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Tiempo del perdón

Lo menos que Binyamín Netanyahu debería hacer para reparar el mal que causó al Estado de Israel con su nefanda provocación en contra de Itzjak Rabin es llevar a cabo lo que Rabin efectivamente quería intentar.



En lo concerniente a las intenciones del actual primer ministro durante las conversaciones con los palestinos, toda una fábrica de rumores está siendo alimentada por el hecho de haber estrechado la mano del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, de haberlo llamado "mi socio en la paz", de haberlo invitado a su residencia oficial en Jerusalén, y, finalmente, de haber enarbolado la bandera palestina. Es cierto: son símbolos; pero los símbolos son importantes, y su potencia tiene un efecto inmediato, como en el caso de Itzjak Rabin vistiendo la kefiya o con el uniforme de las SS.

Lo que Netanyahu está haciendo ahora recuerdan las terribles barbaridades que él mismo dijo acerca de Rabin cuando éste estrechó la mano de Yasser Arafat, en una forma mucho menos alegre que la manera en que Bibi sacudió la de Abbás: "maestro de la sumisión", "héroe de la rendición", "cayó de cabeza ", " perdió el juicio", y no hay que olvidar, "El gobierno israelí en su ceguera está permitiendo [a Arafat] llevar a cabo la primera fase de su plan: la destrucción del Estado judío". Netanyahu declaraba cosas como estas ante las iracundas masas que gritaban "Rabin es un traidor", "Muerte a Rabin" y "Queremos venganza". Podemos preguntarnos con justicia qué diría Netanyahu si Rabin hubiera oficiado como anfitrión de Abbás, en su propia casa.

Netanyahu nunca ha ofrecido una alternativa al proyecto de Rabín. Nunca propuso, por ejemplo, una anexión de los territorios, una desconexión unilateral o un traslado de los palestinos. Netanyahu nunca ha llevado a cabo una propuesta concreta. Como tampoco ha admitido nunca que, en realidad, el camino que ostensiblemente él está siguiendo ahora, bien se inscribe en el plan de Rabin; actúa como si fuera el primero en haber concebido la idea de un Estado palestino. Del mismo modo, nunca asumió la responsabilidad por su explícito protagonismo durante la provocación que precedió al asesinato de Rabin.

Sé que hablar de la responsabilidad de Netanyahu durante aquellos actos de provocación es considerado un cliché, una declaración de izquierda tantas veces repetida, y que el tiempo que ha transcurrido desde el asesinato en 1995 provocó un inevitable desgaste en la imagen de aquellos acontecimientos y cierto olvido en lo que atañe a los responsables. Pero el tiempo no hace de esta responsabilidad una materia irrelevante. Todo lo contrario.

Porque lo que Netanyahu está haciendo ahora es simplemente usar los símbolos de Rabin. No es el primero, por supuesto. Desde el asesinato, todos nuestros primeros ministros han utilizado esos mismos símbolos pero no hicieron efectivamente nada concreto, y sólo nos han causado daños. Pero cuando, una vez más Bibi procede así, resulta realmente intolerable - tanto por su papel en los acontecimientos previos al asesinato y porque muy probablemente lo esté haciendo con absoluto cinismo, sólo como un medio para lograr un momento de tranquilidad durante su mandato.

Para dejar constancia de ello, debemos decir que a la luz de la utilización que Netanyahu está haciendo de los símbolos del proyecto de Rabin, toca a su responsabilidad hacer expiación por sus actos durante los sucesos que culminaron con el asesinato del entonces primer ministro.

Lo menos que Netanyahu debería hacer para reparar el mal que causó al Estado de Israel con su nefanda provocación en contra de Rabin es llevar a cabo lo que éste efectivamente quería intentar. La única manera de compensar los años perdidos, y a los que murieron en vano, al miedo y al aislamiento que ha provocado en todos nosotros desde entonces, es hacer esa cosa primaria para la cual nunca ha propuesto una alternativa: lograr un tratado de paz con los palestinos.

Pocas personas tienen ante si semejante oportunidad de reparar la injusticia que han causado. No queda claro qué ha hecho Netanyahu para merecerla, ni tampoco es seguro que él sepa cómo aprovecharla. Con el fin de ayudarse a si mismo, no haría mal en recordar el tremendo apoyo que recibió Rabin al firmar los Acuerdos de Oslo, acompañado de toda una increíble euforia popular.

Desde el asesinato de Rabin, la sociedad israelí, al igual que sus líderes, han venido actuando como si los palestinos lo hubieran asesinado. Pues bien, ellos no lo hicieron. Ver a Bibi al lado de la bandera palestina es una excelente oportunidad para recordar cómo hemos llegado a este punto, y de esa forma, poder cerrar el círculo.

Fuente: Haaretz - 20.9.10
Traducción: www.argentina.co.il