Imprimir

Liberman en el cielo

Liberman

La semana pasada, el Primer Ministro Binyamín Netanyahu, tuvo que defender su condición de líder de la derecha israelí. Como siempre, la persona que lo arrastró a esas arenas fue su Ministro de Exteriores, Avigdor Liberman.

No se puede negar el hecho de que Liberman está despegando. Su poder electoral no sólo se ha mantenido, sino que además sigue creciendo. Se ha generado mucha euforia en torno a él y resultados de las encuestas son impresionantes. Al parecer, el plan ideado por Arthur Finkelstein, que ya funcionaba bien antes de las elecciones, también sigue funcionando bien una vez que ha pasado la voluntad de pulsar los botones que dan votos, a pesar de los diarios acontecimientos y las respuestas inmediatas.

Érase una vez dos rivales, Sharón y Netanyahu, claros competidores en una firme lucha por el liderazgo de la derecha. Durante algún tiempo, se habló de Netanyahu y Silvan Shalom. Ahora, el asunto es entre Bibi y Liberman.

Liberman se ha convertido en una seria amenaza para el estatus que Netanyahu ostenta en el ámbito de la derecha política. De alguna manera, los repetidos enfrentamientos del Ministro de Exteriores con los líderes mundiales, incluyendo su particular reprimenda a los Ministros de Relaciones Exteriores de Francia y España, la semana pasada, su extravagante discurso ante la ONU, y su franqueza (por no hablar de mala educación), todo eso tiene un efecto muy diferente en la opinión pública israelí.

El juramento de lealtad votado por el Gobierno en esta semana, que exige a los no-judíos un compromiso manifiesto de su lealtad a un Estado judío, resulta algo remotamente alejado de la ley propuesta originalmente por Liberman, para la cual, se puso plena confianza en el Ministro de Relaciones Exteriores. Netanyahu se comportó como una mosca sentada en la espalda de un elefante, como exclamando desde ahí arriba: "Miren lo fuertes que somos".

Esa ley puede molestar mucho a los izquierdistas, intelectuales y periodistas, aunque, sin embargo, en este momento, el tema preocupa mucho más a la opinión pública y el apoyo público a la legislación es mayor aún que el de Liberman a si mismo.

Destacado y relevante

En general, Liberman está vinculado actualmente a ese orgullo de Israel que no sirve ni para el compromiso ni la adulación. Sus soluciones son simples, aunque son bien recibidas por muchos. Uno puede no simpatizar con ellas, pero la declarada posición del Ministro Exteriores acerca de que no habrá paz con los palestinos – sea en esta generación o en la próxima – es algo que suena muy lógico para muchos, tal como muestran las encuestas.

Por otra parte, la propuesta de trueque territorial de Liberman ha dejado de percibirse como inmoral o inhumano: ¿Cuál es el problema? Vamos a quedarnos con Ariel, y a cambio daremos a Umm al-Fahm. Mientras tanto, su lema electoral, "no hay ciudadanía sin lealtad," más que provocar repulsión, ahora suscita el debate: "¿Y qué problema hay?", exclamaron con seguridad muchas personas la semana pasada, tal como hicieron en Estados Unidos.

Si bien la conducta contundente de Liberman para con los ministros de Relaciones Exteriores europeos hizo que muchas personas se sintieran incómodas, se puede estar seguro de que demasiada gente piensa que tal conducta fue del todo justificada y lógica. De repente, pareciera como si cada líder extranjero se sintiera con derecho a criticarnos con agudeza; deberían primeramente resolver sus propios problemas antes de criticarnos a nosotros.

Una cosa está clara: Liberman se propone mantener como alguien importante y de gran relevancia a cada momento. Él se asegura de que la gente lo identifique más con los temas de la agenda que con sus problemas legales. Él es capaz y se permite hablar más que el propio Primer Ministro, especialmente, una vez que ha decidido hacer caso omiso de su título oficial propio.

Sin duda, Liberman ha creado todo un nuevo modelo para su cargo: un Ministro de Exteriores que piensa que no hay nadie más con quien hablar.

Uno se puede enojar, rebelar, u oponerse a esto. Sin embargo, hay algo que no se debe pasar por alto: Esto es trabajo. Muchos israelíes aseguran que sólo Liberman habla árabe. Cuán simple resulta esto: El público ha aceptado este particular enfoque político de "nadie con quien hablar", así como también acepta que no habremos de tener paz aquí, ciertamente, no en esta generación.

Cuando se le pregunta a Liberman cómo está, él siempre responde: Realmente, como en el cielo. No hay dudas de que es ahí precisamente donde se encuentra en este momento.

Fuente: Yediot Aharonot - 16.10.10
Traducción: www.argentina.co.il