verdadero problema en Medio Oriente! ¡El verdadero problema es Irán! ¡Ahora, por fin, podemos convencer al mundo de que deben dejar de presionarnos acerca de Palestina!"
Bueno, es hora de aclarar algo. Aquellos de entre nosotros que durante mucho tiempo sostuvimos que Israel necesita abandonar la conducción de los palestinos, hemos vuelto a argumentar en los últimos años que esto debe hacerse por interés propio, y además, hemos hecho una advertencia al observar que Israel está conduciéndose a si mismo hacia un aislamiento internacional sin precedentes.
Pero esto, básicamente, no era más que un ardid retórico. La verdadera razón por la cual Israel precisa de la solución de dos Estados no es nuestro deseo de complacer a los gentiles; lo que creemos es que, llegado este punto, el ala derecha de Israel sólo estaría dispuesta a escuchar argumentos estrictamente pragmáticos.
La verdadera razón para continuar insistiendo en la solución de dos Estados es que el nuestro tenga un carácter judío. Pero por carácter judío, no entendemos, en ningún caso, que deba tratarse de una teocracia, o que se otorguen a los judíos más derechos que a los árabes. Lo que queremos decir es que el Estado de Israel debe aprender finalmente la lección de la historia de las sucesivas persecuciones que los judíos han soportado durante dos milenios.
Esta persecución se debió a una desagradable característica de la naturaleza humana: pensar y sentir en términos tribales. Los judíos fueron perseguidos porque tenían una religión diferente; porque se comportaban de manera diferente; y porque insistían en su derecho a determinar su propia identidad. Primero, fuimos perseguidos por motivos religiosos; a continuación, por falsos conceptos de pureza racial.
La humanidad ha necesitado la mayor parte de la historia, incluyendo el Holocausto, para darse cuenta, finalmente, de que es imprescindible una interpretación de los derechos humanos que trascienda los límites de toda nación y estado. La inmensa mayoría de los judíos de todo el mundo ha abrazado con entusiasmo esta idea. ¡Si el mundo hubiera reaccionado frente a los nazis del mismo modo en que, tardíamente, reaccionó en Bosnia y, justo a tiempo, en Kosovo! ¡Si tan sólo hubiera sido claro, entonces, que todos los seres humanos, independientemente de su color o religión, tienen los mismos derechos!
"Pero - dirá el interlocutor promedio de la derecha -,¡Toda esta concepción de los derechos humanos es una farsa! ¡Miren a Irán, a Arabia Saudita, a Egipto; miren a Hamás! Ellos siguen utilizando el argumento de los derechos humanos, mientras se dedican de lleno a pisotearlos en sus propios países. ¿Por qué habríamos de ser nosotros quienes nos tomemos en serio la idea de los derechos humanos universales?"
La respuesta es simple: porque se basa en la justicia universal. Nos sentimos orgullosos,como judíos que somos, de defender la noción de justicia como algo no negociable; orgullosos de nuestra firme creencia de que la ética no se trata de una cuestión de poder, sino del bien objetivo. Esa es la razón por la cual los judíos han desempeñado un papel central en el Movimiento por los Derechos Civiles en los Estados Unidos; por esa razón los judíos luchan decididamente contra el racismo y otras formas de discriminación en todo el mundo. El argumento que afirma: "pero otros no se comportan como deberían", nunca ha formado parte de la manera de pensar judía.
Por tanto, sería una lástima que Israel fuera arrastrada a la solución de dos Estados como consecuencia de la presión internacional, en lugar de llegar a ello por propia iniciativa. El pueblo judío ha logrado sobrevivir porque nunca ha creído en el derecho del más fuerte; porque ha afirmado insistentemente la no transigencia en cuestiones de principio. Creo firmemente que la actual ola de nacionalismo radical de Israel no constituye más que un breve episodio histórico a la que la mayoría de los israelíes ha sido arrastrada por pánico, manipulados por traficantes de miedo profesionales.
Una vez que volvamos a la tradición judía, de apegarnos a los principios en lugar de ser guiados por el miedo, volveremos a comunicarnos otra vez con la fuente histórica de nuestra fuerza.
Fuente: Haaretz - 13.12.10
Traducción: www.argentina.co.il