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¡Qué me importa tu pasado!

Es imposible llegar a un acuerdo sobre el pasado debido a las narrativas diferentes que las partes adoptan sobre la historia del conflicto. Israelíes y palestinos deben concentrarse en convenios orientados a futuro, relacionados con sus aspiraciones fundamentales.

Los líderes sionistas que allanaron el camino para el establecimiento del Estado de Israel tuvieron una perspectiva enfocada en el futuro más que en el pasado, aunque sin negar su importancia. Esos visionarios fueron capaces de distinguir entre lo que podía y no podía hacerse. En contraste, los líderes árabes prefirieron aferrarse al pasado cuando existía una mayoría árabe en Palestina; ese fue su error.

En 1918, la demanda de David Ben Gurión y Moshé Sharet para crear un Estado judío estaba fundamentada en el vínculo que une al pueblo de Israel con su tierra. Sin embargo, añadieron que una vez llegado el momento de determinar las fronteras, la tierra debería ser considerada “no sólo como la patria judía del pasado, sino también como la tierra judía del futuro". Con dicho objetivo guiándolos a través de una violenta disputa, fueron capaces de promover la fundación de un estado democrático con una mayoría judía sobre el 78% del territorio. Por el contrario, el Mufti de Jerusalén declaró que no estaba de acuerdo con la partición de la "pequeña Palestina" y arrastró a su pueblo a un futuro lleno de penurias, de refugiados y de falta de auto-determinación.

En la era de Binyamín Netanyahu, las cosas parecen haber cambiado radicalmente. El primer ministro exige que nuestros derechos y su realización se basen en el pasado, y no duda en continuar utilizando la terminología que ha perpetuado el conflicto. El presidente palestino, Mahmud Abbás, por su parte, mira hacia adelante, concentrándose en los detalles prácticos de un acuerdo antes de que éstos queden envueltos por las obligadas narrativas de cada lado. El enfoque de Netanyahu perjudica las posibilidades de éxito de las negociaciones.

Al igual que el sionismo, que se opone a la idea de una mayoría árabe dentro de un Estado democrático que pertenece sólo al pueblo judío, rechazando el “derecho de retorno” de los refugiados, los palestinos son incapaces de reconocer la naturaleza judía de Israel antes de la firma de cualquier acuerdo. Ellos interpretan las demandas de Netanyahu en ese sentido como prueba de que el liderazgo de Israel no está preocupado por lograr la paz, sino por imponer su visión ideológica y su punto de vista particular a través de medidas radicales como la depuración étnica, los asentamientos y las políticas de bloqueo. Recientemente, han proliferado los pronunciamientos oficiales exigiendo el reconocimiento de Israel como Estado judío, junto con medidas y leyes; la última en dictarse fue la Ley de Juramento de Fidelidad para los ciudadanos no-judíos.

Mirando hacia el futuro, cabe preguntarse: ¿no será que Netanyahu es incapaz de ver que la emergente mayoría árabe en la Tierra de Israel constituye una amenaza real para la identidad y el carácter judío de Israel, amenaza más grave aún que ceder Judea y Samaria, la cuna del pueblo judío? ¿No cree él que la implantación del derecho histórico del pueblo judío sobre una parte de la tierra sea preferible al control de millones de palestinos, privados de derechos civiles, siendo tal control una amenaza grave para el futuro democrático de Israel y su admisión en sociedad de las naciones? ¿Acaso no se da cuenta que, a fin de cuentas, no hace más que empujar a Abbás, amenazado por Hamás y sus patrocinadores iraníes, hacia los brazos flexibles y abiertos de la Liga Árabe, que incluye a Siria y el Líbano, países que anhelan la devolución de los Altos del Golán y la expulsión de los refugiados de sus fronteras? ¿No ve cómo los palestinos están cerrando filas con la comunidad internacional, cuyas resoluciones contra Israel resultan cada vez menos moderadas que las propias demandas de los palestinos?

Es imposible llegar a un acuerdo sobre el pasado debido a las narrativas diferentes que las partes adoptan sobre la historia del conflicto - la "Nakba" (catástrofe) y el "Resurgimiento del Estado judío". Israelíes y palestinos deben concentrarse en convenios orientados a futuro, relacionados con las aspiraciones fundamentales de cada parte, y encuadrados en los parámetros del presidente Clinton y la Cumbre de Annápolis.

Sólo bajo ese enfoque con visión de futuro, ambos lados podrán alcanzar un tratado que incluya entre sus puntos principales el final del conflicto y la resolución de las demandas históricas.

Fuente: Haaretz - 30.11.10
Traducción: www.argentina.co.il